lunes, 10 de agosto de 2015

Más allá de la muerte




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A pocas horas de ocurrido el fallecimiento de Manuel Contreras recuerdo un extraordinario testimonio publicado por la revista Análisis en su número 376, en abril de 1991: “Yo acuso al general Contreras” de Gladys Díaz. Habría que volver a publicarlo. Me ofrezco, ya que lo tengo, a copiar cada palabra con todo el respeto que se merece. No alcanza resumir ni intentar poner otras palabras en lugar de las que ese testimonio rescata, arranca, defiende, considera, ofrece.

Recuerdo también que en esos días me fui a la escuela con la revista en la mochila y que en el patio, durante un recreo, la leímos en voz alta con un entrañable compañero. Ambos quedamos impactados, no solamente por la historia que ahí se narraba sino por el cómo, por el coraje de Gladys Díaz –periodista, militante del MIR, detenida en 1975, prisionera de la DINA en Cuatro Álamos–, por la precisa y rigurosa manera que ella tenía de hacer de su relato un instrumento contra la infamia de algunos, contra la ignorancia de otros: no solamente contra el olvido, porque no podemos olvidar lo que no conocemos y nosotros, jóvenes entonces, conocimos también lo que había que conocer gracias a Gladys Díaz. Pero, también, era esa escritura un instrumento a favor de cierta humanidad, tal como la periodista junto con otros –por ejemplo, sus compañeros de la revista Análisis y tantos más que no se pueden nombrar– nos la ofrecieron como cosa digna de amar y defender. Por esto, indisociablemente, al enterarme de la muerte de Manuel Contreras se me viene a la mente la figura de Gladys Díaz, la de Juan Carlos Perelman y la de tantas personas que nos faltan.

Una extraña coincidencia hace que hoy, en Argentina, estemos a pocas horas de un acontecimiento sumamente relevante. Esta noche, en una sala de Buenos Aires, se presentará una obra llamada “Del Gallo Cantor. Cantata”, sobre poesías de Juan Gelman y música de Juan Cedrón. La obra fue creada en 1972, inmediatamente después de los fusilamientos de Trelew. Quizás el lector chileno lo recuerde. En agosto de 1972, en Argentina, se produjo una fuga de prisioneros políticos encarcelados en el penal de Rawson. 25 prisioneros lograron salir. Tras múltiples dificultades, llegaron a destino: al aeropuerto. 6 pudieron tomar y desviar un avión que los llevó a nuestro país donde contaron con la debida protección. Otros 19 quedaron en el aeropuerto sin poder huir. Fueron detenidos y fusilados el 22 de agosto de 1972. 16 murieron. Los tres sobrevivientes (liberados en 1973, tras la elección de Cámpora) fueron ulteriormente asesinados. Lo que también fue el caso de algunos de los fugados que encontraron refugio en Chile. Entre ellos, Mario Roberto Santucho.

En esos mismos días, Juan Gelman escribió una serie de poemas. Juan Cedrón les puso música. Uno de esos poemas se refería explícitamente a los fusilamientos. Los otros evocaban, desde diversos lugares, las añoranzas de una parte del pueblo argentino en esos años. La obra fue presentada en 1972 en Buenos Aires. Luego, tanto el poeta como los músicos salieron del país. Gelman (1930-2014) nunca volvió a radicarse en Argentina. Cedrón lo hizo hace once años. La obra no volvió a escucharse en Argentina. Pero sí en Francia donde pasó a ser una obra de culto. Por iniciativa de un grupo de jóvenes –muy jóvenes– músicos argentinos esta noche se presentará la Cantata del Gallo Cantor en Buenos Aires. Participarán en este concierto los creadores de la obra y estos mismos jóvenes (La Lija es su nombre), mostrando al público esa condición básica de los rescates que más importan: la unión, la acción conjunta entre generaciones que se conocen, se aprecian, se escuchan, se valoran y se arremangan para trabajar juntas.  

¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Todo. Y se explicita en las palabras que esta noche quince músicos van a interpretar:

“nosotros no solamente queremos la igualdad en la muerte
también queremos la igualdad en la vida
queremos la justicia en vida
aunque sea corta y larga la muerte”

En estas horas en que todos los diarios de Chile y, probablemente del mundo, anuncian la muerte de Contreras, consciente de que nosotros no pudimos anunciarle a nadie la muerte de nuestros seres queridos más cercanos porque no conocemos ni siquiera la fecha, siento que  hoy más que nunca hay que seguir exigiendo por la vida. Ir al rescate de todas nuestras obras ignoradas, olvidadas, descuidadas, desatendidas. No me refiero o no me refiero solamente a tal o cual poema, composición, cuadro, escrito. Me refiero a esa obra mayor que constituye la manera de vivir de ciertas personas. La vida misma. Esa es –también– la obra. La manera que tantas valiosas personas tuvieron de vivir. La manera en que tantas personas siguen viviendo sin darse por vencidas.

Para los jóvenes de mañana, a lo mejor, no habrá otra herencia que no sea esa. La vida, tal como hombres y mujeres de todos nuestros pasados y de todos nuestros presentes, eligieron vivirla. Por eso pienso que, más allá de la muerte, hay que atender ciertas plumas que, desde Chile, desde Argentina, desde tantos otros lugares, nos vienen diciendo que ése y no otro ha sido siempre el objetivo: la igualdad y la justicia. En vida.

 
Antonia García Castro