martes, 25 de junio de 2019

La canción que Javier nos regaló


El patio de los libros es un lugar donde nos reunimos los lunes, después de la escuela, a tomar la merienda y luego a compartir los libros. Nos sentamos en almohadones porque así tenemos lugar y estamos cómodos. Luego leemos en voz alta para todos. De esas lecturas pueden nacer charlas o juegos. Juegos y charlas. Intercambios. Experimentos. 

Sucedió que ayer festejábamos el cumpleaños de una de las nenas. Otra nena se vino con una bolsa con decoraciones, atenta a esos detalles que son tan importantes cuando uno está de fiesta. Es una delicia, como dijo alguien alguna vez, ver cómo los chicos se tratan unos a otros, los gestos, la ternura. A los adultos que inventamos esta historia nos cuesta a veces concentrarnos y no sabemos si debemos leer el libro o leerlos a ellos, lo que dicen sus ojos, sus sonrisas, sus silencios, sus palabras, sus idas y venidas también por el patio, que no siempre son señal –sea dicho de paso– de distracción sino todo lo contrario. Hay muchas maneras de atender lo que ocurre ahí. Los chicos nos lo enseñan a cada rato. (A Laura y a mí).

Ayer, entonces… le robo la expresión a Gustavo Roldán que vive en el patio, junto a muchos otros autores que nos acompañan los lunes… Ayer, decía… El patio era una fiesta… Porque no solamente habíamos logrado encontrarnos una vez más después de quince días de ausencia… no solamente había un cumpleaños que celebrar y eso nos hacía felices… sino también porque ayer teníamos (y era la primera vez) invitados especiales. Dos amigos que hacen música juntos desde hace más de 50 años.

El asunto fue así. En semanas anteriores estuvimos leyendo una poesía de Javier Villafañe, poeta, escritor, titiritero, maestro de titiriteros, inspirador a su vez de otras obras que comprenden la suya. El poema dio lugar a un juego donde cada chico tomaba el pedacito que le gustaba más y se lo guardaba como un secreto… para luego decirlo en voz alta y otro tenía la tarea de adivinar de quién era esa voz que decía las palabras. También les contamos que ese poema había sido hecho canción por el Tata, el mismo Tata con quienes se encuentran ahí, todos los lunes, lo que no es exactamente una casualidad (pero muy largo de contar). Y que esa canción había sido interpretada por un grupo que se llama así y asá. Un grupo del que forma parte este amigo, que tiene un nombre como todos nosotros pero a quien nosotros llamamos “El Profesor”. Y que estaba de visita porque vive también en París. Sucedió que ayer los dos amigos, los dos músicos estaban en casa… y se nos ocurrió invitarlos para que cantaran esa canción hecha con un poema de Javier, de quien ambos fueron amigos, ¿y cómo hacemos? ¿Cómo los invitamos?

Hubo varias propuestas. “Se lo pedimos con falsas lágrimas”… “Se lo pedimos... por favor”… “Se lo pedimos con un poema…!” (Esa fue Laura). Y ahí no más, como si siempre hubieran estado haciendo poemas, los chicos hicieron lo suyo, palabras van, palabras vienen hasta que quedó este verso.

SOÑAMOS QUE VENGAN A CANTARNOS
LA CANCIÓN QUE JAVIER NOS REGALÓ

Y como en el patio tenemos ruiseñores (o susurradores, vale decir un instrumento que permite que una poesía viaje de boca a oreja sin pasar por ningún libro), se decidió que se invitaría a los amigos, a los músicos, susurrando el verso. 

Dicho y hecho. Hubo dos voluntarias. Otro se encargó de vigilar a la Luna (que es la perra) para que no se comiera la torta, se la puso en los brazos y se sumó a la comitiva compuesta por varias nenas que acompañaban a las susurradoras. Y así fue como los niños invitaron a los músicos que accedieron a la invitación de igual manera (susurrando). Y se vinieron al patio con sus instrumentos (una guitarra y una viola), donde pusimos unas sillas y en un banquito dos réplicas de juguete que encarnan a estos mismos músicos (otra historia larga de contar...).

Y ahí pasó que los músicos tocaron la canción que Javier nos regaló y lo que no se cuenta aquí se lo podrán imaginar. 

Posdata

La cumpleañera cumplía 8 años. El cantor cumplirá en estos días los 80.
Cuando volvimos a la cocina, la torta estaba… a salvo… ¡y riquísima!
Todo esto pasaba ayer, en esta calle, en esta ciudad.
En este país, en este mundo.
Que conste.
A.



De ida - Donde se invita a los músicos
De vuelta - Donde se acepta la invitación
En el patio - Donde se chamuya grosso
Ellos, los amigos...
Ellos, los chicos...
Los mismos y Laura