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A
pocas horas de ocurrido el fallecimiento de Manuel Contreras recuerdo un
extraordinario testimonio publicado por la revista Análisis en su número 376,
en abril de 1991: “Yo acuso al general Contreras” de Gladys Díaz. Habría que volver
a publicarlo. Me ofrezco, ya que lo tengo, a copiar cada palabra con todo el
respeto que se merece. No alcanza resumir ni intentar poner otras palabras en
lugar de las que ese testimonio rescata, arranca, defiende, considera, ofrece.
Recuerdo
también que en esos días me fui a la escuela con la revista en la mochila y que
en el patio, durante un recreo, la leímos en voz alta con un entrañable
compañero. Ambos quedamos impactados, no solamente por la historia que ahí se
narraba sino por el cómo, por el coraje de Gladys Díaz –periodista, militante
del MIR, detenida en 1975, prisionera de la DINA en Cuatro Álamos–, por la
precisa y rigurosa manera que ella tenía de hacer de su relato un instrumento contra
la infamia de algunos, contra la ignorancia de otros: no solamente contra el
olvido, porque no podemos olvidar lo que no conocemos y nosotros, jóvenes
entonces, conocimos también lo que había que conocer gracias a Gladys Díaz. Pero,
también, era esa escritura un instrumento a favor de cierta humanidad, tal como
la periodista junto con otros –por ejemplo, sus compañeros de la revista
Análisis y tantos más que no se pueden nombrar– nos la ofrecieron como cosa
digna de amar y defender. Por esto, indisociablemente, al enterarme de la
muerte de Manuel Contreras se me viene a la mente la figura de Gladys Díaz, la
de Juan Carlos Perelman y la de tantas personas que nos faltan.
Una
extraña coincidencia hace que hoy, en Argentina, estemos a pocas horas de un
acontecimiento sumamente relevante. Esta noche, en una sala de Buenos Aires, se
presentará una obra llamada “Del Gallo Cantor. Cantata”, sobre poesías de Juan
Gelman y música de Juan Cedrón. La obra fue creada en 1972, inmediatamente
después de los fusilamientos de Trelew. Quizás el lector chileno lo recuerde. En
agosto de 1972, en Argentina, se produjo una fuga de prisioneros políticos
encarcelados en el penal de Rawson. 25 prisioneros lograron salir. Tras
múltiples dificultades, llegaron a destino: al aeropuerto. 6 pudieron tomar y
desviar un avión que los llevó a nuestro país donde contaron con la debida
protección. Otros 19 quedaron en el aeropuerto sin poder huir. Fueron detenidos
y fusilados el 22 de agosto de 1972. 16 murieron. Los tres sobrevivientes (liberados
en 1973, tras la elección de Cámpora) fueron ulteriormente asesinados. Lo que
también fue el caso de algunos de los fugados que encontraron refugio en Chile.
Entre ellos, Mario Roberto Santucho.
En
esos mismos días, Juan Gelman escribió una serie de poemas. Juan Cedrón les puso
música. Uno de esos poemas se refería explícitamente a los fusilamientos. Los
otros evocaban, desde diversos lugares, las añoranzas de una parte del pueblo
argentino en esos años. La obra fue presentada en 1972 en Buenos Aires. Luego,
tanto el poeta como los músicos salieron del país. Gelman (1930-2014) nunca
volvió a radicarse en Argentina. Cedrón lo hizo hace once años. La obra no
volvió a escucharse en Argentina. Pero sí en Francia donde pasó a ser una obra
de culto. Por iniciativa de un grupo de jóvenes –muy jóvenes– músicos
argentinos esta noche se presentará la Cantata del Gallo Cantor en Buenos
Aires. Participarán en este concierto los creadores de la obra y estos mismos
jóvenes (La Lija es su nombre), mostrando al público esa condición básica de
los rescates que más importan: la unión, la acción conjunta entre generaciones
que se conocen, se aprecian, se escuchan, se valoran y se arremangan para
trabajar juntas.
¿Qué
tiene que ver una cosa con la otra? Todo. Y se explicita en las palabras que
esta noche quince músicos van a interpretar:
“nosotros no solamente
queremos la igualdad en la muerte
también queremos la igualdad
en la vida
queremos la justicia en vida
aunque sea corta y larga la
muerte”
En
estas horas en que todos los diarios de Chile y, probablemente del mundo,
anuncian la muerte de Contreras, consciente de que nosotros no pudimos
anunciarle a nadie la muerte de nuestros seres queridos más cercanos porque no
conocemos ni siquiera la fecha, siento que
hoy más que nunca hay que seguir exigiendo por la vida. Ir al rescate de
todas nuestras obras ignoradas, olvidadas, descuidadas, desatendidas. No me
refiero o no me refiero solamente a tal o cual poema, composición, cuadro,
escrito. Me refiero a esa obra mayor que constituye la manera de vivir de
ciertas personas. La vida misma. Esa es –también– la obra. La manera que tantas
valiosas personas tuvieron de vivir. La manera en que tantas personas siguen
viviendo sin darse por vencidas.
Para
los jóvenes de mañana, a lo mejor, no habrá otra herencia que no sea esa. La
vida, tal como hombres y mujeres de todos nuestros pasados y de todos nuestros
presentes, eligieron vivirla. Por eso pienso que, más allá de la muerte, hay
que atender ciertas plumas que, desde Chile, desde Argentina, desde tantos
otros lugares, nos vienen diciendo que ése y no otro ha sido siempre el
objetivo: la igualdad y la justicia. En vida.
Antonia García Castro