El maestro de escuela Albert Lory* es
un reconocido cobarde. Tímido, dominado por una madre posesiva, vive en plena
ocupación alemana, a merced de sus pavores. Ni siquiera logra controlar a sus
estudiantes que lo esperan cada clase en un completo caos de gritos, desorden y
envíos de aviones de papel por toda la sala. Albert Lory está enamorado de su colega,
Louise, pero mantiene ese sentimiento oculto tras una fraterna amistad. Finalmente,
algo remueve su existencia anodina: el hermano de Louise, activo miembro de la
resistencia, es delatado por el novio de ésta y, en un arrebato de indignación
por la traición causada, Albert se ve envuelto en un malentendido que lo conduce
a un equívoco juicio por homicidio. En ese momento, escoge el desacato a la
autoridad. Y en lugar de facilitar su propia defensa, se explaya en un discurso
anti-fascista que lo conduce a la pena máxima.
La película termina con el último día
de clases de Lory, antes de ser llevado al paredón de fusilamiento. En la
escena final, ese profesor que acostumbraba a mostrarse nervioso e inseguro,
entra al aula, solemne, calmado, a dictar su última lección en sus últimos
minutos de vida. Y ocurre algo extraordinario: los alumnos –sus alumnos– están
sentados, callados, inmóviles, prestando una atención sin precedente a lo que
todos sabían eran las últimas palabras. Y cuando los soldados van a buscarlo para
llevarlo a su ejecución, los muchachos se ponen de pie en un acto de absoluto e
incondicional reconocimiento, en un instante de aclamación silenciosa.
“La
lucha es dura. No sólo hay que luchar contra el hambre y la tiranía. Hemos de
luchar primero contra nosotros mismos” es el argumento de ese hombre ante
el tribunal, enumerando e incriminando, durante los alegatos, uno a uno a los asistentes
oportunistas y aprovechados de la guerra. Increpando la bajeza humana desde su
propia insignificancia ante el desconcierto y escándalo de un pueblo completo
que se piensa la gente de bien. ¿Por qué pierde el miedo Lory? ¿Qué desencadenó
ese cambio? ¿Fue realmente un ímpetu de justicia? ¿Puede la ira inspirar
nobleza? ¿Fue una mujer? ¿Puede un desconsuelo amoroso ser tan determinante en
tiempos de muerte? ¿Qué puede a uno llegar a importarle tanto?
Valeria Matus
* “This land is
mine”, Jean Renoir, 1943. Fotografía: Charles Laughton como el
profesor Lory y Maureen O´Hara como Louise en la escena final.