Escena de Rosa Luxemburg, un film de M. von Trotta (1986) |
A Mathilde Jacob
Desde la cárcel de Wronke. 7 de febrero 1917
“¿Oh, Mathilde, cuándo volveré a estar con usted y con Mimi en Südende y a leerles a Goethe en voz alta? Pero hoy mismo quiero recitarle un poema de memoria; hoy por la noche me acordé de él, solo Dios sabe por qué. Es uno de Conrad Ferdinand Meyer, el buen suizo que también escribió el Jorge Jenatsh. Ahora siéntese, tome a Mimi en su regazo y ponga la querida carita de oveja absorta que suele poner cuando le leo algo. Así que silentium:
La confesión de Hutten
Ahora camino acá sobre mi tumba.
Ey, Hutten, ¿vas a hacer tu confesión?
Es costumbre cristiana. Yo me golpeo el pecho.
¿Qué ser humano no es consciente de su culpa?
Lamento haber reconocido muy tarde mi función,
lamento que mi corazón ardiera con debilidad,
lamento no haber entrado en mis contiendas,
con golpes más fuertes y una acción más audaz.
Lamento que solo una vez me hayan excomulgado,
lamento haber conocido tanto el temor ante los humanos.
Lamento el día que no causó heridas,
lamento la hora que no trajo furia,
lamento –lo confieso arrepentido–
no haber sido tres veces más osado.
Voy a colocar este final en mi tumba… ¿Se lo tomó en serio, Mathilde? Ay, ríase de esto. En mi tumba, como en mi vida, no habrá grandes frases. En mi lápida solo deberá decir dos sílabas “zwi-zwi”, porque es el llamado del pájaro carbonero, que imito tan bien que vienen hacia mí sin titubear. E imagínese, en este “zwi-zwi”, que habitualmente emerge en un fulgor claro y fino como de una aguja de acero, hay, desde hace un par de días, un muy pequeño trino, un minúsculo tono pectoral. ¿Y sabe, señorita Jacob, lo que significa? Es la primavera, silenciosa señal de la primavera por venir, ¡a pesar de la nieve y la helada y la soledad, creemos, los carboneros y yo, en la primavera! Y si no llegara a vivirla de tanta ansiedad, no se olvide de que en mi lápida no debe decir nada más que “zwi-zwi”…
Las abrazo a usted y a Mimi con terrible anhelo.
Suya
R.L.”