En el año 1982, entré a trabajar
como maestra suplente, en el Barrio Charrúa, que no por llamarse así, está
precisamente habitado por uruguayos en su mayoría, sino más bien, por la
comunidad boliviana, chilenos, y también paraguayos. Como a mi me designaron 2
días más tarde, que a la otra maestra que tenía un 2º grado igual que yo, ella
aprovechó para elegir de todos los niños que había, a los más rubiecitos y
castañitos, dejándome para mí a todos los nenes negros y morochitos, sin saber,
que mi debilidad en este mundo son los negros y los morochos. Todo comenzó a
funcionar, hasta que a los pocos días mis alumnos me dijeron, que los chicos de
2º "A" les decían: negros bolivianos y chinos cochabambinos. Esa
noche al regresar a casa recordé que tenía un casete de Los Olimareños donde
interpretaban el tema “Angelitos Negros” Al otro día lo llevé y lo escuchamos. Yo
no tendría el dinero para pagar, el placer que me dio ver los rostros de esos
niños mientras escuchaban, luego hablamos, reflexionamos, y nos expresamos
juntos, y puedo asegurar que desde ese día, nunca, pero nunca más, se habló del
tema de la negritud en el aula, a menos que no fuese para reivindicarla, y
valorarla. Todo esto lo escribo porque una amiga me anda diciendo porqué no
escribo un libro sobre mis experiencias docentes, los docente y los niños. No
puedo contar las maravillas escritas, pintadas, y talladas, que surgieron, de
la escucha de “Angelitos Negros” y escribo esto como un tributo a sus autores y
la pasión de esos dos grandes que fueron y son Los Olimareños.
María Cristina Amatti
Scibona