Se termina el tiempo en esta casa y abre el
espacio
la puerta que te recibió hace más de tantos
años que no hay tiempo
para contarlos. Te llevás tus cosas como si
fueran cajas livianas
que se pueden cargar nomás y están repletas
de tus días
que pesan tan poco como ese mismo en que
nació tu hijo y te alivianó
aún más el tiempo. O como ese en que murió
tu madre y flotaste de dolor
porque no había tiempo, no había más tiempo
para ella ni para vos.
Cargás cosas como se cargan las noches con
amigos adentro de un vino
con las risas metidas entre el piano
y los abrazos,
porque los brazos cargan bultos enormes con
juguetes que ya no juegan
y con ropa que queda chica. Pero te apurás
porque no hay tiempo
y se lleva el camión una parte de tu vida a
otra parte nueva que ya llega
ya llega y vos seguís en esta vereda
caminando con los brazos cargados de ganas
todavía, y tenés que empujar las macetas que
crecieron demasiado
y la terraza se llenó de lagartijas donde antes
no habitaban ni las hormigas
que ahora comen el tiempo vacío del verano y
tenés que empujar amores
que no quieren irse de estas paredes con
libros que pesan más que nada
y el piano que viene de otras manos que están
en tus hombros
y son las que te empujan a vos a cruzar
la calle
a la vereda nueva sin mirar si aún te queda
algo
por cargar.
María Emilia Alcoba