A partir del domingo 10 de marzo, 22.30, por Canal La Red, se podrá ver un programa dedicado a las movilizaciones sociales en Chile. El Canal cuenta con una señal en vivo por lo cual debe ser posible verlo desde otros países. Así que ojo al piojo.
jueves, 28 de febrero de 2013
sábado, 23 de febrero de 2013
Recuerdo de Don Isaías
Hace unos días atrás, en la aleta
Llico, de Arauco, murió don Isaías Carvallo. Su muerte sólo mereció unas
palabras de unos pocos habituales de estos medios, y ellas debido
fundamentalmente a las circunstancias de su muerte. Murió quemado en la
mediagua de emergencia que recibió como damnificado del maremoto del 2010. Don
Isaías fue pescador artesanal y tenía ¿cuánto? ¿90 años?
A don Isaías lo conocí el año
1958, cuando fuimos por primera vez a veranear a la caleta. Su casa estaba en
la esquina del callejón con la playa. Nunca aprendió a nadar pues en el mar, a
la hora del naufragio –nos decía– nadar o no nadar no hace la diferencia. Él
había sobrevivido a tres en su vida. De él recibí las primeras lecciones de
pesca en el golfo, en bote de madera –la “Luz-pesca”–, a remos, con red de
enmalle de hilo, con piedras como pesos. Salíamos “a levantar” de madrugada,
hacia “Punta del Litre”, o más allá a “la Huirá larga” o al “Bajo de afuera”, y
traíamos las corvinillas, o las corvinas, los congrios colorados o las pescás
cuando se calaba más a mar abierto, fuera de las piedras y los huiros. Pero la
historia de don Isaías con mi familia se remonta más atrás, al año 1944, cuando
mi padre va a Llico a hacer un reemplazo como profesor (su primera destinación)
y don Isaías le da alojamiento en una pieza de su casa. El maremoto del 60 le
llevó casa, bote y aperos de pesca. Ignoro cómo se rearmó, pero al cabo de los
años, cuando nos reencontramos, de nuevo tenía su bote y los elementos para
pescar. Pero ahora las salidas a la pesca eran con su hijo, el Miguel, temprano
de madrugada o durante el día cuando se asomaban los “bolos” de fardela que
anunciaban la posibilidad de la presencia de la sierra y salíamos a revolear. Un
día a mediados del 72 supe que Miguel y otros dos compañeros se habían perdido
cuando se dirigían a Lota con un cargamento de píures. Supe de sus recorridos
por el litoral esperando encontrar algún resto de su hijo. Nada apareció. Y el
recuerdo de Miguel es una cruz sin tumba, como tantas otras, en un cerro con
vista al mar.
A los años murió su mujer, la
señora Nenita y entonces su soledad se le vino encima. El maremoto del 2010
nuevamente le llevó su casa. Y se tuvo que ir a vivir a la “aldea” instalada en
Llico para los damnificados, a una de esas precarias mediaguas de madera.
La anunciada solución definitiva
para los afectados por el maremoto no lo alcanzó: Primero fue el ramalazo de
fuego que consumió su vida.
En cualquier caso, viejo Isaías,
no merecías morir así. Quería compartir con otros estas palabras de recuerdo.
Un abrazo a la distancia,
Raúl Moraga Arcil
jueves, 14 de febrero de 2013
La sonrisa de Carlos Fuentes - Elena Poniatowska
Arriba de El Ángel, arriba del
Monumento a la Revolución,
arriba de la Catedral,
Carlos Fuentes siempre estaba arriba. De joven, le daba miedo la altura;
todavía en julio de 1959, cuando el triunfo de la Revolución Cubana,
en el mismo avión que el general Cárdenas, preguntaba:
¿Tú crees que se va a caer?Ya entonces volaba alto. Desde niño estuvo destinado a la altura. Acababa de publicar La región más transparente, que hizo estallar a la ciudad de México. Antes, todos escribían triste. Triste la Revolución con tanta masacre inútil, triste la provincia en la que se cocía morosamente el ate de guayaba en un perol, como escribió Agustín Yáñez; triste la sombra del caudillo y la de todos los que habían hecho la Revolución y ahora, en una lujosa oficina, ignoraban el lento pero seguro empuje de su barriga.
Así las cosas, Fuentes hizo irrupción, reventó
nuestro mundito como habría de hacerlo el Paricutín y nos recordó que teníamos
agallas. Él siempre las tuvo. Ambicioso, audaz, ágil, elegante, subía al
escenario de un brinco. Siempre caminó aprisa, siempre hizo de tripas corazón.
La palabra
siemprele va muy bien a Fuentes, y todos podemos decirle a Silvia y a Cecilia, así, a coro y con la voz alta y fuerte, que Fuentes vivirá siempre al lado de sus libros, estará con nosotros siempre y que no es una frase de consuelo, es una realidad.
Lo veo allá al fondo, de pie; lo veo aquí, al
lado, sonríe. Su sonrisa era la de su padre, don Rafael Fuentes, que a raíz de
la publicación de La región más transparente decía:
Ahora ya soy el padre de Carlos Fuentes. Todo envuelto en el chipi chipi de Jalapa, esa ciudad en la que el pastito crece entre las piedras; Fuentes era veracruzano de pies a cabeza, veracruzano de los altos vasos de café con leche del Café de la Parroquia que los meseros rellenan y vuelven a llenar al sonido de la cuchara, ting, ting, ting, como en una canción de Cri-Cri, como si todos fuéramos niños antes del pecado original. Fuentes era un poco así, tenía al niño que fue en la niña de sus ojos, reían sus ojos, adentro de sus ojos estaba su vigor, su entusiasmo, su afán totalizador, su amor a México. Echaban chispas sus ojos, porque Fuentes era un seductor, pero, como aclaró Ángeles Mastretta,
un seductor confiable.
Sólo quisiera destacar dos actitudes de Carlos Fuentes a lo largo de su vida
(a pesar de que le era imposible llevar la cuenta de todos los doctorados
concedidos en universidades estadunidenses): una, su actitud crítica frente a
Estados Unidos, y dos, su patriotismo. Su gran tema fue México, la razón de su
obra es México y su eternidad, como la de Balzac, yace en el retrato que hizo
de nosotros.
Pronto hablaremos de sus libros, de La región..., La muerte de
Artemio Cruz y Aura; pronto reflexionaremos sobre lo que
significa la celebridad, pronto habrá páginas de ensayos en varios idiomas,
pronto repetiremos lo que él respondió una y otra vez:
El Nobel me lo dieron cuando se lo dieron a García Márquezy pronto, también, tomaremos en cuenta una frase suya dicha hace poco frente a Carmen Aristegui:
No quiero ni pensar que Peña Nieto pueda ser presidente de la República.
A Fuentes le habría gustado la manifestación del 19 de mayo del Zócalo al
Ángel. Una pancarta decía:
Bienvenidos los jóvenes al despertar de la conciencia. Los estábamos esperando. Atentamente, La Patria.
Una noche en la que varios nos encontrábamos en el jardín de su casa de
Apóstol Santiago, en San Jerónimo, Carlos de pronto preguntó:
¿Dónde está la Güerita?Hoy le respondemos:
Carlos, aquí está la Güerita, no te preocupes, vamos a cuidarla entre todos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/05/23/opinion/a05a1cul
viernes, 8 de febrero de 2013
Poema para un niño que habla con las cosas - Fragmento
“El oficio de hombre es bello y duro.
La calle es ancha y larga.
Su frontera, el recuerdo y el olvido.
Sus horizontes, algo que vendrá.
No es puro idilio, no, pero es algo real y mágico.
Digno de ser vivido y defendido
y superado y transformado y andado por caminos de amor”
Raúl González Tuñón
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