Daigu Ryokan (1758-1831)
Una noche un ladrón le robó la manta con la que se tapaba y que era casi su única posesión. Al despertarle el frío, Ryokan vió la luna magnífica recortada sobre su humilde ventana, y escribió el siguiente haiku:
Al ladrón
se le olvidó
la luna en la ventana