jueves, 25 de agosto de 2022

El rey Matías I - adaptaciones

Material de archivo (en francés) - Patio de los libros

El año 2012 fue declarado "Año Korczak" en Polonia, en ese marco se realizaron múltiples actividades. Este documental presenta fragmentos de espéctaculos en torno a la obra "El rey Matías primero". Durante seis meses se leyó y adaptó la obra de Korczak. Los espectaculos se presentaron en junio 2012 en París, Varsovia, Goma y Beni (Congo, RDC). Video realizado por la Asociación francesa Janusz Korczak (AFJK).


 
 
 
Otra adaptación en francés y en kamishibai - año 2018 tras la publicación de una nueva traducción 


 
 
Producción : Tornamai Co-production : Sors de ta boîte Creación de imágenes e interpretación : Maëlle Guéroult Música : Nicolas Roche https://tornamai.com/spectacle-le-roi... 

lunes, 22 de agosto de 2022

Amar, a fin de cuentas...

“Las cosas más hermosas que hemos leído se las debemos casi siempre a un ser querido. Y un ser querido será el primero a quien hablemos de ellas. Quizás, justamente, porque lo típico del sentimiento, al igual que del deseo de leer, consiste en preferir. Amar, a fin de cuentas, es regalar nuestras preferencias a los que preferimos.”

 

Daniel Pennac

sábado, 20 de agosto de 2022

Acerca de una secuencia

Foto / "Korczak", de A. Wajda (1990)

En la película “Korczak” de Andrzej Wajda hay una secuencia final que, en su momento, generó polémica. La polémica fue en Francia, quizás la hubo en otros lados. Le reprocharon a Wajda haber querido terminar la película con una nota de esperanza ajena a la realidad. Una suerte de final feliz que resultaba intolerable. La realidad era otra. ¿Cuál era la realidad?

Janusz Korczak es visitante frecuente de este espacio y como Paulo un compañero de todos los días. Por las dudas: ese fue el seudónimo que eligió Henryk Goldszmidt nacido en Polonia en 1878. Fue un médico, pediatra, director del orfanato de niños judíos de Varsovia, escritor y educador. De un oficio a otro, le fue naciendo una mirada, una voz, una forma diferente de entender a niñas y niños. Se le reconoce también como uno de los precursores de sus derechos. Tres guerras conoció Korczak y fue la última la que acabó con él. Un 6 de agosto de 1942.

Sobre esos últimos años trata la película y no sobre los treinta años anteriores en que Korczak vivió y cometió todas las transformaciones que estaban al alcance de su mano. Sin embargo,  no es posible reprocharle a Wajda el haber recortado así esa biografía. Vemos la película y también tenemos la sensación de que todo está ahí como se advierte quizás en la escena que ilustra esta nota y que no es la escena final. 

Pero esa secuencia… El tren… Tendría –dijeron algunos– que haber terminado su película unos minutos antes porque-todos-sabemos que no hay forma de escapar de ese tren. La última secuencia induce en error. Mira que mostrar a los niños salir felices, saltando y corriendo, como quien va de paseo… 

Sin embargo, más de una escena parece increible en la vida de Korczak. En realidad, su vida entera. Eso es lo que sobresale cuando lo leemos. Ya sean sus cartas, sus escritos pedagógicos, sus novelas o los relatos que destinó especialmente a las infancias. Hace poco su novela El Rey Matías primero llegó al Patio de los libros gracias a un  amigo viajante. Todo lo demás fue azar (¿fue azar?). Un 6 de agosto iniciamos la lectura. Leído el primer capítulo hubo un pequeño motín para dar inicio al segundo: por favor... ¡un avance!

Lo mismo hoy. No fue suficiente leer solo un capítulo. Hoy también nos enteramos de que ese libro se publicó en el año 22. Veo la cara confiada de estos niños que se disponen a escuchar el relato y entiendo que Wajda tuvo razón. Su escena final no es ajena a la realidad. Hay algo más. Algo escapa. Algo siempre escapa. No tienen poder sobre aquello. Aunque no sepamos nombrar lo que es aquello. Es eso, lo que no sabemos nombrar, lo que salva.

Es así como llegamos a este día, a este año 22, mi querido Andrzej. Con los niños. Con una sonrisa. Con Korczak.

 

A.


lunes, 15 de agosto de 2022

Sin título

El barrio de Santa Rita es el único de Buenos Aires que no tiene plaza. A muchos de sus habitantes le importa que la haya, que exista un espacio verde, que sea a su vez lugar de encuentros. De muy distintas maneras a lo largo de décadas vecinas y vecinos han intentado organizarse para que la plaza se convierta en realidad. Al día de hoy la plaza no existe en el sentido de que si tuviéramos que dar su dirección, no podríamos hacerlo. Pero de encuentro en encuentro, de conversación en conversación, han nacido y crecido hijos, son esos que revolotean en cada pequeña acción y han crecido precisamente así... escuchando hablar de esa plaza. La plaza de Santa Rita es hoy ese espacio efímero de encuentro. También es el motivo de una propuesta lanzada hace algunos meses para diseñar la plaza de nuestros sueños en cuento, en dibujo, en cuadro, en poema, en canción... El cuento que sigue se ubica ahí. Como inicio de una propuesta que se desarrollará en el Patio de los libros. Continuará...

 *

La plaza de Santa Rita era la más linda. Juana siempre lo supo. Lo que más le gustaba eran los gatos que solían pasearse por ahí cada vez que iba a la plaza con su mamá o con su papá. A Juana le encantaban los gatos y cuando no había ninguno los dibujaba. Uno de sus gatos preferidos, un gato azul, vivía en una de las paredes de la plaza. Y es que la plaza tenía una pared que era para eso. Para que las niñas y los niños pudieran dibujar lo que quisieran con tiza. A Juana le encantaba dibujar gatos con tiza en las paredes de la plaza y en otras también. Salvo los días de lluvia. Claro.

Una vez me la encontré sentada al borde de un camino que atravesaba toda la plaza. Se la veía muy contenta contemplando algo que estaba en el cielo. Miré yo también pero no vi nada. –¿Qué haces Juana? – le pregunté y Juana abrió grande los ojos y me llamó para que me sentara a su lado. Luego me la mostró. Una nube preciosa. Gris perla. Con forma de gato. Perlita, le pusimos. Pero Perlita era una gata muy vagabunda, se quedó un ratito y se fue.

Sí, a Juana le gustaba mucho ir a la plaza de Santa Rita. Fue muchas veces. Le gustaba correr, a veces sola, a veces con amigos mientras los grandes métale a charlar y charlar. También le gustaban los árboles. Algunos, los más jóvenes, eran flaquitos. El tronco cabía en la mano de Juana. Otros no. Otros eran añosos y no cabían en el abrazo de Juana. Hacia falta llamar a los amigos. Abrazar de a varios. Por eso, siempre le pareció raro que algunos dijeran que no había plaza en Santa Rita. Por eso también cuando muchos años después volvió a ese barrio, después de un largo largo viaje… No pudo creer lo que vio.

¿Lo ven?

  

* propuesta para una futura actividad / Patio de los libros