Mostrando las entradas con la etiqueta Las palabras. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Las palabras. Mostrar todas las entradas

miércoles, 10 de septiembre de 2025

Destruir la miseria

 Discurso pronunciado ante la asamblea nacional legislativa el 9 de julio de 1849

 

"Yo no soy, señores, de los que creen que se puede suprimir el sufrimiento en este mundo; el sufrimiento es una ley divina; pero soy de los que creen y afirman que se puede destruir la miseria.

Tengan en cuenta, señores, que no digo disminuir, reducir, restringir, limitar, digo destruir. La miseria es una enfermedad del cuerpo social como la lepra era una enfermedad del cuerpo humano; la miseria puede desaparecer como la lepra desapareció. ¡Destruir la miseria ! ¡Sí, esto es posible! Los legisladores y gobernadores deben pensar en ello constantemente porque, en esta materia, mientras no se hace lo posible, no se cumple con el deber.

La miseria, señores, abordo aquí el meollo de la cuestión, ¿quieren uds. saber hasta dónde va, la miseria? ¿Quieren uds. saber hasta dónde puede llegar, hasta donde llega, no digo en Irlanda, no digo en la Edad Media, digo en Francia, digo en París, y en los tiempos que vivimos. ¿Quieren uds. hechos?

Dios mío, no dudaré en citar estos hechos. Son tristes pero es necesario revelarlos. Y miren, si tuviera que decir todo lo que pienso, quisiera que saliera de esta asamblea, y de ser necesario haré una propuesta formal para que así sea, una gran y solemne investigación sobre la verdadera situación de las clases trabajadoras y sufrientes en Francia. Quisiera que todos los hechos explotaran abiertamente a la luz del día. ¿Cómo se puede querer curar el mal si no sondeamos las heridas?

Así que aquí están los hechos.

Hay en París, en los suburbios de París donde el viento de rebelión prende fácilmente, hay calles, casas, alcantarillas donde familias, familias enteras viven hacinadas, hombres, mujeres, muchachas, niñas y niños, que no tienen camas ni mantas, casi ni ropa, como no sean montones de trapos asquerosos en fermentación, recogidos en el lodo de las esquinas, suerte de estiércol de las ciudades, donde criaturas se entierran vivas para escapar del frío en invierno.

Eso es un hecho. ¿Quieren más? En estos días, un hombre, Dios, un pobre desgraciado hombre de letras, porque la pobreza no perdona ni a las profesiones liberales ni a las profesiones manuales, murió de hambre, murió de hambre literalmente, y se comprobó después de su muerte, que no había comido desde hacía seis días.

¿Quieren algo aún más doloroso? El mes pasado, durante la epidemia de cólera, se encontró a una madre y a sus cuatro hijos que buscaban comida entre los escombros inmundos y apestosos de las tumbas de Montfaucon.

Pues bien, señores, yo digo que estas cosas no deben ser; digo que la sociedad debe poner todos sus medios, toda su dedicación, toda su inteligencia, toda su voluntad, ¡para que estas cosas no sean! Digo que este tipo de hechos, en un país civilizado, compromete la conciencia de toda la sociedad; que yo que estoy hablando, me siento cómplice y solidario, ¡y que estos hechos no son sólo perjuicios contra el hombre sino que son crímenes contra Dios!

Es por esto que me siento compenetrado, y quisiera que uds. también pudieran compenetrarse de la importancia de la propuesta que se les somete. Esto es sólo un primer paso, pero decisivo. Me gustaría que en esta asamblea, mayoría y minoría, qué importa, yo no conozco mayorías ni minorías frente a tales cuestiones; quisiera que esta asamblea tuviera un alma sola para caminar hacia esa gran meta, esa meta magnífica, ¡esa meta sublime que es la abolición de la miseria!

Y, señores, no solamente apelo a su generosidad, también me dirijo a lo que hay de más serio en el sentimiento político en una asamblea de legisladores. Y sobre el particular, una última palabra: terminaré aquí.

Señores, como ya dije antes, Uds. con la ayuda de la Guardia Nacional, del ejército y de todas las fuerzas vivas del país, acaban de fortalecer el Estado sacudido una vez más. No recularon ante ningún peligro, no dudaron ante ningún deber. Uds. han salvado la sociedad civil, el gobierno legal, las instituciones, la paz pública, la propia civilización. Ustedes han hecho algo importante… Pues bien ¡No han hecho nada!

No han hecho nada, insisto en este punto, ¡mientras el orden material conseguido no tenga como base el orden moral consolidado! No han hecho nada, ¡mientras el pueblo sufra! No han hecho nada, ¡mientras haya por debajo de uds. una parte del pueblo que desespera! No han hecho nada, mientras que aquellos que están en la plenitud de la vida y trabajan puedan estar sin pan! ¡Mientras que los mayores, que han envejecido y han trabajado puedan estar sin asilo! Mientras la usura devore nuestros campos, mientras se muera de hambre en nuestras ciudades, mientras no haya leyes fraternas, leyes evangélicas que vengan de todas partes en ayuda de las pobres familias honestas, de los buenos campesinos, de los buenos obreros, ¡de la gente de corazón! ¡No han hecho nada, mientras el espíritu de la revolución tenga como auxiliar el sufrimiento público! ¡No han hecho nada, no han hecho nada, mientras en esta obra de destrucción y de tinieblas, que prosigue solapadamente, el hombre malvado tenga como colaborador fatal al hombre infeliz!"


Victor Hugo

domingo, 10 de septiembre de 2023

Ñácate

 

 

Para hablar del maravillado asombro que provoca en uno haber asistido a una función de “Salvajada” no queda otra o, maticemos, al menos a mí no me queda más chance que valerme de otros textos, como éste del Profe González:

“Kartun ha llevado al extremo de precisión y desamparo el acto de rompernos otra vez, en la falsa unidad de nuestra conciencia, quebrarnos nosotros mismos, en los viejos mitos de la humanidad que parecían tan calmos y receptivos”.

Nótese que Horacio González escribió estas palabras en 2015, como prólogo a una edición de “La Madonnita” y “La suerte de la fea” realizada por la Biblioteca Nacional para su Colección de Mini Libros, y que ya sabía que Kartun iba a “rompernos otra vez” ya fuese con otra obra enteramente suya o, como en este caso, adaptando un cuento de Horacio Quiroga, “Juan Darién”, y sacudiendo la mansedumbre mítica que está en la base de una educación intolerante y sádica.

De ahí proviene el “ñácate” que se escucha en escena y que aquí funciona como una síntesis lunfarda para decir “Exterminad a todos los salvajes”, es decir a todos aquellos a quienes previamente se los despojó de su condición humana. La frase viene de otra selva, la que recorrió Kurtz en “El corazón de las tinieblas” para descubrir que la pátina de la civilización es apenas una mascarada de señoritos y de jerarquías.

De ahí la necesidad de asumir una máscara, aunque sea la impuesta, pero revirtiendo todos sus significados implícitos para comprender de una vez de qué lado de la biaba programada se está. Paradojas de la mitología como “una biblioteca veinticuatro horas. Es un maxi-kiosco abierto ahí, para que uno resuelva cosas” –como decía Kartun conversando con González-, cosas de rabiosa actualidad pues nada hay más urgente que advertir a los incautos que vitorean latigazos.

Pero escribimos muchas palabras y se deja oír poca musiquita, cuando en verdad “Salvajada” nos hizo mover las patitas y el alma al son de la riquísima diversidad de sus canciones, reírnos y conmovernos con cuadros que –magistral dirección de Luis Rivera López- son como estar viendo un compendio de las más bellas escenas de Favio. Dicho a lo bestia: purgamos emociones como aristotélicos en celo.

Porque esta nueva joya de Kartun es también, y acaso sobre todas las demás lecturas que válidamente pueden hacerse, una gozosa celebración de la diferencia. La que nos hace ser quiénes somos.

 

Carlos Semorile

 


sábado, 17 de septiembre de 2022

Dos relatos

 Un bruto

 


Se decía de él que, al igual que su padre, era un hombre rudo. Tendría en ese momento 40 años y trabajaba en una de las fábricas vecinas. Salía temprano en motocicleta. El día lo encontraba en la ruta. De su trabajo no contaba nunca nada. Pero se sabía que de regreso, entre la fábrica y la casa donde vivía con la madre, primero pasaba por el café. Pedía lo mismo siempre. Lo mismo que también pedían los demás. Esa bebida con gusto a anís que ahí, como en otras partes, tiene la preferencia de los que trabajan duro. No se le conocía otros gustos. Ni amigos ni novia. Era el solterón de la familia. “Un oso”, decía la hermana mayor cuando venía de visita, muy seria, como quien constata lo inevitable. “¡Un bruto!”, decía en cambio la menor, con ese tono que a veces tienen los niños cuando descubren algo que los maravilla. ¡Oh! ¡Un bruto! ¡Una mariposa! ¡Un caracol! Nunca les respondía. Ni parecía molesto. Lo único que sobresalía en su rostro era el bigote. Ancho como lo usaban los hombres de la región. Y el silencio que también se daba mucho por esa zona. ¿Para qué hablar? Parecían decir todos ellos. Eso era cosa de mujeres y de citadinos. Si de vez en cuando dirigía la palabra a alguien, ese alguien era su madre o su padre. Pero el padre no estaba. Hacía mucho que estaba enfermo y ahora vivía en el hospital. De operación en operación, el asunto se ponía peor. “Y ya casi no se le puede reconocer” había dicho la madre. “No me atrevo a mirar.” La enfermedad se le había declarado en la cara. ¿Cómo podía ser? ¿Una enfermedad así? ¿Tan terrible? ¿En la cara? Y al rato. “¿Cuándo lo irás a ver? ¿Eh? ¿Cuándo lo irás a ver?”. Pero nada. No respondía y no iba. “¿No tienes corazón que no vas?”. No señor. No iba. Esperaba. Lo único que se le escuchó decir alguna vez fue que cuando el padre volviera encontraría lindo su jardín. La huerta. Porque desde que no trabajaba más en la fábrica a eso se dedicaba el padre y aunque durante toda su vida había sido un hombre rudo, ahora se lo veía contento en medio de las acelgas y las lechugas. Eso él lo había visto. Y a lo mejor era por eso que lo esperaba ahí, no en la cocina, no en la puerta. “Ya no va ni al café, de lo único que se ocupa es del jardín. Pero el padre se va a morir”. Y el padre se había muerto sin que él hubiera pisado el hospital. Había caminado eso sí junto a los otros desde la calle del puente hasta la calle de la iglesia y de nuevo por la calle del puente. Hasta el cementerio. No volvió después. No volvió los otros días que no eran de entierro. Siguió ocupándose del jardín.

 

La cadenita 

Fue ahí donde lo conocí. Me mostró las acelgas, las lechugas, las zanahorias. Me dijo que la huerta la había hecho su padre. Esa noche comimos de aquello. Junto con la madre. En ese entonces yo era joven. Tan increíblemente joven que me pareció posible hacer ahí –en la cocina– lo que era común en otros lados. Una pequeña obra de teatro. Un monólogo. Algo gracioso. Algo que nos hiciera reír. Estaba de paso. Un familiar me había facilitado la estadía en el pueblo. Al otro día, ya me tenía que ir. Se hacía tarde. Él no estaba para la despedida. A su manera, la madre pedía disculpas.“¡Pero si dijo que iba a venir! Hace más de una hora que salió de la fábrica. ¡Este bruto se fue al café!”. Ya estaba dentro del taxi cuando se escuchó la motocicleta. Le pedí al taxista que por favor esperara. Me bajé. El también se bajó, se sacó el casco. Me entregó un paquetito. Me dijo que se había demorado porque primero había ido hasta el pueblo vecino. Había una librería. Pero no pudo elegir. Estaba lleno de libros. De ahí la cadenita. Luego no dijo nada más. 

 

A.

viernes, 20 de mayo de 2022

"Tú no puedes enseñar a nadie a amar, tú tienes que amar..."

Para lectores frecuentes del blog dejo entrevista con mención al aumento y al uso del mínimo de poder (o "metro cuadrado"), minuto 13 y siguientes. Para lectores no frecuentes del blog... todo... Paulo nuestro de cada dia...


sábado, 4 de julio de 2020

La manzana pareja...


Hoy se pudo seguir adelante con las acciones poéticas en el barrio. La manzana quedó al resguardo de cuatro versos de Neruda, por sugerencia de una amiga y vecina.  




¿Es verdad que las esperanzas deben regarse con rocío?

¿Cómo se llama la flor que vuela de pájaro en pájaro?

¿Cuántas preguntas tiene un gato?

¿Las lágrimas que no se lloran esperan en pequeños lagos?

Aunque esos versos están especialmente dedicados a dos niñas que viven en esa manzana, quedarán para el que pase. La experiencia de escribirlos generó encuentros sorprendentes. Ayuda y consejo de una vecina maestra. Complicidad y sostén de un vecino comerciante. Preguntas y asesoramiento de dos niños que pasaron. La manzana pareja... no es lo único que persiste en mi barrio....






martes, 16 de junio de 2020

Registro

16 de junio de 2020 - La Paternal
16 de junio de 2020 - La Paternal
15 de junio de 2020 - Villa del Parque

lunes, 15 de junio de 2020

Invitación / Circuito poético en las calles


A pintar los cordones de la vereda
 


Desde algunas calles de Villa del Parque, estamos viendo la posibilidad de inaugurar un circuito cultural barrial que sea compatible con las normas que nos rigen y que nos permita defender la posibilidad de comunicar, trabajar en colaboración y embellecer cuanto pueda ser embellecido. Con este fin difundimos una invitación a dar inicio a este proyecto a través de una intervención poética en los cordones de la vereda. Se trata de utilizar el cordón de la vereda situado frente al domicilio para pintar ahí un fragmento de poema. Cada cual según su sensibilidad y preferencias*. Podemos pensar varias cosas. Pintar cada uno por separado o coordinar algunas veredas. Según el grado de complicidad entre unos y otros… Un poema que empieza en una vereda podría seguir en otra… también se podría pensar en ilustrar ese poema: un mini mural en el mismo cordón de la vereda que acerque el poema a los niños cuando salen a pasear. Es una travesura. Es una invitación a jugar. Quienes realicen su pintada, por favor, enviar foto y coordenadas (nuestroquerer@gmail.com).  La propuesta nace desde Villa del Parque y la idea es llegar a vecinas y vecinos que puedan estar interesados. Gracias por difundir en el barrio, en los barrios aledaños y en cualquier lugar donde piensen que la idea pueda hacer su camino. 






* las pinturas pueden ser más o menos efímeras: acrílicos, por ejemplo, pero también témperas o tiza... en caso de que la lluvia se lleve las palabras... solo se tratará de volver a empezar...