Deliciosa, sería la palabra, para definir la conversación que tuvimos anoche con una pareja de amigos, desde hace poco instalados en
Buenos Aires. Y entre un tema y otro, mientras los pocillos de greda de
Pomaire nos permitían compartir lo que había, por acá el tomate, por allá la
lechuga, nada de otro mundo, pero todo colorido, de vez en cuando alguna
palabra giraba en torno a la Luna. Que si la Luna me era grata. Que si me
llevaba bien con la Luna. Que si no hacía demasiados desastres. No todo junto
sino una que otra palabra, según los caprichos de la Luna, que anoche lloraba
porque vaya a saber uno donde, en qué lejana provincia, estaba lloviendo y ella
lo presentía y no tengo forma de hacerle entender que ya es bastante llorar
cuando se desata la tormenta como para andar quejándose “por si acaso”, bajo
cielos todavía despejados. Hasta que la Luna se acomodó en un lugar donde nadie
la veía. Y al rato, el silencio llamando la atención, mi invitada, una joven bella
y graciosa, me la señaló con el dedo: está
ahí, bajo tu silla. Sí. Una costumbre, le dije, que tomó cuando era cachorra.
Como verás, añadí, no me tiene mucho miedo (a pesar de llamados de atención),
sabe que, en el fondo, la quiero. Así entre una cosa y otra transcurrió la
velada. Y hoy, temprano, repitiendo algunos gestos de todos los días, abriendo
(subiendo) las cortinas frente a esta bella mañana soleada, pensé que no era
exactamente eso. La verdad es que no sé si quiero a la Luna. Lo que sí sé es
que la Luna puede contar conmigo. Sabe que en caso de tormenta (aunque todavía esté
lejos) habrá un lugar bajo mi silla y que algo mío puede protegerla de sus miedos. Sabe que
no me olvidaré de ponerle comida y agua. Que si llego a ausentarme, tomaré las
precauciones para que otros repitan esos gestos. Y a la Luna, en definitivas
cuentas, no le faltará nada. Pensaba, ya sentada frente a mi ventana mirando
ese paisaje tan bonito, hecho por mano amiga, en lo importante que es contar
con un ser humano, sin tantas declaraciones de por medio. Y, más allá de la Luna,
en lo reconfortante que resulta también para uno que otro pueda contar con vos.
Simplemente, contar con vos.
Cándida