lunes, 18 de noviembre de 2024

Estreno / "La sociedad del afecto"

Estreno: jueves 21/11, Gaumont, 18.30 h - repite en el mismo horario, todos los días, hasta 27/11

Guión y Dirección Alejandra Marino - Marcela Marcolini

en torno a la figura de María de los Ángeles “Chiqui” González : "descubrimos sus ideas y trabajos para propiciar el juego de niños y niñas que reparan corazones, archivan sus miedos, se sumergen en viajes y binomios fantásticos. Hombres y mujeres se unen a la tarea acunando su propia infancia, “la del niño pez que crece en el agua y despierta terrestre para soñarse pájaro”".

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Guia para posibles epitafios... y anuncio

 

Por favor, si algún día viene la parca... que fatalmente vendrá, no vayan a andar diciendo cosas raras, ni menos de esas que se expresan con números...
 
Que fui amiga de mis amigos, hermana de mis hermanos, y que jamás de los jamases... aquí el énfasis por favor.... JAMÁS sucedió que un libro que me haya buscado... no me encontrara...
 
o que no fuera a por él...
 
(lo leo y queda a disposición)
 
A.
 

 

jueves, 7 de noviembre de 2024

La flor del cedro


Un rayito de sol se hace un lugar entre espesos nubarrones y tengo tu regalo a mi lado, Juana. Te escribo para otro momento. Para cuando seas más grande y recuerdes (nunca olvidas las cosas importantes) que los días más tristes fueron también felices. Un domingo se fue Mirta y nos encontró a tres mosqueteros cerquita tuyo. Vos sabías. Antes que los demás, vos sabías. Ese mismo domingo se conocieron con Lu. Ahora son amigas. Ahora este lugar desde donde escribo está lleno de sus voces y por todas partes, también en “el jardincito de arriba”, hay huellas de sus andanzas… y de las andanzas de Lili. Me acaba de decir que ya era hora. Y estoy de acuerdo. Ya era hora. Pero, qué hacer, ¡no tengo tanto poder sobre las horas! Ni sobre las ventanas, que son del gusto de Lili, aunque hubo una vez una ventana, y justo por esa ventana entraste vos, Juana. Pero… el regalo… Este regalo… Es algo que no cabe en ninguna parte. Ni tu sonrisa, ni tus ojos. Ni el silencio cuando el regalo estuvo en mis manos. Hubo un segundo. Me habrás mirado. Es largo a veces un segundo. ¿Se dará cuenta? ¿No se dará cuenta? ¿Se podrá confiar en esta “grande personne”? Como dijo Saint-Exupéry. Y es que hay cada adulto, Juani, ya lo sabemos. Algunos son incluso capaces de talar árboles. Los mismos u otros, parecidos, se encargan de talar corazones, esperanzas, tanto amor como había para dar, y siempre tienen “buenas” razones para hacerlo, siempre hay algún “peligro” acechando. Veo, entonces, tu regalo, y todo el cedro se levanta nuevamente ante mis ojos. Tan alto, tan fuerte como fue. Tan generoso, el cedro del jardín que nos dio cobijo. Bajo sus ramas te conocimos mejor. Vimos que eras chiquita. Los otros chicos te rodearon y en un próximo encuentro ya los llamaste “mis amigos”. A veces un solo cuento basta. Sobre todo si es un cuento que ha contado Susana. Miro mi regalo. ¡Me doy cuenta, Juana! Quisiera decirte: tengo la esperanza de que confíes en mí. Cada pincelada es como un pétalo. Pienso que ahora el cedro tiene su flor. Pero ni ahora, ni después podré decirte, por qué suceden estas cosas y cómo es que un árbol fuerte y generoso quedó tendido en la vereda... ¿Lo notaste? Incluso derribado el árbol era más grande que nosotras. Pienso en lo que queda de cuanto amamos. Pienso en las raíces del cedro que no se pueden talar, ni arrancar. Pienso que existe bajo tierra un árbol que no podemos ver pero que está. Y en esos lazos que unen por lo bajo a todo cuanto de nuestros amores perdura.

Gracias pequeña, gran amiga mía, hermosa flor del cedro.

 A.

martes, 8 de octubre de 2024

Fui al río

 

Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.

[...]

Regresaba
—¿Era yo el que regresaba?—
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

 

 

Juan L. Ortiz

viernes, 27 de septiembre de 2024

Nos queda...

 

“Nos queda quizás algún árbol en la loma, al cual mirar todos los días;

Nos queda la calle de ayer y la demorada lealtad de una costumbre,

A la que le gustamos, y permaneció, y no se fue.

Oh, y la noche, y la noche…”

 

R.-M. R.

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Mecánica de almas

 

 

Debido a su vecindad con el Hipódromo de Palermo, nuestro Bajo Belgrano supo estar plagado de “studs”, es decir de aficionados a los pingos que le daban al escolazo y, entre trago y apuestas, también había guitarras y canto.

Después llegó el progreso y “El Bajo” se llenó de oficinas, cafés de diseño y un tráfico insufrible. Pero, como en “Asterix”, la identidad del barrio resiste y en los mediodías, detrás de la cortina cerrada de un “yerta”, se deja oír el sonido tenaz y melodioso de un saxo. Lo escuchamos muchas veces al pasar a gamba o en bici, pero no sabíamos que se trataba del propio dueño del local, músico él, lo mismo que sus hijos, su sobrina, amigos y hasta algún que otro cliente. 

El sábado pasado, por tercera vez desde el 2022, siempre los 21 de septiembre, hubo música en el taller mecánico de Marcelo, acondicionado con una tarima para los intérpretes, espacio para las sillas de amigos y vecinos, y hasta una barra donde aprovisionarse de bebidas.

Era como estar en un bar, pero sin garpar: había micrófonos y bafles, un sonidista, luces varias e inclusive una “bola de boliche”, si es que todavía semejante rejunte de palabras le dice algo a la lectora o lector contemporáneo.

Lo que más había, sin embargo, era entusiasmo, palabra cuya etimología –como no cansa de explicar Mauricio Kartun– remite a “en tu Zeus”, es decir a estar bendecido por estar en contacto, en este caso, vía música, con tu dios.

Estaban entusiasmados los músicos, muchas y muchos, cantantes e instrumentistas, solistas o en dúos o tríos, y hasta en tumultuosa banda. Y entusiasmados estábamos quienes tuvimos el placer de escucharlos.

Se tocó de todo y de todo se cantó (milongas, zambas, boleros) y también hubo un ramillete de damas afines en sus ganas de bailar algunas piezas que invitaban a hacerlo: alguna samba, algún reggae y hasta “Mack, the knife”.

Hermosas voces las de los muchachos jóvenes (dos registros bien distintos, ambos afiatados y hasta corajudos: ¡hay que cantar “Nada” y salir airoso!), y asimismo las de los jóvenes más crecidos: la bolerista y el trovador escorpiano.

La bolerista fue presentada de este modo y, como tal, nos llevó del arrebato al despecho; el trovador se confesó escorpiano irredento, y en un gesto de caridad plutoniana nos advirtió que todo, absolutamente todo tiene un final.

Seríamos unas 70 personas. Puede que más: 90 entre los apoltronados y los que entraban y salían, o permanecían más cerca de la entrada, y nadie se fastidió por las demoras habituales entre un número y el siguiente.

¡Cómo iba a chivarse nadie si la estábamos pasando bárbaro! Era una noche divina (de esas de andar en remerita y bucito) y cantábamos juntos “Seminare”, “Luna tucumana” o “Veinte años”, celebrando el 21 de septiembre.

La orquesta de vientos, violines y tambores merece una semblanza aparte por la fuerza, la onda y el ritmo que pusieron en cada tema: si alguna o alguno llegó al convite medio descompaginado, de seguro salió “ajustado” y riendo. Porque esa noche, en el taller de Marcelo, hubo mecánica, pero de almas.

 

Carlos Semorile

 

 

domingo, 15 de septiembre de 2024

"Dar la palabra" / Diario de Cuyo

 


La Valija Azul es el nombre de una biblioteca itinerante creada por un grupo de ex alumnos de la Escuela Normal Fray Justo Santa María de Oro de Jáchal hace exactamente un año. Desde entonces, los martes y jueves por la mañana llevan sus libros a los chicos que esperan ser atendidos en la Sala de Pediatría del hospital norteño. A la par crean microprogramas con textos literarios que se emiten por las radios Activa y 10. Una apuesta creativa que sigue creciendo. (LEER NOTA COMPLETA AQUI)

viernes, 6 de septiembre de 2024

Apunte circular

 


Acerca de lo des-hecho

En el día de ayer me encontré a la palabra esperanza y a la palabra palabra tiradas en el piso. Ambas yacían al pie de la pared azul. Una mirada rápida dejó establecida la inocencia de la lluvia. La lluvia puede diluir engrudos y despegar papeles pero no arrancar palabras y preguntas enteras. Que Quasimodo y su creador me perdonen pero daba la impresión de que un personaje así había enrollado los papelógrafos al revés de los cristianos, sacándolos del muro, transformándolos en bollo. Sin destruirlos del todo. No solo por inepcia sino más bien porque ciertas cosas no se pueden destruir. En eso pensaba, y también en Alekos Panagoulis, mientras recogía los papeles que fueron a parar a un bolso, atravesaron las calles y llegaron hasta esta mesa para ser sometidos a un examen minucioso. ¿Algo de eso podía ser salvado? Resultó que sí y ahora lo deshecho descansa bajo el peso de varios diccionarios capaces de resucitar papeles y letras. A palabra le faltan dos letras. Esperanza está completa. También lo está alegría que yacía un poco más lejos y fue vista después. En unos días nos reuniremos con quienes corresponde y sabremos qué hacer. Pero hoy el pensamiento persiste. Ciertas cosas no se pueden destruir. Quizás porque no son cosas. Tampoco son personas. Quizás sea la parte de las personas que no puede morir. Y no porque no se haya intentado. Son siglos de intentos fallidos poniendo todo a disposición para esa destrucción. Los inventos más sofisticados. Todos los ejércitos del mundo. Tanques y carros. Toda la maquinaria del dolor. También el miedo, la angustia. Y esto nada tiene que ver con el sátrapa de la esquina sino con quienes todo lo aplastan incluyendo al sátrapa de la esquina. Y aunque mirado de cierta manera esos son los que imponen y los que mandan, quizás no esté de más  recordar que no logran jamás plenamente su cometido. Algo se les escapa siempre. Algo que se parece a la esperanza y a la palabra. A salvo de canallas y de estúpidos.

 

A.