lunes, 20 de mayo de 2019

viernes, 17 de mayo de 2019

¿Cómo puede un jardín ser punk?




“Pequeño tratado del jardín punk” se titula el manual del arquitecto y diseñador Eric Lenoir, un desafío a transgredir la idea de que un jardín sea un proyecto minucioso y delicado, con una estética y armonía impecables, que merece existir sólo en algunos lugares privilegiados. Aprender a desaprender en el campo de acción, es el lema de esta iniciativa que se rebela contra la perfección tal como la entendemos, al menos en Occidente.

¿Cómo puede un jardín ser punk? Es muy simple: cuestionándolo TODO. Se impone en espacios no tradicionales, como la periferia y sectores de bloques habitacionales de cemento donde, bajo esta primicia, se han incluso generado huertos colectivos. No hay lugar inapropiado para instalar hermosura y qué mejor triunfo que ganarle al asfalto. Elige plantas silvestres, acordes a cada geografía. No existen las malas hierbas. No se somete el suelo a flores delicadas u onerosas. Lo importante es que las plantas puedan resistir al entorno y al clima sin que los habitantes tengan que recurrir a sofisticados y costosos métodos de mantención. 

El artista además cuestiona con esto el estrellato de los paisajistas de lujo, de esa nueva seudo clase alta que, con su buen gusto y creatividad, pulula alrededor de los ricos y cuenta con un numeroso equipo de jardineros que se encarga de hacer los sueños realidad. Aquí, el llamado es a meter las manos en la tierra, gastar lo menos posible en maquinarias y artificios, y utilizar lo más posible de lo que ya existe en terreno, de modo de recuperar la biodiversidad nativa y que la flora y fauna recobren sus derechos. 

En el hemisferio opuesto, sin tener ni la más remota idea de este concepto, ni de teorías ilustradas ni de debates ecologistas, conocí en Lima a alguien que ya lo practicaba. Se trataba de un empleado de una gasolinera que, por iniciativa propia, había plantado pasto y arbustos en un sitio baldío que había al frente de su lugar de trabajo. Él mismo lo cuidaba y lo mantenía. Persistía enfrentando más de algún reclamo municipal y críticas de vecinos. Se me ocurrió preguntar cuál sería la motivación de este hombre por empecinarse en tal contienda urbana que le debiera significar dedicarle varios soles, tiempo adicional a su jornada laboral y uno que otro mal rato. Como si mi interrogante hubiera sido trivial y la respuesta obvia, me contestaron: “Pues porque le gustan las plantas”.

Muchas veces, una planta en un macetero sobre un escritorio, es el recurso al cual se acude para tener a mano algo de alegría y de vida. Este paisaje –que yo llamaría más bien insubordinado– desde las ventanas de los hospitales, complejos deportivos municipales, oficinas públicas, cambiaría lo que vemos, lo que olemos, lo que respiramos. 

Y volviendo al jardín punk, éste también revela que absolutamente todo puede ser reciclado. Chatarra, tablas, pueden servir para crear un macizo o marcar un camino. Aquí, la fealdad no existe porque la belleza es el acto irreverente e insolente de hacer que todos accedan a una naturaleza duradera y en armonía con el medio ambiente.


Valeria Matus

jueves, 16 de mayo de 2019

El astronauta y el sapo

Hace unos días, mandé una nota informando que retomábamos el taller que alguna vez se hizo en el patio de la casa. Ahora con variantes, porque no estoy sola en la aventura, sino que es un proyecto compartido con un ser hermoso llamado Laura y también porque este año el taller –que gira en torno a los libros– se dirige a niños que no tienen un gusto especial por ellos. Los reacios. Los dudosos. Los escépticos. En ese correo yo hacía un pedido a los amigos. Para que alguna vez, cuando se pueda, sin apuros, participen aportando quizás un pincel, lápices, colores, y otras cosas, para realizar actividades con los chicos. Hoy sucedió que uno de mis amigos atravesó la ciudad en bicicleta para traer los materiales que había juntado su compañera. Había ahí adentro grandes rollos de papel, pinceles, pegamento (justo hoy había dado por perdido el mío y estamos por iniciar un collage), colores y varias cosas más (¡hasta un almohadón!). Mi amigo, entonces, atravesó la ciudad en bicicleta con ese material a cuestas, con casco, y cuando llegó y le abrí la puerta, tuve toda la impresión de estar frente a un astronauta. Me pareció que venía… no de un barrio lejano pero dentro de todo conocido, ubicable en un mapa… sino de otra galaxia… y eso que este amigo y yo nos conocemos hace mucho, que somos amigos sin exclusividad, en medio de otros amigos y seres profundamente queridos, que es una amistad totalmente ordinaria en algunos aspectos, pero extraordinaria en otros, como por ejemplo, hoy. Con ese casco de astronauta y esa sensación de que para llegar hasta casa a traer el material que nos enviaba su compañera, él había tenido que atravesar quién sabe qué abismos, subir quién sabe qué cuestas, qué cerros, qué cordilleras… obviar los pozos, incluso la piedrita traicionera, esquivar cantidad de obstáculos visibles, invisibles, para… ¿Para qué? Para los niños, por supuesto. Sin embargo, yo me acordé de Gustavo Roldán, a quien este taller debe mucho. “Lo que más me gusta es volar”, dijo el sapo. Y entonces pasa que sus amigos… (leer el cuento…o escuchar acá).

*

PS. Roldán, si lo leí bien en sus textos para grandes, pensaba que el mundo mejor estaba hacia adelante y que uno podía aportar su granito de arena. Con el mayor de los respetos, yo creo que el mundo es mejor aquí y ahora cada vez que se expresan nuestras fraternidades, nuestras hermandades. Y aunque solo se vean dos en las fotos, hay por lo menos cuatro, en realidad cinco, y si contamos a los chicos, etc. Ojito. Somos un montón...




martes, 7 de mayo de 2019

Una foto




Bueno, y Eva, ¿de dónde sacaba esa fuerza?
De una cierta humanidad que portaba en ella.
Tengo varias fotos, que fui guardando a medida que las encontraba. Las más numerosas son las de Eva ícono. Las hay heroicas, luchadora, sufriente... y la pregunta era siempre la misma, ¿de dónde..? En esta foto, de la que ignoro a su autor, encontré la respuesta. Disculpen, mi respuesta. Sirve para Juan también. Explica todo, las acciones, las máscaras, las decisiones...
Fíjense, es la foto menos iconoclasta que vi de ellos, fíjense, ¡tienen sueño!, son simplemente felices, humildemente felices, son un hombre y una mujer, con la ternura de lo plebeyo. Con la sabiduría, la grandeza que puede emanar de lo plebeyo cuando se entienden las cosas, quiénes somos, de dónde venimos. Y se aceptan. Ejemplo que enseña qué hacer con lo individual: cultivarlo para ponerlo al servicio de lo colectivo. Es lo único que nos hace verdaderamente grandes y fuertes. Toda otra visión de lo individual es, a mis ojos, mezquina.
Es el cumple de Eva. En la foto está también Juan, no me molesta, ninguno de los dos oscurece o esconde al otro. Porque la Historia de lo que eran se convirtió en un Encuentro, que es lo que buscamos en el curso de nuestras vidas, algo verdaderamente difícil de lograr.
Los dos fueron uno. Por eso son del pueblo.


Miguel Praino