domingo, 17 de agosto de 2014

Abrazar a San Martín



 

Es casi un lugar común darle con un caño a “El santo de la espada”, la película de Torre Nilson sobre la etapa sudamericana de la vida de José de San Martín. No he vuelto a verla, y seguramente muchas de las críticas que se le han hecho –y aún se le hacen- estén bien fundadas. Es cierto, por ejemplo, que a aquel San Martín le sobraba bronce y le faltaba humanidad. Pero, como nos recuerda Ángela Milocco, los censores pusieron el grito en el cielo por la escena en que Alcón se desabrochaba ansiosamente el cuello y, entre arcadas, alcanzaba a pedir "láudano". "Un general no vomita", fue la orden que recibió Torre Nilson. En las escuelas nos enseñaban un prócer similar, un anciano rompe cocos con sus máximas a Merceditas y no mucho más. Sin embargo, todavía recuerdo como si fuera hoy la mañana en que las maestras nos llevaron a ver el film, y las alumnas y alumnos, tomados de las manos, subimos muchísimos peldaños hasta alcanzar la súper pullman del viejo cine General Paz. Mentiría si dijera que me acuerdo del momento en que me atrapó la proyección, pero una cosa es segura: desde ese día quedé fascinado tanto por el personaje como por su epopeya.

Obviamente, desconocía que coordinar el cruce de la Cordillera de los Andes con semejante cantidad de hombres y animales representaba una hazaña superior a la de Aníbal y su paso por los Alpes y los Pirineos. Desconocía asimismo que, a nivel marcial/estratégico, su proeza es admirada y estudiada en las academias militares del orbe entero. Muchos menos sabía entonces de su credo americanista, ni de su rechazo a convertirse en verdugo de los caudillos federales y sus montoneras. Pero la peli de Torre Nilson, mucho más allá de la sufriente y olvidable Evangelina Salazar, significó la posibilidad de contar con un héroe propio. Acostumbrados a los filmes yanquis, los chicos de esa época tuvimos un espejo donde poder ver, al fin, una respetable figura nuestra y no un monigote importado y asesino. Y como muchos años más tarde pedirían los versos de “Aquellos soldaditos de plomo”, el general San Martín nos representó, además, al jefe de un ejército popular.

A ese José Francisco lo seguí queriendo a lo largo del tiempo, más allá del mal uso que de él hicieron las sucesivas dictaduras. Y quiso la fortuna que uno de mis grandes amigos también reverenciara al Libertador: tomamos la costumbre de llamarnos y saludarnos cada 17 de agosto, y llegamos a fotografiarnos abrazando un torso de San Martín que encontramos en un cerro de Bariloche. Un abrazo tardío para quien se pasó la infancia jugando a ser un granadero de Maipú y Chacabuco, pero abrazo al fin y, lo más lindo, en una cumbre nevada.

Por todo esto, no puedo ver sino con mucha ternura y felicidad la imagen tomada en la última Plaza de Mayo, esa foto divina en la que un niño se abalanza sobre el San Martín que conoce y ama de ver en Paka-Paka. Es un estrujón con todo el cuerpo, con todas las emociones y con todos los pensamientos que ese pequeño le viene dedicando al Padre de la Patria. En ese abrazo hay reconocimiento, gratitud, y sentido de pertenencia a una historia gloriosa y digna de ser abrazada. Y ese apretón es también una lección de cómo deben transmitirse los legados, y de qué manera son recibidas las herencias cuando el traspaso generacional se hace amorosamente.

Como casi todo (no todo, eh?) lo que hace Paka-Paka, y por eso muchos de sus contenidos se han vuelto indispensables para tantas niñas y niños que tienen hambre de futuro. Entre ellos, mi sobrino Valentín, a quien le andamos debiendo su remera del Libertador. O la hija del Flaco Tiscornia: “Una tarde nos fuimos a Tecnópolis con mis hijas a ver el ‘Asombroso musical de Zamba’. Al comenzar el espectáculo, la pasión en los ojos de las niñas me decía que no se perdían una. De repente, Lila comienza a llorar. Más angustiado que ella, la abrazo y le pregunto: Lila, ¿por qué llorás? Y, entre lágrimas y mocos que caían, me dice: Es que yo quiero estar ahí, ayudando a San Martín a cruzar la Cordillera!!!"

Carlos Semorile