jueves, 7 de noviembre de 2024

La flor del cedro


Un rayito de sol se hace un lugar entre espesos nubarrones y tengo tu regalo a mi lado, Juana. Te escribo para otro momento. Para cuando seas más grande y recuerdes (nunca olvidas las cosas importantes) que los días más tristes fueron también felices. Un domingo se fue Mirta y nos encontró a tres mosqueteros cerquita tuyo. Vos sabías. Antes que los demás, vos sabías. Ese mismo domingo se conocieron con Lu. Ahora son amigas. Ahora este lugar desde donde escribo está lleno de sus voces y por todas partes, también en “el jardincito de arriba”, hay huellas de sus andanzas… y de las andanzas de Lili. Me acaba de decir que ya era hora. Y estoy de acuerdo. Ya era hora. Pero, qué hacer, ¡no tengo tanto poder sobre las horas! Ni sobre las ventanas, que son del gusto de Lili, aunque hubo una vez una ventana, y justo por esa ventana entraste vos, Juana. Pero… el regalo… Este regalo… Es algo que no cabe en ninguna parte. Ni tu sonrisa, ni tus ojos. Ni el silencio cuando el regalo estuvo en mis manos. Hubo un segundo. Me habrás mirado. Es largo a veces un segundo. ¿Se dará cuenta? ¿No se dará cuenta? ¿Se podrá confiar en esta “grande personne”? Como dijo Saint-Exupéry. Y es que hay cada adulto, Juani, ya lo sabemos. Algunos son incluso capaces de talar árboles. Los mismos u otros, parecidos, se encargan de talar corazones, esperanzas, tanto amor como había para dar, y siempre tienen “buenas” razones para hacerlo, siempre hay algún “peligro” acechando. Veo, entonces, tu regalo, y todo el cedro se levanta nuevamente ante mis ojos. Tan alto, tan fuerte como fue. Tan generoso, el cedro del jardín que nos dio cobijo. Bajo sus ramas te conocimos mejor. Vimos que eras chiquita. Los otros chicos te rodearon y en un próximo encuentro ya los llamaste “mis amigos”. A veces un solo cuento basta. Sobre todo si es un cuento que ha contado Susana. Miro mi regalo. ¡Me doy cuenta, Juana! Quisiera decirte: tengo la esperanza de que confíes en mí. Cada pincelada es como un pétalo. Pienso que ahora el cedro tiene su flor. Pero ni ahora, ni después podré decirte, por qué suceden estas cosas y cómo es que un árbol fuerte y generoso quedó tendido en la vereda... ¿Lo notaste? Incluso derribado el árbol era más grande que nosotras. Pienso en lo que queda de cuanto amamos. Pienso en las raíces del cedro que no se pueden talar, ni arrancar. Pienso que existe bajo tierra un árbol que no podemos ver pero que está. Y en esos lazos que unen por lo bajo a todo cuanto de nuestros amores perdura.

Gracias pequeña, gran amiga mía, hermosa flor del cedro.

 A.