miércoles, 23 de enero de 2013

El ahora de O-lan. Breve apunte sobre una traducción



“Esto no se dice en castellano”. O en francés. O en cualquier idioma al que se esté traduciendo algo. Esa es una frase relativamente común por parte de los correctores y/o editores cuando examinan una traducción ya realizada. Tal cosa no se dice en el idioma al que se está traduciendo. Por ende, hay que decirla de otra manera. “Local”.

En el marco de los textos que me ha tocado traducir, me ha pasado varias veces que los editores me señalen este asunto del “no se dice”. Hasta ahora la mayoría de las veces esta situación ha tenido que ver con rarezas propias al idioma del autor. Por lo mismo, no me he inmutado. En esos casos respondo a los editores: “en el texto original tampoco debería –según normas y, sobre todo, según costumbres– decirse tal como lo dice y sin embargo el autor así lo dijo”. Y eso es todo.

Pero existen casos especiales. Casos que me han llevado a pensar que la traducción siempre supone (a posteriori) un doble esfuerzo. Esfuerzo del traductor por acercar a un lector un texto inserto en una cultura diferente a la suya; esfuerzo del lector por acercarse a ese texto inserto en una cultura diferente, etc. No me parece que el trabajo de los traductores sea suprimir ese esfuerzo; solo hacerlo más llevadero. Bien. No quiero teorizar. Voy a dar un ejemplo. Lo voy a dar de memoria porque no tengo el texto a mano pero pronto lo volveré a tener y revisaré y llegado el caso corregiré esta nota.

Se trata de una frase de la novela “La buena tierra” de Pearl Buck. La novela ocurre en China, en el mundo rural, trata de la vida de varias generaciones de una misma familia y transcurre en las primeras décadas del siglo XX. En un momento dado, el personaje central Wang, después de múltiples peripecias, grandes sufrimientos, cantidad de dificultades, recuerda a su mujer muerta desde hace ya muchos años. O-lan es el nombre de esa mujer. Estamos más bien hacia el fin de la narración. Wang la recuerda, la evoca. Y se dice así mismo esto que cito de memoria:

“Qué lejos estaba el ahora de O-lan”.

Puede ser que diga: qué lejos estaba el ahora de su mujer. De lo que estoy absolutamente segura es del lugar que ocupa en la frase ese “ahora”.

Acá hay tres maravillas. La de la lengua original, propia a esos campesinos de esa zona de China, en esos momentos (lengua que no conocemos). La manera en que la autora que se expresa en inglés (pero que se crió y vivió largos años en China) nos la hace llegar, nos la restituye. Y la opción del traductor por preservar esa “rareza” que en este caso no está ligada a un estilo especial del narrador sino a toda una cultura que es la de los personajes mismos.

“Qué lejos estaba el ahora de O-lan.”

¿Y qué pasa si un editor viene, raya y dice: “eso no se dice así en castellano”?

Qué pasa si en vez de esa frase nos obligan a poner:
Cuánto tiempo había pasado desde esos momentos compartidos con O-lan.
O: qué lejos estaba esa vida con O-lan.

¿Sigue diciendo lo mismo el texto? ¿Qué es lo que le da su sentido a la oración? ¿Qué es lo que nos revela un sentimiento? Ya que de eso se trata la mayoría de las veces. De revelar un sentimiento. No solo un pensamiento ni frases porque sí.

Yo siento que nosotros lectores podemos entender cabalmente la situación de Wang. Su sentir. Así. Tal cual nos lo dicen en esta traducción. No hace falta que nos lo digan como lo hubiéramos dicho nosotros. Lo que interesa en este cuento es la manera de Wang. Y no hay error. El ahora de O-lan llega al corazón.

(Continuará)

AGC