lunes, 26 de febrero de 2024

Segunda edición

La Circular La Vereda es un quehacer en torno al cual nos encontramos algunas personas. Cada ejemplar es único, imperfecto e irrepetible. Se pega una sola vez y se difunde a través de redes personales y amigas. Quienes se encuentren cerca de las direcciones indicadas (César Díaz y Artigas; Cuenca y Juan A. Garcia) pueden además en estos días retirar un texto de García Lorca.... ¡ese es privilegio de vecinas y vecinos !

Si algún cartel les gusta, se lo llevan nomás. Pa eso están. Confiamos en el buen uso de los amigos. 









sábado, 24 de febrero de 2024

Amigo libro

 

Sucedió que ese verano leíste para mí las páginas del gran libro. Hubo un momento de espera. No había forma de saber cuan largo sería. Y yo me preguntaba a la distancia cómo sería andar por tus pagos encomendado con tamaña misión. No quisiera ofender, pero estarás de acuerdo, lo sé, y cómo me gusta saberlo, eso fue más considerable que dibujar un cordero. Lo digo sin desprecio por el cordero. Pero el libro. El gran libro. Inaccesible. El libro que nunca nadie había podido acercar. ¿Vos leerías para mí? (Amigo andante, caballero, ¿tendrás idea alguna vez de todo el tiempo en que esperé a que salieras del libro, de tu propio libro, para venir hasta el mío? Y, de libro a libro, intercambiar una página, dos, tres, cuatro, y tras esas páginas todas las otras. Las miles de páginas de tu libro y el mío). Porque ese fue el verano en que yo también te leí. ¿Llovía cuando me encomendaste tamaña misión? Todo se fue borrando salvo las voces. Solo ellas perduran. Y el campo de batalla. El cielo en tu relato. Y en el mío. Tierra allá. Mar aquí. Todos náufragos. Todos vivos en el milagro de la voz que permanece y cumple. Rojas las tapas del libro que quedó aquí (dijiste: Todo es símbolo) y esto es cierto: no lejos del reloj.

 

Y. para V.

domingo, 4 de febrero de 2024

Una vez más / Cien niños esperando un tren

Cada cierto tiempo insisto con esta película.
 
Ignacio Agüero documentando el trabajo de Alicia Vega, sus talleres de cine con las infancias en los barrios humildes de Santiago de Chile en dictadura. Aquí se muestra un taller. Pero no fue un año. Fueron décadas. Fueron niñas y niños de distintas generaciones los que pudieron participar en esta experiencia. Hace poco, en pandemia, Alicia (92 años) organizó sus apuntes, sus archivos, y publicó un libro* que es una suerte de suma teológica para no desesperar.
 
Se puede. Muchas cosas se pueden incluso y sobre todo en esos momentos en que pareciera que no se puede nada. Solo que hay que atreverse a explorar caminos no tan transitados o descubrir el camino en el que se encuentran ciertas necesidades y ciertas disposiciones. Descubrir quizás, como dijo mi padre, ese lugar donde nuestra presencia se hace irremplazable. No se pierdan a Alicia, ni a sus niños.
 
 A.

 

 

* disponible para consulta en el patio de los libros

viernes, 19 de enero de 2024

Literatura de cordel

 


Cuando colgamos poemas años atrás (en la calle, usando un cordel tendido en un arbolito, que nos perdone el arbolito), no conocíamos el antecedente de la literatura de cordel. Se dio de colgar y se dio que hubo vecinos que se llevaron escritos "publicados" así y también hubo vecinos que colgaron/publicaron en la cuerda sus propias poesías o escritos. Ni ellos ni nosotros pedimos nunca permiso. Por lo demás tampoco nos conocimos como no fuera leyéndonos. Aunque pareciera diferente no me parece que esa forma esté del todo alejado de los queridos papelógrafos de quien sabemos y los suyos. Al primero que escuchamos hablar de literatura de cordel fue a Rafael Urretabizkaya, en el taller de La Musaranga, que sabe bastante también de andar colgando (es decir poniendo al alcance de la mano) todo tipo de cosas y literatura también. Comparto una nota que cuenta del género literario stricto sensu: literatura de cordel, hermosa experiencia que se prolongó durante siglos. Para seguir pensando (y haciendo). PARA LEER LA NOTA PULSAR AQUI



viernes, 5 de enero de 2024

Dicen que no hablan las plantas...

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
-Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

-Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

 

Rosalía de Castro

domingo, 10 de diciembre de 2023

Fragmento de un cuento

 

“Pensó en su tío. Su tío con voz gruesa y con cara de malo. Solo ella sabía que era bueno. Mucho tiempo tuvo esa creencia de que solo ella sabía que era bueno. Por los paseos. Los paseos de la mano y los relatos. Porque su tío conocía piratas muy peligrosos. Así le dijo una vez o parecido cuando el paseo fue hasta la playa, y la hizo mirar con mucha atención, con muchísima atención algo que no podía ver porque era de noche. Y la noche, al igual que el mar, era inmensa y se podía recorrer sin descanso. Sin miedo. El tío le había contado aquella historia acerca de un ataque al sol. Unos maleantes una vez se propusieron robárselo y lo esperaron, en barcas, en el lugar donde el sol se pone. El sol los enfrentó valientemente pero fue herido por una lanza envenenada y todo se tiñó de rojo alrededor. De ahí el crepúsculo. Durante años, el sol no había vuelto a salir y los habitantes de varios pueblos, como si esa fuera su condena por no haber sabido defender al sol, se habían quedado a oscuras. Siempre mirando al mar, los ojos fijos en el lugar de la caída. Hasta que alguien, el tío no sabía decir quién, y no quería mentir, pero alguien que él suponía podía ser un niño, o una niña, había mirado en otra dirección y sólo ahí el sol se levantó. […] Cuando el sol desaparece, había dicho el tío, tú tienes que dar la espalda al mar. Y el sol aparecerá por ahí. O por allá. Mira bien. Por donde menos lo esperas.”

 

Ana Vidal