La izada - Ernesto Rancaño |
Cuando salió el disco
Expedición de Silvio Rodríguez, tomé las tarjetas de las letras y, como en sus
reversos estaban las distintas partes de la pintura de la portada, ordené los
fragmentos hasta completar la imagen y la mandé a encuadrar. El conjunto
produce una suerte de hechizo que se impone a primera vista, y recién después
uno percibe la cantidad de elementos disparatados que extienden el sortilegio
desde los bordes al centro, y viceversa. Será tan así?
No creo. Lo más probable es
que el misterio y la ambigüedad de este cuadro hagan su trabajo de muchas
maneras distintas, y que cada mirada sea seducida por algún trazo en
particular. Pero de los muchos espectadores que tuvo, sólo una niña sensible
(hija de una amiga en plan de visita) fue más allá y preguntó por el nombre del
pintor. Para responder su inquietud, buscamos en el disco -y luego en la red- hasta
llegar al nombre de Ernesto Rancaño, artista plástico cubano, y a esta otra
maravillosa obra suya titulada “La izada”.
Me estremece la cubanía de
esa patria-niña, izada entre los beatíficos Martí y Guevara, como una trinidad
laica que vela por su Isla, y cada uno lo hace con una mirada diversa: los ojos
del Apóstol cerrados como en un rezo, la angélica mirada de la niña-patria, y
la vista del Che, como siempre, en diagonal a todos los dogmas. Es sólo una
mirada de entre tantas posibles. Pero creo que allí está retratada la deriva
cubana por su feroz independencia. O como dice Silvio en Expedición: “Primero
fuimos los heraldos llevando buenas del Señor, pero excedimos su mandato cargando
el peso del dolor. Hoy somos ángeles caídos junto al que fuimos a curar. Temen
que a nuestros propios hijos les enseñemos a volar”. Y a mirar como lo hizo la
niña amiga, la que supo ver y preguntar.
Carlos Semorile