“La lectura da resultados a lo
largo del tiempo”
Por Alfredo Dillon
La escritora cordobesa, ganadora
el año pasado del Premio Hans Christian Andersen, habló con Clarín Educación
sobre su obra, el lugar de la literatura en la escuela y la importancia de
construir lectores y escritores desde el aula.
Narradora, poeta, docente y
capacitadora, especialista y difusora de la literatura infantil y juvenil: la
mujer en cuestión es María Teresa Andruetto, escritora nacida en Córdoba en
1954 y ganadora en 2012 del Premio Hans Christian Andersen, equivalente al
Nobel de la literatura para chicos, que nunca antes había quedado en manos de
un argentino.
Andruetto es autora de decenas de
obras para niños y jóvenes, además de libros de poemas, ensayos y novelas para
adultos. Traducida al alemán, gallego, italiano e inglés y ganadora de varios
premios nacionales e internacionales, la escritora habló con Clarín Educación
sobre su obra, sobre el lugar de la literatura en la escuela y la importancia
de construir lectores y escritores desde el aula.
***
–Has trabajado mucho en la difusión de la literatura infantil y
juvenil. ¿Qué rol tiene la escuela en esta tarea?
–La escuela es la gran ocasión,
como dijo Graciela Montes. Uno se puede formar como lector en la casa y llegar
a la escuela con un capital lector. Pero la escuela es un lugar igualador, un
lugar de acceso al libro y a la cultura escrita, un lugar de intercambio con
otras personas. La escuela es una gran oportunidad, es la gran oportunidad
social. Sobre todo, la escuela pública.
–¿La literatura que se escribe hoy en Argentina llega a las escuelas?
–Sí. Yo antes de ir a las
escuelas como escritora, fui como formadora de lectura, como capacitadora, como
docente de talleres de escritura creativa. Yo veo un crecimiento enorme en la
realidad escolar argentina. Sobre todo un crecimiento de conciencia muy grande
en los docentes, acerca de la importancia del libro y de la literatura. Veo un
crecimiento en la capacitación de los maestros; veo prosperar ferias del libro
en muchos lugares del país. También veo un crecimiento muy grande en la
dotación de libros por parte del Estado a las escuelas. Hay mucho por crecer todavía,
porque nuestra sociedad es muy desigual en muchos aspectos. Y la lectura, el
acceso al libro y al conocimiento, forma parte de esa desigualdad.
–¿De qué manera pueden contribuir los docentes a formar lectores?
–Un maestro constructor de
lectores, para empezar, tiene que ser un apasionado lector, de manera que pueda
elegir libros que sean interesantes, diversos, y que pueda ir llevando
distintos materiales que a él le gusten y que quiera compartir con el grupo.
Ahí está el saber importante de ese maestro, que se refleja en esa selección de
libros que lleva. También tiene que ser alguien muy convencido de lo que está
haciendo, para sostener ese espacio de lectura frecuente en la escuela, en el
grupo o en la biblioteca. Esa lectura se va enriqueciendo: si uno ha leído 50
libros, el libro número 51 lo lee de otra manera que cuando ha leído dos. Eso
va a dar resultados a lo largo del tiempo. Y esos resultados se pueden ver en
muchos lugares: se van a ver en la clase de Lengua, porque va a mejorar la relación
con la lengua; se va a ver en el uso de la biblioteca en la escuela, porque
seguramente esos chicos van a buscar más libros prestados; se va a ver en el
uso de la palabra oral y escrita de ese chico en los distintos espacios de su
vida. También me parece que se puede ver en la autestima de los chicos. Un
chico acostumbrado al tránsito por los libros es un chico que se siente más
seguro de sí, de la palabra que usa y de la relación con los otros.
–¿Qué valor tiene el taller de escritura, y qué lugar debería tener en
la clase de Lengua?
–Para mí el espacio de los
proyectos de lectura, la construcción de hábitos lectores y los talleres de
escritura creativa deben separarse de la clase de Lengua. Lo que sucede
habitualmente es que la enseñanza de la lengua en la escuela requiere de tanto
tiempo y tanto esfuerzo, que se come los otros espacios.
Un niño o un joven tiene en la
escuela espacios para aprender muchas cosas, pero pocas veces se presenta un
espacio para saber acerca de uno mismo. Un taller de escritura creativa tiene
que ver con eso: un espacio de introspección con las palabras; un espacio que a
través de ciertas técnicas y ciertos estímulos de un coordinador permita un
encuentro de cada uno consigo mismo; un espacio que va armando un
empoderamiento –por traer una palabra muy al uso–, una conciencia de sí y una
construcción del pensamiento. Y también es un espacio de construcción de las
emociones, de lo que se siente y lo que se es.
–En cierta literatura infantil existe la idea de que tiene que haber una
moraleja… ¿Qué lugar deberían tener los valores en la literatura infantil?
–En la buena literatura los
valores, las ideas, las ideologías no se notan, no se explicitan. Entran en la
trama de un modo natural, le pertenecen absolutamente al relato, de modo que no
se pueden aislar a la manera: “Este libro enseña tal cosa o tal otra”. Yo creo
que la literatura nos puede enseñar muchas cosas sin que seamos conscientes de
eso, porque lo que nos enseña, en todo caso, no es lo mismo para cada lector y
no es una sola cosa. Si algo nos enseña fuertemente, es a hacernos preguntas.
No nos da una respuesta. Una novela, un cuento, un poema nos obliga a
preguntarnos, nos pone en la encrucijada de cuestionarnos a nosotros mismos,
seamos niños, jóvenes o adultos. Preguntarnos acerca de lo que somos, acerca de
lo que hacemos, de mil maneras y de maneras muy distintas para cada lector. Si
algo tiene el arte, es esa capacidad de plantarnos en la incerteza.
– Para terminar, ¿qué libro debería leer todo estudiante en su paso por
la escuela y por qué?
–Si yo cierro mis ojos y veo mi
relación con los libros, veo como un abanico, una multiplicidad. Siempre he
sentido que la lectura era eso: un tránsito por muchos libros de distintas
calidades, intereses, temáticas, editoriales, edades. Pienso en la calidad,
pero también en la diversidad. Yo alimentaría el deseo, el interés de un chico.
Cuando he tenido un grupo de jóvenes conmigo, he alimentado lo que veía que
aparecía como interés en ese chico, y a su vez he intentado acercar algunas
otras cosas para ver si ese campo de lectura se abría. Desde la historieta de
calidad, hasta la historieta alternativa, los libros ilustrados, los libros
álbum, los clásicos, lo muy contemporáneo, la poesía, la ruptura. Yo fogonearía
con una gran diversidad de materiales.
Leer es también un acto de
arrojo, es como abrirse al mundo y sentirse en libertad de desechar materiales.
Es un ir buscando las palabras de otro para encontrarse a uno mismo. Porque lo
que uno hace cuando lee no es entender al que escribió, sino entenderse un
poquito más a uno mismo y al mundo en que uno vive. Respondiendo aquella pregunta que nos hacíamos cuando yo
estudiaba, en los setenta, de “¿Para qué sirve la literatura?”: bueno, para
conocernos a nosotros mismos. Para conocer nuestra condición humana un poquito
más.
Para saber más sobre María Teresa
Andruetto: www.teresaandruetto.com.ar.
Nota publicada el 11/07/2013 en
Clarin.