Para Laura y Lu
Había una mujer llamada Teresa, le gustaba bailar tango y milonga (lo que más le gustaba era la milonga). Su nieta cuenta estas cosas y también otras. Nadie bailó nunca como Teresa, aunque ella solo la vio bailar ya en soledad o con la ayuda de una escoba (ese objeto que, al igual que todas nosotras, es capaz de lo mejor y lo peor). Habrá bailado en un patio Teresa entonces. Su nieta, que es mi amiga, la amaba y si bien la amaba por otras cosas quizás la amaba también por esa alegría que tenía al bailar. Y Teresa habrá tenido vestidos lindos y habrá bailado con ellos. Un tiempo. Quizás mucho tiempo. Hasta que los vestidos fueron a parar a un armario y no salieron más. O será que cuando salieron ya eran otra cosa. Recuerdos de un ser querido.
No sabemos cómo fue. No sabemos mi amiga y yo cómo fue que una de sus hijas, bisnieta de Teresa, tuvo la idea de que uno de esos vestidos estaría mejor… conmigo. A veces, no nos preguntamos tanto. A veces simplemente aceptamos la mano tendida, el bolso, su contenido. Me conmueve el gesto. No sé de donde salen estos chicos… estas chicas… parece que vinieran de un lugar mucho más hermoso que el que teníamos para ofrecerles. Un lugar donde los vestidos no se cuelgan en un armario si su destino es bailar. Un lugar donde Teresa no tiene por qué morirse para siempre sino que vuelve en la emoción que es la nuestra… y en la próxima milonga que ella y yo vamos a bailar.
A.