Lo que sigue es una carta enviada desde París por "El Profe" (miembro fundandor de este blog aunque sumamente reservado) a la Compañía Nacional de Autómatas La Musaranga como consta en la presentación que sigue. Se la robamos al blog amigo "El Cedroniano" y la compartimos por estos lados porque, sencillamente, se nos da la gana.
LA MUSARANGA. Colectivo
de arte popular, militancia humana, arte y artesanía "povera", de integración
social, etc.
A raíz de un envío postal recibido a fines de enero 2015, portando una
serie de grabados representativa de la iconografía musaránguica del Puchero
Misterioso, decidí publicar unas líneas de agradecimiento y adhesión a mis
queridos y admirados compañeros.
Don Pedro:
Pese a los malos vientos
liberales y privatizadores que soplan contra lo que fue cemento y orgullo de la República Francesa:
sus Servicios Públicos, cuyo resultado es la degradación de los mismos, el mal
funcionamiento, el encarecimiento, todo lo cuál hace que el aumento de
conflictos sea notorio, materializándose en un recrudecimiento de la puteada
directa, que suplanta la más o menos correcta pero ya antigua discusión por
medio de la que se solucionaban los problemas que podían manifestarse.
Uno de los servicios más queridos
y respetados fue el Correo y Telecomunicaciones, aquí en Francia PTT, Postes, Télégraphes et Téléphones. Hoy en día
–en gran parte privatizados o mercerizados–
cambió su nombre y es La
Poste. El cartero (aquí le
postier) era un personaje casi de la familia ya que empezaba a los 18 años
a repartir las cartas y se jubilaba a los 60. Conocía las familias, veía nacer
los chicos, los veía casarse, la gente lo llamaba por su nombre, y como eran
tiempos menos urgentes, en más de una casa hacía parada, cafecito mediante, o
más cerca del mediodía un vasito de blanco, mientras se enteraba de los
reumatismos de los viejos, los amores de la nena o las peleas matrimoniales o
entre vecinos. La vida, ¿no?
Pero el cartero sigue estando,
trayendo las cartas, y yo que siempre los miré como portadores de misterio,
porque ¿qué dirán las cartas? ¿qué
dramas o alegrías o dolores portará ese sobre cuadrado o rectangular que uno
encontrará a la noche, cuando vuelve del trabajo?
Y después está la historia de
Juana, la Juana
de mi infancia que con sus 18 años estaba perdidamente enamorada del cartero
–que tendría 20– y se escribía cartas
todos los días, para poder hablar con él y coquetear dulcemente. Y se
casaron...
Y los versos de González Tuñón
que dice algo como “yo quisiera abrir toda la correspondencia del mundo por ver
si alguien, una sola persona tiene un recuerdo, un solo recuerdo para mí...”
En fin, mi querido Musarango
Pedro, todo este espiche para agradecerte la hermosa, entrañable iconografía “musaránguica”
del Puchero Misterioso que recibí el viernes pasado. Me hace bien, me reconcilia,
me ayuda a mantener la “ilusión hornera”.
Y sobre todo, son muy hermosos los grabados. El Gallo Bataraz, el caballito, el
loro, la dulce virgencita, Nelly la grande... Todo, todo grita que se puede,
que hay aguante, que el alma, las almas se lo merecen.
Al otro día, sábado, a eso de las
10h00 me fui al jardín a podar un poco el cerco. Es ahí que charlo con los
vecinos, con la gente que pasa, que siempre te hace un comentario sobre el frío
o la lluvia. Pero en realidad yo esperaba
a la postière, que es una
señora de mucha gentileza y como casi
todos los empleados del correo, viene de la Martinica o de la Guadalupe, o sea de las
Antillas francesas. Y cuando llegó, con una carta menos agradable que la tuya,
ya que era el aviso de lo que me toca pagar de impuestos, le dije “señora, le
tengo que agradecer la carta que me trajo ayer”. ¿Y por qué?, me dice. “Y, por
lo que traía el sobre, por el placer que me causó”. “Bueno pero yo no tengo nada que ver, además es mi
trabajo”. ¿Cómo que no tiene nada que ver”, le digo, “¿y el sino?, ¿usted nunca
pensó que es una mensajera? Como tal trae usted buenas nuevas o malas. Ayer me
trajo muy buenas, y por eso, le digo merci
beaucoup.” Insistió: “bueno, pero yo no tengo que ver con lo que hay en los
sobres que distribuyo...” “Usted no, pero el sino, sí... y la eligió...” Me
miró a los ojos, y juro que pasaron en un instante por los suyos destellos de
vudú, santerías, Orishas, y otros candomblés... Entonces riéndose, me dijo “para
hablar de estas cosas es mejor hacerlo delante de una botella de rhum...” Y se
fue a continuar con su reparto.
Bueno, Don Pedro, seguramente me
daré una vuelta por allá en marzo o abril ya que me está haciendo falta. Me
están haciendo falta.
Un abrazo fraterno para vos y
para todos los compañeros y compañeras de la Musaranga, La Gloriosa.
Sábado, 04/04/2015 El Profe