“Esto no se dice en castellano”. O en francés.
O en cualquier idioma al que se esté traduciendo algo. Esa es una frase
relativamente común por parte de los correctores y/o editores cuando examinan
una traducción ya realizada. Tal cosa no se dice en el idioma al que se está
traduciendo. Por ende, hay que decirla de otra manera. “Local”.
En el marco de los textos que me ha tocado
traducir, me ha pasado varias veces que los editores me señalen este asunto del
“no se dice”. Hasta ahora la mayoría de las veces esta situación ha tenido que
ver con rarezas propias al idioma del autor. Por lo mismo, no me he inmutado.
En esos casos respondo a los editores: “en el texto original tampoco debería
–según normas y, sobre todo, según costumbres– decirse tal como lo dice y sin
embargo el autor así lo dijo”. Y eso es todo.
Pero existen casos especiales. Casos que me han
llevado a pensar que la traducción siempre supone (a posteriori) un doble
esfuerzo. Esfuerzo del traductor por acercar a un lector un texto inserto en
una cultura diferente a la suya; esfuerzo del lector por acercarse a ese texto
inserto en una cultura diferente, etc. No me parece que el trabajo de los
traductores sea suprimir ese esfuerzo; solo hacerlo más llevadero. Bien. No
quiero teorizar. Voy a dar un ejemplo. Lo voy a dar de memoria porque no tengo
el texto a mano pero pronto lo volveré a tener y revisaré y llegado el caso
corregiré esta nota.
Se trata de una frase de la novela “La buena
tierra” de Pearl Buck. La novela ocurre en China, en el mundo rural, trata de
la vida de varias generaciones de una misma familia y transcurre en las
primeras décadas del siglo XX. En un momento dado, el personaje central Wang,
después de múltiples peripecias, grandes sufrimientos, cantidad de dificultades,
recuerda a su mujer muerta desde hace ya muchos años. O-lan es el nombre de esa
mujer. Estamos más bien hacia el fin de la narración. Wang la recuerda, la
evoca. Y se dice así mismo esto que cito de memoria:
“Qué lejos estaba el ahora de O-lan”.
Puede ser que diga: qué lejos estaba el ahora
de su mujer. De lo que estoy absolutamente segura es del lugar que ocupa en la
frase ese “ahora”.
Acá hay tres maravillas. La de la lengua
original, propia a esos campesinos de esa zona de China, en esos momentos (lengua
que no conocemos). La manera en que la autora que se expresa en inglés (pero que
se crió y vivió largos años en China) nos la hace llegar, nos la restituye. Y
la opción del traductor por preservar esa “rareza” que en este caso no está
ligada a un estilo especial del narrador sino a toda una cultura que es la de
los personajes mismos.
“Qué lejos estaba el ahora de O-lan.”
¿Y qué pasa si un editor viene, raya y dice:
“eso no se dice así en castellano”?
Qué pasa si en vez de esa frase nos obligan a
poner:
Cuánto tiempo había pasado desde esos momentos
compartidos con O-lan.
O: qué lejos estaba esa vida con O-lan.
¿Sigue diciendo lo mismo el texto? ¿Qué es lo
que le da su sentido a la oración? ¿Qué es lo que nos revela un sentimiento? Ya
que de eso se trata la mayoría de las veces. De revelar un sentimiento. No solo
un pensamiento ni frases porque sí.
Yo siento que nosotros lectores podemos
entender cabalmente la situación de Wang. Su sentir. Así. Tal cual nos lo dicen
en esta traducción. No hace falta que nos lo digan como lo hubiéramos dicho
nosotros. Lo que interesa en este cuento es la manera de Wang. Y no hay error. El
ahora de O-lan llega al corazón.
(Continuará)
AGC