Pidió la palabra durante la reunión,
cuando se habló de la extensión de su contrato: “Quisiera tomar unos minutos para darles las gracias a todos por las
gestiones que realizaron porque sé que dedicaron especial tiempo, aun cuando me
consta que están todos con muchas tareas que resolver. Y quisiera aprovechar
este momento para, en agradecimiento, hacerles una invitación a…”
La interrumpimos para exclamar
sugerencias: “¡Nos convidas a comer!”
“¡Un asado!” “¡Un aperitivo después del trabajo!”
“Nada de eso, respondió moviendo la
cabeza negativamente y prosiguió con impactante determinación. Les pido que en este momento, ahora ya, en
este instante, hagan un deseo. Y ese deseo se les va a cumplir porque yo soy
bruja.”
Aunque algo desconcertados, los asistentes
cerramos los ojos y acatamos. Y yo, además de pedir el deseo, agradecí
profundamente por ese regalo tan bello, un regalo que no viene en un envoltorio,
que no se colocará en un estante, ni se recordará con una fotografía. Que no se
fue a adquirir a un mercado por la obligación de llegar con algo a la fiesta de
cumpleaños. El regalo de haber sido elegida para ser afortunada.
Valeria Matus