“La mejor manera de alegrarte es intentar alegrar a alguien”.
Mark Twain
Varios amigos se encontraron una noche en París. Era en Montmartre. Tendrían en ese momento 25 años. Se juntaron en un departamento muy chiquito. La cita era para cenar. Como no había muchos muebles se sentaron en el suelo. Como no había mucho que comer… no pusieron platos, pusieron quesos, una baguette, y destaparon una botella de vino. Todos tenían caras tristonas. Algunos trabajaban, otros estudiaban, todos se dedicaban al teatro. Tenían otro punto en común: no les alcanzaba para el alquiler, y tenían dificultades en sus trabajos y estudios. De eso estaban hablando. En resumen: la noche pintaba mal. Hete aquí que uno de ellos dijo “basta, vamos a hacer un juego: que cada uno de nosotros cuente una buena noticia”. Los otros se miraron dudosos. El amigo insistió: “busquen, seguro que van a encontrar algo bueno que les haya pasado”. Era un juego. Durante algunos momentos cada uno se esforzó por buscar la cosa buena; y como todos eran actores, y querían jugar, hasta el que no tenía nada bueno que contar se esforzó por presentar las noticias que eran “más o menos” de la mejor manera posible. Finalmente, todos salieron contentos. Y desde luego no quedó ni queso, ni pan, ni vino.
Cándida