lunes, 30 de mayo de 2016

Argentina: otro sentido común





El viernes 27 de mayo en la facultad de ciencias sociales de la UBA hubo un encuentro. El tema: “Restauración conservadora y nuevas resistencias en Latinoamérica”. Los oradores: Álvaro García Linera, Emir Sader y Eduardo Rinesi. El evento, convocado por la fundación Germán Abdala (Estado, políticas públicas y relaciones del trabajo), inauguraba un espacio que propicia el debate y la unión de sectores que hoy son oposición y que, siendo oposición, defienden un proyecto político propio.

Desde muy temprano quedó claro que el evento tomaría carácter de acto político. El encuentro fue masivo. Hubo banderas y bombos. Una pantalla gigante, en medio de la universidad, difundió las intervenciones. Diversas generaciones concurrieron. De alguna manera, se reprodujo algo de lo vivido durante más de una década a cielo abierto, ahora en otro contexto y en el espacio cobijado de una universidad que ampara a sus ciudadanos; no tanto para adherir, no sólo para oponerse, sino para repensar el cómo seguir siendo portadores de otra idea de país, de región, de continente.

Entre los invitados especiales: ex ministros, diputados, artistas. Uno de esos artistas supo ser la voz de un personaje de una película muy popular entre los niños argentinos. Decía ese personaje (“El Loco”): “¡muchachos! ¿No se dan cuentan? ¡Lo que nos une es mucho más que lo que nos separa!”. Algo de eso había en el ambiente, en el auditorio Roberto Carri, que recuerda al sociólogo desaparecido durante la última dictadura militar. Diversas tradiciones políticas se hicieron presentes: tanto del lado del público como del lado de los oradores.

Sin restar mérito a ninguno de ellos, es un hecho que la presencia del vice-presidente de Bolivia, generó una enorme expectativa entre los jóvenes y los no tan jóvenes, incluso entre los niños presentes. Es posible que en los próximos días algún medio publique parte o todas las presentaciones y/o que circulen en internet grabaciones del encuentro. Ojalá. Ojalá el lector de este diario* pudiera también escuchar lo que se dijo. No porque sea palabra santa. Sino precisamente para seguir pensando (mejor la cosa). Lo hecho. Lo por hacer.

En síntesis y retomando sólo algunos tópicos de las intervenciones.

El profesor Eduardo Rinesi (filósofo argentino) enfatizó la dimensión restauradora de la derecha que hoy gobierna en Argentina. Singularizando el momento actual como un capítulo fundamental de la historia de la democracia. Repasando diferentes períodos del siglo XX, que revelan diversas concepciones de la democracia, apeló a defender lo mejor de la tradición democrática argentina, tal como se expresó en la última década: en su valorización de la libertad, en su modo de conjugar libertad individual y libertad de un país. Una forma de concebir y ejercer la democracia que Rinesi llama republicanismo popular. Insistiendo en la necesidad de no dejarle esa palabra –república, cosa pública, cosa de todos– a la derecha.

Emir Sader, sociólogo brasilero, dedicó una parte importante de su conferencia a retomar algunos de los episodios que llevaron a la destitución de la Presidenta Dilma Rousseff. Junto con analizar aspectos específicos de la coyuntura brasilera, el sociólogo enfatizó la necesidad de seguir profundizando y valorando la lucha de ideas. No como aquello que se opone a la práctica sino como un todo indisociable.

Por su parte, Álvaro García Linera, agradeció la posibilidad de ser parte de un encuentro que tenía como finalidad compartir lecturas sobre lo que está pasando en América Latina. Momento que caracterizó como un estancamiento de una década virtuosa protagonizada por gobiernos progresistas. Recalcando que los sectores de derecha siempre van a hacer lo posible por atacar estas experiencias, su intervención se centró sobre lo que estima ser los puntos débiles de dichos gobiernos progresistas.

Entre éstos: la cuestión de las contradicciones en el ámbito económico, la primacía de la cuestión económica cuando ya no se es oposición sino que se es gobierno; la capacidad de conjugar el imperativo de solvencia económica con una opción preferencial por los sectores populares, tratando de ganar a los sectores empresariales pero sabiendo que, a lo sumo, se los podrá neutralizar pero nunca “tener de nuestro lado” porque “la derecha nunca es leal”.

Un aspecto central en su argumentación fue la cuestión de que no puede haber una distribución de la riqueza sin una politización de los sectores favorecidos. De tal manera que lo que se logre no sea meramente una ampliación de la capacidad de consumo de estos sectores sino, conjuntamente con una ampliación de los derechos, un verdadero proceso de transformación. Proceso de transformación que, para García Linera, es cultural, es ético, y que, en repetidas ocasiones, ha expresado en términos de la necesaria elaboración de un nuevo sentido común.

En esta parte de la conferencia, dialogando, en especial, con Eduardo Rinesi, recalcó que ese nuevo sentido común es necesario para que la democracia participativa sea algo más que un “espasmo”. Algo más que la revuelta o la exaltación de un momento cuyo escenario principal es la calle, la plaza, la asamblea. En un paréntesis, referido a quiénes son los actores fundamentales de estos procesos, García Linera subrayó la necesidad de no sobrevalorar la carrera política por sobre otras actividades. Resaltando el rol de los dirigentes barriales, de los dirigentes estudiantiles, de los periodistas, en especial de los periodistas radiales. Y, de manera general, de todos los oficios, de todas las actividades que contribuyen a forjar opinión y a desarrollar ese nuevo sentido común por el que aboga. De lo que se desprende que no hay escenario demasiado pequeño, ni actividad desdeñable, ni actor que pueda ser considerado nimio, ahí donde hay comunicación y propuesta de otro modo de ver y hacer las cosas.

Otro tema crucial de la intervención fue la necesidad de repensar los liderazgos en la región. Subrayando la importancia del líder, de la subjetividad del líder, su rol en la conducción de los procesos de transformación pero abogando por la necesidad de trabajar en la elaboración de una nueva forma de liderazgos colectivos que pueda darle continuidad a los proyectos. Sin asustarse por los retrocesos acontecidos pero sabiendo que ni el fin del mercado, tal como se conoce hoy, ni el socialismo se decretan. Que aun cuando se resuelvan o se encaren de otra manera éstos y otros temas, que aun apuntando a la construcción de un poder económico de los sectores populares, se habrá llegado a una propuesta socialista sino a una propuesta post-neoliberal. Por último, sin que este fuera el punto considerado menos importante en su intervención –al contrario– la cuestión de la integración económica latinoamericana como gran reto hacia el futuro en un estado continental plurinacional.

Al salir del evento, una persona se acercó a un artista que había estado sentado, al igual que ella, en calidad de público. Le dijo así: “me vuelve el alma al cuerpo, verte acá, saber que estuviste”.  No parece exagerado decir que fue un sentimiento compartido. De unos con otros. De unos frente a otros. De todos con todos los que creemos en la necesidad de trabajar día a día, en todos los escenarios habidos y por haber, por la elaboración de un nuevo sentido común que sostenga las luchas y las construcciones políticas de las que somos parte.

Antonia García Castro 

 *Originalmente presentado en Diario Universidad de Chile

jueves, 19 de mayo de 2016

sábado, 7 de mayo de 2016

Aclaración sobre "El Tiempo"



Hace unos años atrás, durante una estadía en Buenos Aires, un amigo francés, Jean Barak se dedicó a sacar fotos de la ciudad. Hizo varias series. Una estuvo dedicada a las paredes de Buenos Aires. Ese trabajo luego devino muestra. Por un lado estaban los murales. Por otro, las viejas paredes tanto en exterior como en interior. En medio de unas y otras, había también ventanas, rejas, puertas. Esa cuestión fue tema de conversación de algunas caminatas que compartimos: no las paredes, no las rejas, no las ventanas… el tiempo. La huella que el tiempo deja en las cosas.

Un día, en la Boca, en lo que alguna vez había sido El Taller de Garibaldi, propiedad de Tata y Alberto Cedrón, Jean tuvo la oportunidad de fotografiar lo que quedaba del taller en ruinas. Tomó varias fotos. En una de las paredes podía verse la huella de una escalera. Había una enigmática puerta que parecía no llevar a ninguna parte* y había además una zona de la pared que, vista de lejos, parecía un cuadro.

Jean volvió a Francia y dejó en casa una copia de sus trabajos. Me impresionó la foto que mostraba la mancha, hice un recorte y me quedé con un detalle. Siempre me pareció que era como un cuadro. Bello. Por eso, cuando busqué una imagen para asociarla con este blog, no hubo que pensarlo mucho: elegí ese detalle y le puse un título como si “de verdad” hubiera sido un cuadro**.

De ahí que hoy, mi amigo Carlos Semorile me haya dado sin saberlo una linda sorpresa al decirme así: “Me preguntan de quién es la pintura que sale en la portada de Nuestro Querer…”

El tema es que no conozco la respuesta. ¿De Jean Barak? ¿De Tata y Alberto Cedrón? ¿De todos los que pasaron por el Taller de Garibaldi? ¿De la humedad? ¿Del aire? 

¿Del tiempo?

Cándida

* La puerta enigmática y parte de ese muro fotografiado por Barak figura en la edición chilena de “La muerte lenta…”
**En el marco de un proyecto de libro, en la fase previa, de preparación y esbozos, esa “pintura” inspiró un párrafo que luego devino otra cosa y desapareció, por así decirlo, sin dejar rastro.

“La foto mostraba un muro. No era un muro cualquiera. Había resistido todas las intemperies y cada una de ellas había dejado su huella. Una marca, que junto a otra marca, había ido formando con el tiempo un fresco que nadie había pintado. Prevalecían los tonos violetas en contraste con los naranjos y los rojos de los ladrillos que en ciertas partes estaban a la vista. También eran visibles las diferentes capas de pintura como pequeños trazos que la lluvia había desteñido. Mirado de lejos el muro presentaba en toda su extensión una gran mancha descolorida. Mirado de cerca se hubiese dicho que un fino pincel había dispuesto esos toques de colores”.

viernes, 6 de mayo de 2016

Juan y María se amaban



Hace unas semanas recibí una consulta vía féis de una mujer que me preguntaba si estaba emparentado con los Semorile de Baradero. Le dije que sí, y le comenté con cuáles de ellos. Ella me dijo que había sido amiga de mi padre y de mi tío, pero que luego los había perdido. Pasaron unos días hasta que volvió a escribirme, esta vez al mail: “…lo que para vos fue una sorpresa, es para mí una emoción muy pero muy fuerte que me volvió a mis 15 (…) cuando deje de llorar, si querés, te cuento una historia del pasado, viva en mi corazón…". Hubiese querido enterarme ese mismo día, pero comprendí que no era taaan sencillo y le respondí: “Cuando vos puedas y quieras me contás..., yo espero tu relato con ansias pero a la vez con paciencia, si hace falta...”.

Pasaron un poco más de dos semanas hasta que volvió a escribirme, esta vez para contarme su historia bajo nombres supuestos: “Confieso que para poder hablar acerca de esta historia (que ni siquiera sé si llega a historia), he recurrido a la ayuda de un vaso de vino (…) No soy escritora, pero cada palabra brota del corazón y es un grito que pide ayuda para que este amor, que lo mantuvo vivo tantos años, no muera cuando él deje de latir…

“Sucedió por los años ´50, allá en un pueblo que como todos los pueblos tenía una plaza, enfrente la iglesia (como corresponde), y al lado (como no corresponde) ¡¡¡la farmacia!!!..., y después... nada, después... todo (...) María (15) iba a la iglesia para pasar por la farmacia y ver a Juan (18), pero María era tan pero tan tonta, que al pasar por la puerta de la farmacia miraba para otro lado, tenía vergüenza y cruzaba y se sentaba en la plaza con su prima y compinche de su misma edad, que le daba fuerza para cometer esta locura. Un día, cuando María cruzó a la plaza, encontró a Juan sentado en "su" banco y salió corriendo.

“Otro día, una tía de Juan se sentó en ese banco. María llegó y se sentó a su lado, hablaron de amores, recitaron poesías y, entre poema y poema, llegó Juan. Se miraron a los ojos y sintieron algo que siguieron sintiendo cada vez que se miraban y se miraron mucho, tanto, tanto... Se amaron mucho y se pelearon mucho... La familia de María era peronista y María también, y Juan era socialista..., en aquellos años pasaron muchas cosas, la muerte de Eva, la maldita, sangrienta revolución del ´55. Muy fuerte todo, muy doloroso. Juan y María se amaban, se  peleaban y se volvían a juntar... Juntos o separados se amaban siempre, siempre...

“Un día María se casó, pero no con su Juan. Fue un lunes lluvioso, toda vestida de negro, entró a la iglesia del brazo de su hermano... En la puerta, entre otra gente que quería ver a la novia estaba aquella tía... En el altar, esperando, estaba el novio que no era Juan..., y al lado de la iglesia, la farmacia... Y así, María con su marido, que no era Juan, volvió a la Capital... Dos años después, María volvió al pueblo, fue a la plaza, se sentó en su banco. Juan cruzó, se miraron como se miraban siempre, no hubo palabras... No hacían falta... ella tenía en sus brazos a su hijo, que no era hijo de Juan... Se levantó y se fue…, volvió a su casa.

“María es ahora viejita, muy viejita, y sigue esperando a Juan... Ahora espera no despertar una noche en que sueñe con Juan, abandonar su cuerpo y volar juntos, abrazados por siempre. Entre el principio y el fin de esto, hay millones de  pequeñas historias, de momentos fugaces que hicieron  la eternidad de este amor eterno y vivo, pese a la maldita muerte que no pudo matarlo.”

Terminé de leer esta carta con lágrimas en los ojos. Por algunas horas anduve confundido creyendo que “Juan” era Carlos María, mi viejo, y entonces qué hubiese pasado si… Pero rápidamente “María” me aclaró que “Juan” era Nano, y que a ella le hubiese encantado ser mi tía. Y lo quise tanto a Nano, me sentí tan cobijado cada vez que me abrazaba, me dolió tanto cuando enfermó y se fue tan joven llevándose su ternura, su calidez y su sonrisa de hombre bueno, que también deseo que un día se abrace para siempre con la tía María.

Carlos Semorile