Pensaba anoche, en el sótano de Luis, escuchando a los
artistas, algunos de ellos amigos míos, que estos tiempos tan duros, tan difíciles,
donde a cada rato te quitan algo… también han preservado. Sin duda una desgracia
siempre puede pasar pero… nos tenemos… Anoche Pablo cantó una canción. Una canción que le escuché algunas veces a Jaime. Por eso, cuando Pablo cantó, contenta de haber
reconocido, busqué con los ojos a su hija –nieta de Jaime– y resultó
que la niña iba formando con sus labios la letra (no podía ser de otra forma). Ella
me vio y sonrió. Fue lindo estar ahí, en la sonrisa, saber… que sabemos… y que,
entre penumbras, nos reconocemos. Ver a los niños presentes. A padres y abuelos. Rostros conocidos. Desconocidos. Tener la
(casi) seguridad de que no nos dispersarán. Que volveremos a vernos. Que la vida se irá tejiendo así, de canción en canción, de cita en cita,
de mesa en mesa y de puerta en puerta. No sin desdichas. Pero también con alegría. Por esta cercanía.
Cándida