El ojo atento del fotógrafo capturó no sólo el
emocionado gesto de Carlotto, sino que fue mucho más allá: sincronizó el pulso
del diafragma de su máquina con el latido de Estela. Podría decirse que esa
imagen centellea, que esa foto trepida, aunque en verdad está palpitando –y así
quedará en la historia- para recordar el día en que todos latimos al unísono de
un amoroso y amado corazón.
En ese pulsar colectivo que ayer nos hermanó a
raudales, fue inevitable que recordáramos las cosas de todos, como las veces que
marchamos puteando, y las veces que marchamos cantando, siempre hasta reventar
las plazas. Pero también tuvimos momentos donde cada quien recordó a cada uno
de aquellos que no llegaron a ver el cielo de este “día claro, diáfano y feliz”.
Y por eso, entre lágrimas, quisiéramos poder decirles a nuestros muertos que Guido,
el hijo de Laura Carlotto, encontró el camino de regreso, y que Estela se llevó
la mano al pecho. Como siempre, pero distinto. Para albergar sus muchas emociones,
claro, pero también para seguir cobijándonos a nosotros y a ustedes, que ayer vibraron
en cada uno de nosotros.
Carlos Semorile
6 de agosto 2014