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domingo, 10 de julio de 2022

Fragmento de lectura - Mal de escuela

“Es verdad, entre nosotros está mal visto hablar de amor en materia de enseñanza. Intentadlo y veréis, es como mencionar la soga en casa del ahorcado.

Más vale recurrir a la metáfora para describir el tipo de amor que anima a la señorita G., a Nicole H., a los profesores de los que he hablado a lo largo de todas estas páginas, a la mayoría de los que me invitan a sus clases y a todos los infatigables a quienes no conozco.

Metáfora, pues.

Una metáfora alada en este caso.

Vercors, una vez más.

Una mañana del pasado septiembre.

Los primeros días de septiembre.

Me dormí tarde sobre una página cualquiera de este libro. Despierto con prisas para proseguir. Me dispongo a saltar de la cama pero un sutil estruendo me detiene. Pían alrededor de la casa. Un piar innumerable, intenso y, a la vez, de lo más tenue. ¡Ah, sí, la partida de las golondrinas! Cada año, hacia la misma fecha, se dan cita en el tendido eléctrico. Campos y bordes de carretera se cubren de partituras, como en un cromo barato. Se disponen a emigrar. Es el estruendo del encuentro. Las que todavía revolotean por el cielo piden autorización para alinearse con las que se han posado ya en su hilo, muy estremecidas por el deseo de horizontes. ¡Espabilad, vamos allá! ¡Enseguida, enseguida! Vuelan a toda velocidad. Llegan del norte en batallones hitchcockianos, rumbo al sur. Precisamente, la orientación de nuestro dormitorio: norte, sur. Un tragaluz al norte, una doble ventana al sur. Y cada año el mismo drama: engañadas por la transparencia de esas ventanas alineadas, un buen número de golondrinas van a estrellarse contra el tragaluz. Nada de escritura esta mañana, pues. Abro el tragaluz del norte y la doble ventana del sur, me meto de nuevo en la cama y nos pasamos toda la mañana mirando las escuadrillas de golondrinas que atraviesan nuestra choza, silenciosas de pronto, intimidadas tal vez por esas dos personas acostadas que les pasan revista. Solo que, a un lado y otro de la doble ventana, dos estrechos postigos verticales permanecen cerrados. Es grande el espacio entre ambos postigos, bastante para dar paso a todos los pájaros del cielo. Y sin embargo nunca falla, ¡tres o cuatro de aquellos idiotas se la pegan siempre contra los postigos! Es nuestra proporción de zoquetes. Nuestras nulidades. No están en la línea, no siguen el camino recto, retozan al margen. Resultado: postigo. ¡Ploc! Caída en la alfombra. Entonces uno de los dos se levanta, toma la golondrina atontada en la palma de su mano —no pesan nada, esos huesos llenos de viento—, aguarda a que despierte y la manda a reunirse con sus compañeras. La resucitada emprende el vuelo, un poco sonada aún, zigzagueando por el espacio recuperado, luego se dirige directamente hacia el sur y desaparece camino de su porvenir.

Ya está, mi metáfora tendrá el valor que tenga, pero a eso se parece el amor en materia de enseñanza, cuando nuestros alumnos vuelan como pájaros enloquecidos. A eso consagran su existencia la señorita G. o Nicole H.: a sacar del coma escolar a una sarta de golondrinas estrelladas. No lo consiguen siempre, a veces se fracasa al trazar un camino, algunos no despiertan, se quedan en la alfombra o se rompen la cabeza contra el siguiente cristal; estos permanecen en nuestra conciencia como esos agujeros de remordimiento, donde descansan las golondrinas muertas al fondo de nuestro jardín; pero lo probamos siempre, al menos lo habremos probado. Son nuestros alumnos. Las cuestiones de simpatía o antipatía hacia uno u otro (¡cuestiones del todo reales, sin embargo!) no se toman en cuenta. Habría que ser muy listo para poder decir cuál era el grado de nuestros sentimientos hacia ellos. No se trata de ese amor. Una golondrina aturdida es una golondrina que hay que reanimar; punto final”.

  

Daniel Pennac, Mal de escuela

 

lunes, 19 de julio de 2021

El aquí y ahora de Korczak


Varsovia, Polonia, 1933-34, Janusz Korczak junto a la orquesta del orfanato Dom Sierot

 

“Cuando yo era grande, cuando algo me importaba, hablaba mejor. Puede que a los niños les suceda al revés. Cuando algo les importa mucho, se les hace difícil hablar, aunque se sepa. Como si sintiéramos vergüenza de no hablar como se debe. Porque es triste tener que hablar científicamente en la escuela para lograr una nota, un elogio o una reprimenda, y no como se siente en realidad”.

“Pero es que los niños son necesarios en el mundo y exactamente como son”.

 

Janusz Korczak, autor de estas líneas, es educador. También doctor. Nació y vivió en Varsovia (1878-1942). Por ciertas condiciones de su muerte, se corre a veces el peligro de que esa muerte oculte su vida y su obra. Lo que sorprende es la manera en que están entrelazadas. Su vida, su obra, su lucha. Su opción por los niños. Por las  infancias, en su irreductible particularidad. Aquí y ahora. Ese aquí que fue Varsovia y ese ahora de la primera mitad del siglo XX. Muchos educadores lo saben y se ocupan de que su obra se siga conociendo. Lo que tuvo de pionera. Lo que le debemos. Lo que sigue siendo actual. Su diversidad. Una parte puede conocerse a través de sus escritos. Algunos están disponibles en castellano. Por ejemplo, Si yo volviera a ser niño (de ahí son las citas).  

Andrzej Wajda le dedicó una película. La versión que se reproduce está en polaco subtitulada en francés. Pero puede verse en italiano subtitulado en nuestro idioma (VER KORCZAK SUBTITULADO EN CASTELLANO AQUÍ). 

Sirva esta breve nota para recordar que previo a los hechos narrados en esta película, este maestro tuvo a cargo el orfanato de la calle Krochmalna durante treinta años y que es una vida entera la que dedicó a los niños que estuvieron a su cuidado. 

 



viernes, 11 de septiembre de 2020

VENTANARTE

 


11 de septiembre de 2020, 20 hs.48’ Caba, Argentina casi finalizando el día del Maestr@; un día muy especial con saludos y MUCHO CARIÑO virtual me pregunto ¿por qué VENTANARTE?

Empezó allá en marzo cuando empezamos la pandemia-cuarentena, mi ventana se abrió tímidamente buscando un ¿espacio?, ¿un proyecto?, ¿un lugar?; “no lo sé”. Deseaba que los niñ@s y los adultos tuvieran un espacio de expresión, un lugar donde pudieran encontrar que es su lugar sin conocernos sintiéndose acogidos, contenidos, con su creatividad a flor de piel.

Fuimos poco a poco encontrándonos; poesías, imágenes, cuentos, móviles, cuentos para pintar, juegos de cartas literarias, alberga VENTANARTE y de regalo nos entregan dibujos, collages, adornos y mucho más que me llevaría renglones y reglones para escribir y describir porque no es sólo un dibujo, un collage, un adorno, es el afecto, el compromiso, que traen cada uno de ellos apoyados por sus familias.

El día de la Niñez VENTANARTE  estuvo colmada de susurros ya que la vereda intervenida por una rayuela colorida realizada por Antonia, colega de ventana (quien los fines de semana recibe niñ@s para compartir por unos días sus libros), no dejaba de sonar.

Mis árboles también participan de esta experiencia ya que en ellos se pueden observar reproducciones de artistas como Antonio Berni, Benito Q. Martín, Xul Solar, Vincent Van Gogh, Monet y ayer una vecina con gran generosidad entregó dos cuadros de su propia producción.

Finalizando nuestra experiencia ¡que seguirá! …. Como homenaje a tod@s los MAESTR@ propusimos escribir anécdotas escolares y una vez más nuestros vecin@s anotador y lapicera en mano abrieron sus corazones!!!!!

 

                   Por muchas VENTANAS desde donde sea y para quien sea!!! UBUNTU, cuento africano.

 

                       Desde VENTANARTE