miércoles, 27 de agosto de 2025
domingo, 24 de marzo de 2024
Vivir el arte en comunidad
Tras los anuncios sobre recortes y despidos que afectan los talleres culturales en los barrios, recordamos sus inicios
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Circular La Vereda - 24 03 24 |
Plan cultural en barrios
1984
Democracia joven… poco tiempo para curar heridas.
Un grupo de delirantes de la cultura nos hicimos fuertes, cerramos los ojos y los oídos pero no nos callamos. Nos habían convocado para formar parte del equipo de docentes de áreas artísticas del Plan Cultural en Barrios de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
Lo cierto es que había transcurrido muy poco tiempo en Democracia desde diciembre de 1983. ¿Se podría restañar heridas?
Apostamos al arte para intentar desterrar el miedo, el ostracismo, la censura y la autocensura que nos tapó la boca, nos cerró los ojos para sobrevivir.
Con ese espíritu nació el Plan Cultural en Barrios. Las escuelas de la Ciudad nos cedieron sus aulas a contra turno y se invitó a chicos y grandes para que se inscribieran en talleres de literatura, pintura, folklore y muchos más. Cuento mi experiencia: coordiné un taller de literatura para adultos
Grande fue mi sorpresa cuando les pregunté por qué querían escribir.
La respuesta fue: Para “ensayar” ser libres, desterrar el miedo a la palabra, decir lo que sentimos y pensamos. Textuales palabras o aproximadas de Ernesto, Nélida, Julia, Antonio y otros más. Los primeros trabajos eran elípticos, la metáfora sustituía la mención de situaciones concretas.
Me decían: “No puedo contar que vi como a un pibe joven lo chupaban en el café. ” “Mejor digo: vi a un pájaro que cayó en la red del tipo loco que torturaba cantos”.
Tenían miedo, miedo de hablar, de expresar situaciones, de atreverse a contradecir órdenes injustas. Era preciso guiarlos para que sus emociones, pulsiones, ideas, contradicciones se pusieran en palabras.
Fue un largo proceso, de idas y vueltas, de darles herramientas como escritores para apoyarse en lo que un “oficio” aunque vocacional les presentara el desafío de hacer LITERATURA con mayúscula.
Algunos que transitaron la experiencia lo lograron, otros viraron hacia otras expresiones artísticas. Lo más importante es que disfrutaron de la experiencia de compartir con otros sus historias, sus sueños y utopías… Y de a poco el miedo se fue diluyendo… muy de a poco.
Quitar esos espacio de reflexión y creación, en este caso que relato desde la escritura, es retroceder muchas décadas.
El plan Cultural en Barrios no puede dejar de existir, es matar un proyecto que da vida a los mayores, que permite canalizar vocaciones, que da sentido a la vida de mucha gente de todas las edades que necesita vivir el arte en comunidad.
Sería un crimen (me atrevo a decir Institucional) que nunca tendría castigo para quienes cercenen este espacio de la Cultura.
Lita Llagostera
Circular La Vereda
miércoles, 24 de mayo de 2023
domingo, 7 de agosto de 2022
La loca de la casa
Le debo a Antonia el conocimiento de Daniel Pennac, y a Daniel –a quien, como a Antonia, comienzo a deberle tantas cosas– le quedo agradecido por recordarme un dicho que solía decir mi madre:
“La imaginación, la loca de la casa”.
Y agrega Pennac: “Malo para el matrimonio, eso…”. Imagino que lo dice en joda, como tantas cosas que dice con ese humor suyo que, ironía mediante, desarma tantos consensos bienpensantes.
Temprano en su vida, mi vieja descubrió “la virtud paradójica de la lectura que consiste en abstraernos del mundo para hallarle un sentido”. Y por ello muchas veces la percibí abrumada, pero jamás la vi vencida.
La acompañaba “la loca de la casa” y al mencionarla de ese modo enseguida se reía con todo el cuerpo. A rachas de tentación, salía de la carcajada apenas para tomar aire y seguir riéndose hasta las lágrimas.
Esta escena sucedía en la cocina de nuestra primer casa, la misma donde tantas veces la alcanzó la tristeza de algún dolor que la llevaba al llanto: Brígida era contenida en la angustia y expansiva en la alegría.
Tenía la desbocaba imaginación de los tímidos, esa mezcla de lectora abstraída y aventurera en ciernes, y esta virtud la mantuvo porque siempre fue “irrevocablemente fiel a sus necesidades espirituales”.
Comía muy poco y daba la impresión de ser etérea, pero Brigi no daba un paso sin el alimento espiritual que la mantuvo a salvo de todos los naufragios. Estaba bendecida por la gracia de su alocada fantasía.
Carlos Semorile
martes, 7 de diciembre de 2021
miércoles, 10 de noviembre de 2021
Una casa de Flores
Desde hace tres años que voy regularmente al barrio de Flores. A un sector específico más o menos ubicado en el cruce de Rivadavia y Nazca que ahí deviene San Pedrito. Si me apuran diría que es la peor parte de Flores. La más bulliciosa. Un mar de personas la transitan también. Todo ahí es ajeno al barrio que uno añora con los ojos de Arlt y los del Profesor… Sin embargo hoy sucedió algo insólito. Venia caminando por Yerbal como lo vengo haciendo desde hace tres años… con resignación… No me gusta Yerbal pero mucho peor es salir a Nazca… En eso estaba cuando veo algo que nunca antes había visto… un paso peatonal… en la calle Terrada… un paso por Terrada que me permitía cruzar las vías del tren y en vez de huir por Nazca… hacerlo por Terrada que es lo más parecido a una calle de pueblo. ¿Cómo fue que nunca antes vi ese paso? Como disculpa… creo recordar que durante un tiempo hubo en esa esquina de Yerbal y Terrada una obra… quizás el andamio no me dejó ver… quizás los caminos se abren o se cierran a propósito según los pasos que tengamos que dar… y no los elegimos nosotros… Me gusta pensar que durante tres años hubo ahí una pared hecha de bruma que no me dejó ver y que hoy se disipó. Atravesé las vías del tren maravillada por la perspectiva de evitar el infierno de Nazca y ponerme a salvo en esa suerte de realidad paralela de la calle Terrada. Y en eso estaba bajando las escalinatas cuando alcé los ojos y me encontré con una casa. Una casa de Flores. Una auténtica casa de Flores. Me impresionó la visión de la casa por lo bella. La recorrí con la mirada y vi que había algunas letras. No veo bien (de ahí esta historia….). Pero veía sí que había letras… letras… familiares… Letras… que formaban… mi nombre...