miércoles, 12 de diciembre de 2018

Almacén de Eulogio Castro y Amazon Go


Seattle, enero 2018: Amazon inaugura el supermercado más moderno del mundo.
Mercedes, enero 2018: demuelen el Almacén de Eulogio Castro.

Los medios de información de todo el planeta describen y comentan abundantemente el primero de los hechos mencionados. Revistas especializadas, impresas y digitales, videos, blogs, sitios Web… El acontecimiento se hace instantáneamente mundial. Del segundo, se hace eco solamente algún órgano de prensa local. Aunque en primera plana y con fotos. Al mismo tiempo, los vecinos mercedarios fotografían desde todos los ángulos posibles la esquina de Cerrito y Ferreira Aldunate. ¿Qué relaciones podemos establecer entre estos hechos ? Veamos en primer lugar de qué se trata en cada caso.

Viajecito por la ilusión post-humana

Usted va a hacer sus compras a Seattle, entra, escanea su aplicación Amazon en el molinete de entrada, se pasea, mira, elige, pone en su carrito los artículos seleccionados, sale por una puerta que se encarga de facturar automáticamente sus compras, puesto que desde el momento en que usted tomó un artículo éste fue registrado, filmado, pesado, incorporado cuidadosamente a la lista (digital, evidentemente) que posibilita la operación de pago y que de paso, conserva en el banco de datos de la empresa los detalles de su elección. . . La decoración interior es impecable : design, aceros, plásticos, pantallas, alumbrado funcional, estanterías rigurosamente ordenadas, clasificadas… Circulación fluida. Amplitud y claridad. ¿Práctico no ? Sobretodo ¡FAST ! ¡Qué velocidad ! ¡Qué pulcritud !

Tal vez no lo pensó enseguida… Sin embargo… No necesitó cajas ni cajeros, ni consejos ni consejeros… No vio ningún empleado ordenando estanterías o decorando el local… No le dijo “buen día”, ni “gracias”, ni “hasta luego” a nadie… Todo brilla y titila… Se respira cómodamente el aire climatizado: el equilibrio entre los índices de presión, de temperatura y de humedad ambiente es perfecto… Una pregunta : en algún momento, ¿no le faltó un poco de calor humano? ¿No rozó a nadie ? ¿Cruzó una mirada con alguien?

A mí, esta realidad me hace pensar en el brillantísimo fondo antiadhesivo de las cacerolas y de las sartenes: el calor está pero opera a distancia, sin necesidad de contacto directo. Se trata de “la magia sin contacto”. Extendida esta asombrosa propiedad de la materia a la vida cotidiana, a las relaciones personales, anunciaría algo así como el reemplazo de nuestros congéneres por seres o instrumentos o artefactos dotados de un potencial de eficacia tan sofisticado, tan enorme –al mismo tiempo tan ajenos a percepciones, sentimientos y emociones y consecuentemente, tan imperturbables– que todo lo que es interacción humana comenzaría a ser vivido como estorbo, impedimento, complicación, enlentecimiento… (Baudrillard lo avizoraba ya en 1986).

También se me ocurre preguntar: ¿los lugares de intercambio comercial se transformarán todos en escenarios sin actores, sin actos, sin gestos, sin rituales? ¿Desaparecerán el peso, la textura, el color, los aromas que conllevan, en cada producto, en su materialidad, algo de la presencia humana? Me hace pensar que posiblemente la cabeza se me esté llenando de imágenes, de envases de plástico que desfilan con tanta velocidad y cambian tan rápidamente que alejan en mi memoria el aspecto real de los objetos.

Pienso que si no repaso mis viejos cursos de química, la comprensión de las etiquetas que se supone detallan el contenido de los envases se hace cada vez más difícil, si no imposible. No digamos nada de la geografía necesaria cuando se trata de ubicar la procedencia de los productos algo exóticos… ¿Y los mecanismos de abrir y cerrar de los susodichos envases? ¿Y las preocupaciones ecológicas relacionadas con los aviones, los cargueros y los contenedores, las inquietudes suscitadas por los costos reales de producción y los beneficios de los intermediarios y sus incidencias sobre los precios finales? ¿Y los salarios y los derechos de los productores que transpiran o que tiritan a miles y miles de kilómetros de las impolutas bolas de cristal de los shopping center que se reproducen, en un proceso de vertiginosa clonación? ¿Y las preocupaciones sanitarias y de salud: pesticidas, perturbadores endocrinos, radicales libres, etc., etc.?

¿Ya hizo sus compras? Rápido, impecable. Todo virtual, digital, codificado. Cifras y barras. Aséptico, casi quirúrgico… Paseo por el edén reencontrado.

Lo invito ahora a hacer compras en el Almacén de Eulogio Castro, en Mercedes, Uruguay.

Primer movimiento: el paso para subir el cordón de la vereda y ya reveo rojas canteras al aire libre y un grupo de trabajadores –maceta y buril– dando forma (escultural y musicalmente) a esas piedras sobre las que caminamos y que quizá nunca vimos ni miramos… Entro y a mi saludo responde un coro de clientes y parroquianos. Que me sorprenden una vez más con las variaciones dadas a sus palabras y a sus giros. Creadores permanentes, manantiales inagotables de una manera de decir que preanuncia a mis orejas “el lejano y sutil origen del poema”. Con resonancias de una tonalidad solemne y liviana, seria y humorística (sin paradoja) que transmite una cálida combinación de sinceridad decantada y de frescura original… Es algo más profundo que una manifestación de buena educación urbana.

Segundo movimiento: el almacenero pregunta: “¡qué desea!!” “¡Qué va a llevar!!” Como hay muy poco prefabricado, se hace imprescindible una cierta capacidad de comunicación. Y es la “ouverture” de un contrapunto de intercambios repentinos y espontáneos en los que proliferan centenares de hallazgos expresivos, de creaciones idiomáticas que no pertenecen a nadie en particular y que hacen de cada diálogo una situación inédita y singular.

Como trasfondo, una atmósfera a saborear: la presencia intensa de una calidez humana siempre germinal, gracias a “penales mal cobrados del partido del domingo” que desatan polémica o al comentario político que tensa las cuerdas de la discusión amistosa. Para completar, nunca falta una pregunta sobre la salud y sobre la familia. Y está el vecino con su eterna picadita de queso fresco. A mi izquierda, casi atrás de la puerta nomás…Un poquito más lejos se insinúan solapadamente unas misteriosas botellas de agua mineral haciendo equilibrio en lugares un poco inverosímiles, cuyo contenido puede suscitar interrogaciones, visto el color que el sol hace reverberar en un juego de luces inesperado…

¡¡Y está “el menudeo”!! Y la balanza de mármol y oro y sus platos brillantes y el impresionante crescendo de esas pesas pulidas que son un tesoro. ¡Y el paquete de papel de estraza y la magia malabarística del plegado! ¡Y la plata y el vuelto y “la libreta”...! Y está el laberinto interminable e inagotable de productos de todo orden y género: desde el alpiste para los canarios y cardenales caseros y la ración para las gallinas, hasta las pilas para las transistores y las resistencias de mica para las planchas eléctricas. Y los quesos, y los fiambres frescos y las bebidas de toda graduación… Y las agujas para destapar el oído del Primus y el carretel de hilo negro… 

“¿Nada más?”
Y el infaltable saludo de despedida...

¿Adónde voy a hacer las compras? ¿A Amazon Go?

“Se van, se van…/ las casas viejas queridas / demás están…/ han terminado sus vidas”
(Yvo Pelay).
“La forma de una ciudad cambia, desgraciadamente, más rápido que el corazón de un mortal” (Ch. Baudelaire).
“por fin tuve un harén de nomeolvides
Y no puedo olvidarlos porque añaden
Azul a mi memoria”
(M. Benedetti)

Hablo de este Almacén y hablo de una esquina primordial.

Puedo pensarlo en órdenes, categorías, clasificaciones históricas, sociológicas, psicológicas, culturales. Puedo pensarlo en cuadros cadastrales, en legajos notariales, en registros arquitecturales. En la trama de formularios, carpetas y expedientes. En mapas urbanísticos hasta con las dinámicas de circulación barriales y globales. (No faltará el espíritu curioso que dará vida al almacén de Eulogio Castro trabajando sobre esas fuentes e interrogándolas con las herramientas adecuadas. Que así sea). Hoy prefiero pensarlo como un elemento primordial en la formación de una sociabilidad, de una historicidad. Se trata de concebirlo o de conceptualizarlo como uno de los lugares cuya frecuentación inaugura una etapa de exploración y de educación sentimental. De comprenderlo como un crisol y como una matriz de configuraciones íntimas y colectivas. “Yo aprendí filosofía, dados , timba y la poesía cruel…”. Porque desde ese lugar, se puede avizorar, aunque todavía desde lejos, una geografía elemental de los optimismos y pesimismos existenciales, de las luces y las sombras de glorias y de éxitos, de humillaciones y fracasos.

¡Se descubren personas y… personajes! Se aprenden normas y convenciones. Se ejercita el cálculo mental. Se escucha la opinión deportiva, la reflexión político-partidaria. Los comentarios psicosociológicos, filosóficos y morales a que se hacen acreedores los acontecimientos de la cuadra, de la manzana, del barrio, de la ciudad, del país, abren el abanico de lo diverso, variado y plural. Se vive la libre expresión: desbordes y límites, el ego y los otros. Se aprende a descifrar miradas y monosílabos y a recoger fragmentos de discursos esotéricos. Es una escuela de singularidad y particularidad y un primer escalón para preparar conclusiones generales y universales sobre gentes y cosas. Con la gente. Gracias a esa gente. Desde que ella crea el espacio que permite al niño acercarse al mostrador con la plata envuelta en un pedazo de papel o en un ángulo anudado de un pañuelo de mano, está abriendo una dinámica de vínculos de reconocimientos y de respetos recíprocos cuyas vivencias dejan huellas imperecederas. Porque esos primeros círculos no muy alejados de los cuadros familiares constituyen y representan y transmiten –al mismo tiempo– una gama amplia de conductas y palabras que presagian la diversidad caleidoscópica de otros universos situados más allá de los del barrio y de la escuela. Por eso lo siento siempre, con Borges:
 “un almacén rosado como revés de naipe
 brilló y en la trastienda conversaron un truco”
Y tantos otros temas –y por eso afirmo que es eternamente verdadero el verso
 “de chiquilín te miraba de afuera 
 Como a esas cosas que nunca se alcanzan”
que dice bien que este almacén era Almacén… y algo más… ¡Cómo se entrelazan en la temporalidad poética, portadora de su propio calendario, las emociones de Discepolín y de Ferrer ! Quién haya conocido este Almacén del Barrio Oeste ¿no se reconoce aunque sea un poco en “Cafetín de Buenos Aires” y en “Chiquilín de Bachín”?

Hoy prefiero pensarlo como un elemento primordial, también, en el descubrimiento de los misterios que encierran las estanterías y los rincones repletos y desbordantes de objetos como en todos los mercados y ferias del mundo. Inmóviles, en los mismos lugares, cristalizados en una lógica inaccesible al profano. Muy especialmente esas pequeñeces “donde el futuro parece que se quedó esperando”. ¿Qué duende dirigía los pasos del Almacenero al lugar exacto del artículo que se le pedía?

Pienso este Almacén, resplandor de luz. Intenso, duradero. Tan emblemático como el más emblemático de los edificios de la ciudad.

Por eso digo:
“dejen allí esa casa de la esquina con cielo,
De pie, como la tarde”.
No la muevan:
“la luna penetró largamente su oscuro
 Y anguloso perfil y en su revoque
Diseñaron los años una especie de mapa”
Es de nosotros. De todos. Está con nosotros. Ahora respira ahí, donde hacen esquina la calle Cerrito con la “calle del tiempo”. Bien plantado en el mapa de la memoria del barrio, nuestra “patria de todos los paseos”. En el camino de peregrinación hacia nosotros mismos,
 “es un latido de tiempo
 sus lugares son confluencias
 aleteo de presencias en un espacio instantáneo”.

Una conclusión posible.
Entonces, volviendo a la pregunta liminar : ¿qué relaciones podemos establecer entre todos estos hechos que nos hacen ir y venir entre Mercedes y Seattle? Respondemos:
1.- El acercamiento fáctico es legítimo.
2.- El lector puede encontrar elementos de comparación.
3.- Ejercicio de memoria personal, el texto no tiene pretensión antropológica.
4.- Reflexionar sobre tema tan antiguo, tan consustancialmente humano y tan significativo históricamente hablando, como la actividad comercial y sus repercusiones socioculturales, puede recordarnos una vez más que no hay nada más presente que el pasado: memorias, reminiscencias, raíces, genealogías, historia(s), ni nada más presente que el porvenir: proyectos, esperanzas, previsiones, presentimientos, prefiguraciones…
5.- Comprender un acontecimiento implica razonamiento, coherencia argumentativa, fuentes, referencias y pruebas. Pero necesita también emoción: nada puede reemplazar la carga significativa de un párrafo poético.
6.- La nostalgia es un sentimiento noble. No es él, sin embargo, el que anima las reflexiones aquí presentadas. La nostalgia no es la mejor consejera para quién intenta construir una visión equilibrada.

Ahora bien, visto, oído y considerado todo esto:
¿Tendré que ir a hacer las compras a Amazon Go?

           Glauco Daniel Cabrera

Nota importante.
Reconocimiento especial a coreutas y solistas que hacen posible el intento polifónico de las frases enhebradas en este artículo: Al Beto “Chajá”, que no está más “penado” y puede volver al lado del mostrador; a Pillín y a Capezuto, que pueden seguir repechando tranquilamente Cerrito arriba, por el medio de la calle, y a todos aquellos que están presentes en los gritos de gol de Sud América, de Ferro y de Atlanta.
A Ch. Baudelaire y a W. Benjamin, a I. Calvino y a J. L. Borges, a R. González Tuñón y a O. Paz que siguen alentándonos a vivir mejor nuestros rincones urbanos, más eternos que el agua y el aire.