|
Foto / "Korczak", de A. Wajda (1990)
|
En la película “Korczak” de Andrzej Wajda hay una secuencia final que, en
su momento, generó polémica. La polémica fue en Francia, quizás la hubo en
otros lados. Le reprocharon a Wajda haber querido terminar
la película con una nota de esperanza ajena a la realidad. Una suerte de final feliz que resultaba intolerable. La realidad era otra. ¿Cuál era la realidad?
Janusz Korczak es visitante frecuente de este espacio y como Paulo un compañero de todos los días. Por las dudas: ese fue el seudónimo que eligió Henryk Goldszmidt nacido
en Polonia en 1878. Fue un médico, pediatra, director del orfanato de
niños judíos de Varsovia, escritor y educador. De un oficio a otro, le fue
naciendo una mirada, una voz, una forma diferente de entender a niñas y niños.
Se le reconoce también como uno de los precursores de sus derechos. Tres
guerras conoció Korczak y fue la última la que acabó con él. Un 6 de agosto de
1942.
Sobre esos últimos años trata la película y no sobre los treinta años anteriores
en que Korczak vivió y cometió todas las transformaciones que estaban al alcance
de su mano. Sin embargo, no es posible reprocharle a Wajda el haber
recortado así esa biografía. Vemos la película y también tenemos la sensación de que todo está ahí como se advierte quizás en la escena que ilustra esta nota y que no es la escena final.
Pero esa secuencia… El tren… Tendría –dijeron algunos– que haber terminado su película unos minutos antes porque-todos-sabemos que no hay forma de escapar de ese tren. La última secuencia induce en error. Mira que mostrar a los niños salir
felices, saltando y corriendo, como quien va de
paseo…
Sin embargo, más de una escena parece increible en la vida de Korczak. En realidad, su vida entera. Eso es lo que sobresale cuando lo leemos. Ya sean sus cartas, sus escritos pedagógicos, sus novelas o los relatos que destinó especialmente a las infancias. Hace poco su novela El Rey Matías primero llegó al Patio de los libros gracias a un amigo viajante. Todo lo demás fue azar (¿fue azar?). Un 6 de agosto iniciamos la lectura. Leído el primer capítulo hubo un pequeño motín para dar inicio al segundo: por favor... ¡un avance!
Lo mismo hoy. No fue suficiente leer solo un capítulo. Hoy también nos enteramos de que ese libro se publicó en el año 22. Veo
la cara confiada de estos niños que se disponen a escuchar el relato y entiendo
que Wajda tuvo razón. Su escena final no es ajena a la realidad. Hay algo más. Algo escapa. Algo siempre escapa. No tienen poder sobre aquello. Aunque no sepamos nombrar
lo que es aquello. Es eso, lo que no sabemos nombrar, lo que salva.
Es así como llegamos a este día, a este año 22, mi querido Andrzej. Con los niños. Con una sonrisa. Con Korczak.
A.