La foto viene de un muro amigo. En principio, me alegro. Aunque lamento no saber dónde y cuándo se escribió esta frase. Sea como sea, hace mucho que Arturo Jauretche nos informó y nos formó respecto al rol de la alegría en ciertas luchas. Se me ocurre que, sin llegar a tanto como revolucionaria, la sonrisa suele ser solidaria. Incluso: compañera. Si es sincera... Y si es sincera, resulta irresistible. Te lleva puesto. Me puedo subir a tu sonrisa sincera como a un trapecio y saltar confiada. Ahora, si de tiempos de crisis estamos hablando, esa sonrisa –que no es postura ni mueca ni estupidez– requiere ciertas condiciones. Más de una, en realidad, pero tengo en mente algo preciso.
Sucede que junto con esta foto, me/nos llegan a diario noticias que no son noticias, noticias que son más bien formas de escupir lo que otros escupen. Ejemplo: tal o cual personaje de la vida política nacional (pasa en todas partes) ha dicho una barbaridad y no falta el conocido o –en este caso es peor– el amigo que replica los dichos al infinito. ¿Con qué fin? ¿Pensará que no estamos enterados? ¿Hay forma de escapar a la infamia? ¿Qué pretende el conocido o –insisto: esto es peor– el amigo cuando nos reenvía esos exabruptos? ¿Qué tipo de bien nos está deseando? ¿Nos desea algún bien? Y esa, digamos, “información”, ¿me vuelve más eficaz en mi lucha contra la infamia? ¿Me hace más solidario? ¿Más “revolucionario”? O, volviendo al punto, ¿me ofrece la posibilidad de una sonrisa?
Al fin, ¿qué necesito saber? ¿Para qué? Y si de lograr algo juntos se trata, algo que sea un cambio significativo, ¿no tendría que estar informándome de otras cosas? Informándome, reflexionando un poco, pesando el pro y el contra…
Conocidos, amigos: antes de apretar la opción “reenviar”, revisen por favor su propósito. Consideren el daño que pueden hacer ¿creyendo hacer un bien? ¿Por amor al prójimo? O, es otra opción: no me quieran tanto.
Cándida