domingo, 23 de agosto de 2015

Nadie detiene al Gallo Cantor

Sobre el reestreno de la Cantata del Gallo Cantor
Buenos Aires, Hasta Trilce, 22 de agosto 2015

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Cuando fue lo de Trelew, Juan Gelman escribió unos versos tan estremecedores como aquella masacre, versos que Juan Cedrón musicalizó magistralmente. Nacía así la Cantata del Gallo Cantor que se pudo escuchar una sola vez en la Argentina de aquellos años duros, y que –después de haber sido grabada y muy escuchada en Francia vuelve hoy a nuestra tierra por iniciativa de los muchachos de La Lija en fraterno ensamble con el Cuarteto Cedrón. Siempre, pero en esta ocasión en especial, la voz del Tata es como un compendio de la poesía social argentina: Tunón, Manzi, Gelman, pero también Bustos, Blomberg, más una multitud de giros, de inflexiones y de cadencias, que son de aquí porque nacieron de la atenta escucha que esos hombres tuvieron para con el habla criolla, el lunfardo, el idioma de los argentinos.

Por su parte, la voz del líder de La Lija, Cancerbero William, vibra en la estirpe viril y oriental de Zitarrosa, pero remite además a la Santa María de Onetti como el reverso imaginario pero verdadero de las ciudades del Plata. Y La Lija, como conjunto, son una amotinada banda de “arribeños” que ha tomado la herencia hispánica no como lápida sino como inspiración para producir música americana. Acaso sea una percepción muy subjetiva, pero escuchándolos recordé a los mejores conjuntos del folklore chileno –los “Quila”, los “Inti”, cuando sus voces al unísono traían al pueblo como “coro”. Y ya que estamos, ¿ese piano maravilloso, no tiene reminiscencias del de Claudio Parra de Los Jaivas? Pero en el plano de los legados, La Lija se reconoce siguiendo la huella del Cuarteto Cedrón, y en su elegancia de sacos, chalecos y corbatas hay un intento de recobrar el tiempo y a lo que viaja en él: la memoria.

Memoria, entonces, de los Mártires de Trelew, de sus luchas que hicieron que –como nunca antes y nunca después la oligarquía sintiera muy cerca de su garganta el cuchillo de la justicia aquí en la tierra. Memoria de la advertencia de Walsh: “Que esa clase esté temperamentalmente inclinada al asesinato es una connotación importante, que deberá tenerse en cuenta cada vez que se encare la lucha contra ella”. Memoria de María Antonia, de Albertito, de la Petisa María Angélica (como tantas veces escuché sus nombres en boca de sus compañeros que los amaron y los aman), y de todos los demás caídos por decir que “nosotros no solamente queremos la igualdad en la muerte, también queremos la igualdad en la vida, queremos la justicia en vida”. Celebración de sus vidas y de la luminosa belleza que sembraron para todos, y por eso “nadie detiene al día, nadie detiene al sol, nadie detiene al Gallo Cantor”.

Y estaba la emoción del Profe y del Tata rodeados de jóvenes, su cosecha de tantos años de amor a la vida. Y estaba el estremecimiento de sentir que esta potente versión de la Cantata del Gallo Cantor es un ajuste de cuentas con nuestra historia. Porque ahí estaban los 16, representados por los diez de La Lija más el Cuarteto devenido en quinteto (sumando el cello de Josefina García), y estábamos nosotros, el coro, completando el número. Porque, como dijo Scalabrini, “para el espíritu, las resurrecciones son cosas sin asombro”.

Carlos Semorile

lunes, 10 de agosto de 2015

Más allá de la muerte




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A pocas horas de ocurrido el fallecimiento de Manuel Contreras recuerdo un extraordinario testimonio publicado por la revista Análisis en su número 376, en abril de 1991: “Yo acuso al general Contreras” de Gladys Díaz. Habría que volver a publicarlo. Me ofrezco, ya que lo tengo, a copiar cada palabra con todo el respeto que se merece. No alcanza resumir ni intentar poner otras palabras en lugar de las que ese testimonio rescata, arranca, defiende, considera, ofrece.

Recuerdo también que en esos días me fui a la escuela con la revista en la mochila y que en el patio, durante un recreo, la leímos en voz alta con un entrañable compañero. Ambos quedamos impactados, no solamente por la historia que ahí se narraba sino por el cómo, por el coraje de Gladys Díaz –periodista, militante del MIR, detenida en 1975, prisionera de la DINA en Cuatro Álamos–, por la precisa y rigurosa manera que ella tenía de hacer de su relato un instrumento contra la infamia de algunos, contra la ignorancia de otros: no solamente contra el olvido, porque no podemos olvidar lo que no conocemos y nosotros, jóvenes entonces, conocimos también lo que había que conocer gracias a Gladys Díaz. Pero, también, era esa escritura un instrumento a favor de cierta humanidad, tal como la periodista junto con otros –por ejemplo, sus compañeros de la revista Análisis y tantos más que no se pueden nombrar– nos la ofrecieron como cosa digna de amar y defender. Por esto, indisociablemente, al enterarme de la muerte de Manuel Contreras se me viene a la mente la figura de Gladys Díaz, la de Juan Carlos Perelman y la de tantas personas que nos faltan.

Una extraña coincidencia hace que hoy, en Argentina, estemos a pocas horas de un acontecimiento sumamente relevante. Esta noche, en una sala de Buenos Aires, se presentará una obra llamada “Del Gallo Cantor. Cantata”, sobre poesías de Juan Gelman y música de Juan Cedrón. La obra fue creada en 1972, inmediatamente después de los fusilamientos de Trelew. Quizás el lector chileno lo recuerde. En agosto de 1972, en Argentina, se produjo una fuga de prisioneros políticos encarcelados en el penal de Rawson. 25 prisioneros lograron salir. Tras múltiples dificultades, llegaron a destino: al aeropuerto. 6 pudieron tomar y desviar un avión que los llevó a nuestro país donde contaron con la debida protección. Otros 19 quedaron en el aeropuerto sin poder huir. Fueron detenidos y fusilados el 22 de agosto de 1972. 16 murieron. Los tres sobrevivientes (liberados en 1973, tras la elección de Cámpora) fueron ulteriormente asesinados. Lo que también fue el caso de algunos de los fugados que encontraron refugio en Chile. Entre ellos, Mario Roberto Santucho.

En esos mismos días, Juan Gelman escribió una serie de poemas. Juan Cedrón les puso música. Uno de esos poemas se refería explícitamente a los fusilamientos. Los otros evocaban, desde diversos lugares, las añoranzas de una parte del pueblo argentino en esos años. La obra fue presentada en 1972 en Buenos Aires. Luego, tanto el poeta como los músicos salieron del país. Gelman (1930-2014) nunca volvió a radicarse en Argentina. Cedrón lo hizo hace once años. La obra no volvió a escucharse en Argentina. Pero sí en Francia donde pasó a ser una obra de culto. Por iniciativa de un grupo de jóvenes –muy jóvenes– músicos argentinos esta noche se presentará la Cantata del Gallo Cantor en Buenos Aires. Participarán en este concierto los creadores de la obra y estos mismos jóvenes (La Lija es su nombre), mostrando al público esa condición básica de los rescates que más importan: la unión, la acción conjunta entre generaciones que se conocen, se aprecian, se escuchan, se valoran y se arremangan para trabajar juntas.  

¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Todo. Y se explicita en las palabras que esta noche quince músicos van a interpretar:

“nosotros no solamente queremos la igualdad en la muerte
también queremos la igualdad en la vida
queremos la justicia en vida
aunque sea corta y larga la muerte”

En estas horas en que todos los diarios de Chile y, probablemente del mundo, anuncian la muerte de Contreras, consciente de que nosotros no pudimos anunciarle a nadie la muerte de nuestros seres queridos más cercanos porque no conocemos ni siquiera la fecha, siento que  hoy más que nunca hay que seguir exigiendo por la vida. Ir al rescate de todas nuestras obras ignoradas, olvidadas, descuidadas, desatendidas. No me refiero o no me refiero solamente a tal o cual poema, composición, cuadro, escrito. Me refiero a esa obra mayor que constituye la manera de vivir de ciertas personas. La vida misma. Esa es –también– la obra. La manera que tantas valiosas personas tuvieron de vivir. La manera en que tantas personas siguen viviendo sin darse por vencidas.

Para los jóvenes de mañana, a lo mejor, no habrá otra herencia que no sea esa. La vida, tal como hombres y mujeres de todos nuestros pasados y de todos nuestros presentes, eligieron vivirla. Por eso pienso que, más allá de la muerte, hay que atender ciertas plumas que, desde Chile, desde Argentina, desde tantos otros lugares, nos vienen diciendo que ése y no otro ha sido siempre el objetivo: la igualdad y la justicia. En vida.

 
Antonia García Castro