Este relato se relaciona con un taller literario realizado una vez por semana en mi casa con niñas de 8 años. Este es el segundo año. El número de participantes es variado (de 3 a 7 por ahora). Son niñas de una escuela pública barrial, entre ellas, mi hija. En el taller se exploran las experiencias literarias desde los ángulos más diversos (lecturas, escrituras, caligrafías, objeto y oficios del libro, descubrimiento de los géneros narrativos, entre otros). Iré anotando algunas experiencias en el cuaderno colectivo para tener un mínimo registro (como me lo sugirió hace ya cierto tiempo el profesor Glauco Cabrera) .
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El taller, que dura una hora, tiene
varios segmentos: lectura colectiva en voz alta (o sea ronda de lectura)… esta
parte es muy bonita porque para lograr el silencio necesario para que otro lea, guardamos las
voces de los que no leen en un estuche….; luego puede haber juegos de lectura
(leemos los mismos párrafos con diferentes entonaciones) y/o exploración de uno o varios
libros (cómo están hechos: materias, texturas, olores) o de diversas formas de escribir (lápiz, pluma, máquina
de escribir); ortografía y/o otros ejercicios de expresión escrita. También
puede haber lugar para una dramatización a partir de algún cuento. No es que hacemos todo en cada taller, son posibilidades.
La fase de dictado/ortografía en cambio se repite. Es la última de cada taller y tiene
dos etapas. Primero dicto yo, luego dictan las mismas niñas: ellas eligen entre
las palabras que más les gustan. Se escribe (¡sin copiar y sin esconderse tampoco
del compañero!) y se corrige la ortografía (¡dejando la vergüenza fuera del
taller!). A ellas les encanta esta parte pero a mí no tanto porque es la más formal. Para hacerlo más entretenido les propuse que en vez de escribir las
palabras una tras otra -bien apretaditas- como acostumbran, pensaran las palabras como
dibujos, incluso como paisajes y me ocuparan TODA la hoja y usaran distintas
caligrafías.
Costó. Pero de a poco lo fueron
haciendo. Y el último jueves pasó que una de las nenas había ocupado “todo el
lugar” y no le quedaba más para escribir. En realidad había pero no se podía
escribir la próxima palabra de izquierda a derecha sino que de arriba para
abajo. O sea así:
A
M
O
R
La niña me puso carita de: ¿en
serio? Le confirmé que sí. Y al rato me preguntó:
-Anto… pero entonces yo podría
escribir por ejemplo ¿una parte así y otra así? (Me indicaba una palabra que
hubiese girado en la hoja, partiendo de izquierda a derecha y pegando una
vuelta, una curva).
-¡Claro! Le digo.
Y entonces me puso una carita
como si uno le hubiera dicho, no sé, que tenía listos los pasajes para la luna………………………………………….
La palabra que giró era "HERMOSAS"
La palabra que giró era "HERMOSAS"
(Ella es M.-L.)
Desde entonces estoy pensando que
el horizonte a veces tiene esa forma también.
En cualquier momento me atrevo con Mallarmé...
Antonia