El 16 de junio de 2023 se colocó una placa en el Polideportivo Pomar (Floresta) con el nombre de Enrique Lifschitz. Reproducimos las palabras de Mariana, hija de Enrique, directora de Vínculos vecinales, diario que nos permite habitar el barrio conociendo del otro lo que más (le) importa.
Enrique repartiendo el Vínculos... - septiembre 2011 |
¿Cuál es el sentido de los homenajes a quienes ya no están? ¿Para qué recordar su historia? Yo creo que es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Algo de lo que hizo esa persona nos vibra en el presente y nos sirve para pensar lo que estamos haciendo ahora.
En mi caso, cuando falleció mi papá y tomé la posta de hacer el periódico
Vínculos Vecinales, descubrí la increíble cantidad de cosas que pasan entre las
personas que viven a unas cuadras unas de otras, los lazos que se tejen gracias
a los vecinos y vecinas que miran a su alrededor y deciden poner en marcha…
algo compartido.
Silvia y Elvira acompañan a las “Madres del dolor”; Nicolás y Gastón son parte del grupo que revivió la huerta comunitaria de la plaza del Corralón; toda la Asamblea de Floresta cuida esa plaza, organiza charlas; Antonia y Laura invitan a les chiques del barrio a entrar a su “patio de los libros”; Guillermina, Matías y Alejandra junto a muchos otros vecinos redactaron un proyecto de ley y se movilizaron para reclamar que Villa Santa Rita tenga una plaza; Violeta y Andrea juntan cuadraditos de lana tejida para armar mantas que luego entregan a organizaciones que asisten a personas en situación de calle; como “Ser con Vos”, cuyos referentes Claudia y Gabriel viven haciendo de todo para reconfortarles un poco la vida a estos vecinos; y la lista sigue, dirigentes y profes en los clubes, en las escuelas las y los docentes, las familias que sostienen las cooperadoras; los médicos y médicas en los cesac y hospitales; hay tantas historias de gente que habita el barrio con amor al prójimo, con ganas de hacer más feliz esta vida compartida, que harían falta cientos de periodistas barriales para contarlas todas.
Enrique era uno de esos. Le corría en la sangre unas ganas imparables de
salir a la vereda para conversar con cada uno y cada una que tuviera algo de
ese impulso vital. Y de hecho, lo hacía. Al día de hoy todavía me cruzo con
gente que me cuenta las charlas que tenía con mi papá. “Él siempre tenía esa
sonrisa”, me dicen.
Fue entre los gobiernos de Aramburu y Frondizi, con el peronismo proscripto, cuando se inició la épica vecinal que llevó a la construcción del Poli. Transpórtense al año 1958. Las tensiones que habría. Los miedos. Las ilusiones. Ya habían pasado los dos gobiernos de Perón y el bombardeo a Plaza de Mayo.
Los mayores nos cuentan sobre las divisiones de la sociedad en aquella época. Sin embargo, mi viejo en su relato habla de una lucha que los unía. También cuenta las peleas, las traiciones, no era idílico ese pasado. Pero había una idea de “bien común” compartida. Nadie dudaba que el barrio merecía que esas dos manzanas se conviertan en una plaza y un polideportivo, que era trabajo del Estado hacerlo y que ese espacio tenía que ser público y gratuito, para disfrute de todos.
Esa idea de bien común de la que en ese pasado cercano nadie dudaba es el legado que, creo yo, nos viene bien apropiarnos, divulgar, fortalecer en este presente.
Educación, deporte, cultura, arte, esparcimiento, salud, espacios verdes,
para todos y todas, públicos, gratuitos y de calidad. Eso es, entre otras
cosas, el bien común. Por esas cosas se unían y luchaban los vecinos entonces,
por esas cosas siempre tendremos que luchar, sea para obtenerlas, sea para
cuidarlas si ya las tenemos.
Gracias Fernando Moya y Claudio Morresi por hacer posible este encuentro en el que recuperamos para la memoria de todo el barrio, el legado de Enrique Lifschitz.
Mariana Lifschitz