lunes, 27 de abril de 2020

Patio de los libros - modalidad viajera para días inmóviles (6)

Hoy el Patio de los libros recibió una visita (es una manera de decir). Lee desde Mar del Plata Soledad, a quien agradecemos. El cuento es para todo aquel que quiera escucharlo.

"El Plan"

Eva Mastrogiulio, Ethel Batista 

(Calibroscopio)



martes, 21 de abril de 2020

Otoño (1)

El otoño en la mirada de Mónica

Fotografía Mónica Aisemberg de Miller




"Por esa ventana se van cayendo las hojas de un árbol. Me gusta saludarlas, son amigas mías. Chau… les digo… chau, hojitas queridas, que les vaya bien, no se olviden de volver. Me encanta ver las hojas cuando se van. ¿Las has visto, María? (Como quien cuenta un secreto.) Las hojas viajan livianas porque no tienen equipaje. Nunca se vio una hoja con maletas ni siquiera con un bolsito ni una carterita. Nada, nada, de nada. Ellas van".


Escribe de nuevo antes de volver
AGC

lunes, 20 de abril de 2020

viernes, 17 de abril de 2020

La escucha


Uno de los problemas de las plataformas que se utilizan en estos días para poder verse a pesar de todo es que, en regla general, no toleran la simultaneidad. Si dos o más hablan al mismo tiempo, no se entiende nada. Eso es siempre así, pero la virtualidad lo pone en evidencia, pone el foco ahí, lo vuelve más notorio. Es preciso hablar de a uno. Pero sobre todo, es preciso escuchar. Al otro. Apagar el micrófono. Abrir los oídos.

Ahora que nos encontramos encerrados, cada cual en su lugar, el lugar que le tocó, y a sabiendas de que cada uno de esos lugares es un mundo, con sus riquezas y sus miserias, cada cual las suyas, la escucha es otra. No necesariamente mejor. No siempre mejor. Algunas veces mejor. 

De pronto, tal palabra, tal cantidad de palabras ubicadas en el orden preciso (por ejemplo, “siempre te quise”) toman una importancia extraordinaria. Lo mismo una hoja que cae en la proximidad de un arroyo en Cura Malal. Ese sonido tan particular de la hoja que cae y que el viento arrastra…

El tema de la escucha se impone con fuerza en estos días. En lo personal, me reencuentro con él, en el marco de la preparación de un libro que lo tiene a Juan Cedrón de principal interlocutor. Un libro de conversaciones que se viene demorando y que se demorará bastante más. Sin embargo, para no caer en egoísmos, pensando en el prójimo que a lo mejor está necesitado, se me ocurre que bien puedo compartir esta reflexión de Tata a modo de adelanto de un libro que quizás jamás exista como tal, o sí, o da lo mismo.

Lo que vale es esto:

“Antes uno se sentaba a escuchar. Un tema. Dos. Nosotros teníamos discos, nos sentábamos a escuchar. Podía ser algo colectivo. Como cuando vivía en La Boca. Había un interés. Tiene que ver con todo lo que venimos hablando. De la misma manera que uno podía escuchar un cuento (como el cuento de Piglia que, según él, fue su mejor cuento y que leyó ahí, en La Boca), uno también podía escuchar música con la misma atención todo tipo de música. Entre nosotros había un interés. Una reciprocidad. Prestábamos atención a lo que hacía el otro, fuera una pintura, un cuento, una música, una película. No había esa saturación que hay ahora. Sin pensar en los conciertos, esto se nota en cualquier conversación. Hoy me pasó hablando con un conocido, no terminás de contar algo, que el otro ya te quiere contar él…. Yo le dije: cuando hago una pausa, contá hasta tres… porque a lo mejor no terminé… solo estoy tomando aire… La gente muchas veces no escucha, no hay intercambio. No es que toma en cuenta algo que vos le estás diciendo para pensar. No. Te quiere decir otra cosa. 

Luego está el tema del ruido. La saturación sonora. La ciudad antes sonaba diferente, sin coches, con menos coches, por ejemplo. No se trata solamente de música. Que no se pueda estar en un bar, que todos griten como locos. La TV, la música de fondo. ¿Qué pasa cuando vamos a algunos bares? No vamos más porque ponen la música a todo lo que da. En “Los Colores”, pasaba lo mimo, en París, hace más de veinte años. No escuchan. Hay una generalización de “no escuchar” en muchas cosas. 

Luego, respecto al público. El público siempre fue atento, siempre estuvo atento hasta donde yo recuerdo, en las exposiciones, en las universidades, en Gotán. Una vez pasó en “El Bulín Mistongo”, un tipo hablaba, yo le dije: “Mira, acá no. Se viene a escuchar. La gente que viene acá viene a escuchar”. Y se tuvo que ir la persona (…). 

Una cosa es la escucha en tu casa, otra cosa es que el tipo viene a los recitales... Lo que vos decís de los que graban y filman, es verdad, pero hace cuatro o cinco años que empezó eso. De alguna manera nosotros hacemos barrera a eso.

Después hay una escucha interesante que es la escucha entre nosotros, los músicos. Cuando ensayamos. Nosotros nos escuchamos entre nosotros. Yo toco y estoy escuchando lo que hace Miguel Praino, lo que hace Miguel López, lo que hace Julito Coviello, Dani, Josefina. Yo escucho y me gusta lo que están haciendo. Eso es muy importante. Cuando un tipo hace un piano vos haces más piano… para que se escuche ese piano. Es importante lo de la escucha del Cuarteto, entre nosotros. La escucha de sutilezas, de matices de los instrumentistas. Hay momentos. No es todo el tiempo. Hay momentos en el transcurso de una canción en el cual los músicos se escuchan. Escuchan al otro. Cuando están todos tocando polenta tocan polenta. Se escuchan polenta todos. Pero cuando vienen los matices, cosas intimas, ahí hay una posibilidad de escuchar al otro”.

Así hablaba el otro día el Tata Cedrón.


AGC

lunes, 13 de abril de 2020

A las cinco de la tarde


El diario Le Monde publicó hoy una crónica donde se cuenta que en la ciudad de Pau (Francia) una narradora ha usado las posibilidades de su edificio para narrar todos los días, a la misma hora, a sus vecinos. 

6 de abril 2020
 
Según cuenta esta narradora, no habría podido hacerlo mediante redes sociales: no acostumbra usarlas; no tiene los saberes apropiados. Por otra parte, subraya que es la calidad del vínculo lo que le importa. Tanto más en estos días de aislamiento. Tuvo la idea y luego hizo pruebas con un vecino del sexto piso. Se trataba de usar el espacio central de la escalera como caja de resonancia. La prueba dio resultados y lanzó las invitaciones. Dejó una nota a todos los vecinos para avisar que tal día a tal hora se iniciaría la experiencia. En la invitación precisaba que solo se trataba de abrir la puerta (ya hemos visto en este espacio… y fuera de él… que no pocas veces “solo” se trata de eso). Los vecinos podrían escuchar desde detrás de la puerta. Y así fue como el asunto comenzó. 

Ella elige las historias con sumo cuidado. Busca historias que levanten el ánimo, que tengan algo de esa reflexión de Mark Twain que hace poco recordamos. Historias que puedan ser escuchadas por un auditorio diverso compuesto también por niños y algunas personas muy mayores. 

No todos los vecinos participan. La nota dice que serán unos quince. Algunos sacan sillones para escuchar desde el pasillo. Otros se quedan detrás de la puerta que entreabren todos los días. Uno pidió disculpas una vez porque tenía que ausentarse para visitar a la madre. Y así. La crónica contiene una reflexión sobre el hecho de que esto permite conocerse un poco entre vecinos… de otra manera. También otras consideraciones sobre el arte de narrar y de reunir a la gente. Dejo el texto completo para quienes puedan y quieran leerlo en francés (PULSAR AQUÍ). 
 
Nadie se sorprenderá demasiado si les digo que la cita es a las cinco de la tarde…
A las cinco en punto de la tarde.


Cándida