jueves, 20 de octubre de 2022

"La tierra se extendía en silencio..."

 ¿Se acuerdan? Había un jardín que no tenía flores pero que luego tuvo. Y había Laura… que algunos de ustedes conocen. Sé que no lo habrán olvidado. La anormalidad de la post-pandemia no nos quitó el jardín de Laura. Ni a Laura. Siempre podemos ir. Este martes fuimos. L. y P. 10 y 9 años no conocían. “¡Arriba! Vamos”. Al jardín de Laura… se sube… Pregunta de ambos: “¿se puede?” Respuesta: sí, se puede. Ponemos la mantita que hemos llevado, nos acostamos. “¿Nos acostamooosss?” Sí, esa es la forma más bonita de observar el cedro en el jardín. Y de escuchar. Cositas que pasan. Luego Laura (no confundir las Laura) lee un cuento. Luego: operativo poético como ustedes ya conocen, no es novedad… Pero para ellos sí. Nuevamente: “¿se puede?”. Con ojos muy abiertos. Justo hace poco estuvimos hablando con una muchachita acerca de lo que se puede y no se puede en los muros, en las veredas. Pero este martes lo que llama la atención -más allá de los muros- es la conciencia que tienen algunos niños (¿muchos niños? ¿cuántos?) de lo que NO se puede… 
 
Años atrás, muchos años, en el patio, una nena queriendo escribir una frase en grande en una hoja de papel se dio cuenta que no le iba a caber completa. Se le sugirió que hiciera doblar la frase. Como se dobla en una esquina. (Eso no sirve para los papelógrafos, conste; pero esto era un dibujo, eran palabras dibujadas en papel, ¿quién podía impedirlo?). Otra vez la frase con sus ojos abiertos: “¿se puede?”.
 
“La tierra se extendía en silencio”, decía el cuento.

 

 

 Patio de los libros