Ignacio Hurban (Guido Montoya Carlotto) y su esposa Celeste |
La desaparición forzada, la
cuestión de la desaparición forzada de personas, está atravesada de múltiples
maneras por el tema de la identidad. Lo está acá (Argentina). Lo está allá
(Chile). Lo está en todos lados donde ha habido desaparecidos. Se habla de
90.000 desaparecidos en América Latina desde mediados de los años 60 en
adelante. Pero desaparecidos hubo antes, en otros sitios, y los sigue habiendo.
Los contextos políticos varían, los métodos, los dispositivos, el nivel de organización
también. Años y años uno podría estudiar las diferencias, las similitudes. Las
interpenetraciones entre una realidad y otra. Algunos lo hacen: estudian. Y
entre las cosas que estudian, vinculado con éstas y otras cuestiones: la
identidad, la memoria, sus relaciones. Pero por más que se estudie siempre hay
un hecho que desbarata lo poco o lo mucho que uno cree saber.
Eso es también lo que ocurrió la
semana pasada en Argentina, cuando Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de
Plaza de Mayo, encontró a su nieto. A los pocos días, el viernes 8 de agosto, tuvo
lugar una conferencia de prensa de Estela junto a su nieto. En rigor fue la
conferencia del nieto. Los medios difundieron primero fragmentos. Luego el
documento completo. Un documento que interesará a muchos –entre ellos, las
personas que, desde distintas disciplinas, trabajan temas memoriales y otras
temáticas relacionadas con las dictaduras en el Cono Sur y la defensa de los
derechos humanos. Lo que quedó ahí registrado, además del simbólico reencuentro
público entre ambos –el encuentro en privado había sucedido días antes–, es el
esfuerzo de una sociedad por dialogar consigo misma. Quizás no sea la mejor
forma de expresarlo, pero que cueste decirlo tiene que ver con el fondo del
asunto, con lo que se nos escapa, empezando por los nombres.
“Buenas tardes a todos, yo soy
Ignacio… o Guido… porque ella [señalando a Estela de Carlotto] está muy firme
con esa decisión”. Eso fue lo primero que dijo adelantándose a las preguntas de
los periodistas. “Entre colegas nos decíamos, ¿cómo te tenemos que preguntar?
¿Por Ignacio? ¿Por Guido?”. Entonces precisó: “Yo estoy acostumbrado a mi
nombre Ignacio y lo quiero seguir manteniendo. Lo voy a seguir conservando.
Pero también entiendo que hay una familia que me está buscando hace treinta y
pico de años de esa manera”. Lo volverá a decir durante la conferencia (“Vamos
con Ignacio”). Durante dos días, se le había conocido como “Guido”. Nombre que
le dio su madre (Laura Carlotto) durante las pocas horas que pasó con él. Luego
vino “Guido Carlotto”, apellido de la madre y apellido por el que se conoce a
la abuela. Inmediatamente después se habló de Guido Montoya Carlotto y se
incorporó a los relatos el padre (Walmir Oscar Montoya), asesinado al igual que
la madre durante la dictadura. Entremedio se había “filtrado” –muy a pesar de
la voluntad de las Abuelas– el nombre bajo el cual “Guido” había vivido todos
estos años, 36 años: Ignacio Hurban. Por eso, no era de extrañar que mientras
hablaba y decía precisamente eso: “Yo soy Ignacio”, el nombre de “Guido”
apareciera en pantalla y en boca de los periodistas que hablaron con él.
Fue impactante asistir en directo
(gracias a la difusión de la conferencia completa por Canal 7) a la incorporación
del nombre de Ignacio durante la conferencia. En un primer momento no hubo
caso: “Guido, lo que yo te quería preguntar…” y el entrevistado corregía,
sonriente y tenaz: “Ignacio”. Hasta que, bien avanzada la conferencia, un
periodista lo dijo: “Ignacio…”. Uno de los primeros en hacerlo fue el
periodista de “Gente” y agregó algo que también remeció: “Te quería agradecer
que nos hayas permitido cubrir la mejor noticia, por lo menos en mi caso, la
mejor noticia que cubrí en mi vida”. Y conmovió porque no es fácil imaginar que
en la revista “Gente”… haya gente así… Capaz de manifestar tan abiertamente su
emoción y su total conciencia de asistir a un hecho histórico.
Al pasar, menciono que no
necesariamente la inusual atención que generó en los medios nacionales e
internacionales la recuperación de este nieto tiene que ver con el “famosismo”
(sic), como dijo un (famoso) periodista. Cabe la posibilidad de que sus colegas
entiendan el rol que ha jugado cada cual en esta historia. Uno de ellos
escribió: “Estela, una señora común que asumió responsabilidades
extraordinarias y que obtiene resultados increíbles”. Cierre del paréntesis.
En diferentes oportunidades
durante la conferencia, Ignacio Hurban usó la palabra “feliz”. Tanto para
referirse al hecho de descubrirse nieto de las familias Carlotto y Montoya,
como para referirse a su vida junto a sus padres adoptivos. Pero también habló
de la alegría de la gente. Y, efectivamente, ha sido un hecho llamativo, la
alegría “incluso de personas inesperadas” dijo en varias oportunidades Estela
de Carlotto. Las manifestaciones de cariño y apoyo han llegado desde distintos
países, también de Chile. Y es que hacía tiempo que una buena noticia no volvía
a unirnos como la gran familia que somos quienes de una u otra manera nos
vinculamos con una historia que, antes de ser tragedia, fue esperanza. Y eso es
lo que hoy vuelve a renacer, en alguna medida, quizás modestamente, cuando se
escucha a Ignacio hablar de cuanto sabe, de cuanto ignora y de “lo que se cifra
en el nombre”, como dijo un poeta.
Durante la conferencia, conciente
del dilema del nombre, me asaltaba otra duda. ¿Cómo hacemos para abordar esto?
“Esto” tan difícil de nombrar que, sin embargo, pide ser nombrado. Y es que la
aparición de un nieto conlleva, en medio de la alegría, el drama de un hijo que
no conocerá a sus padres (“verdaderos”, “biológicos” no parecen palabras
adecuadas). Pero también el drama de los padres. Las identidades múltiples de los
padres asesinados, en este caso, en tanto militantes. Las identidades múltiples
de los hijos que han vivido 6, 10, 20, 30, 40 años en la ignorancia de una
parte –fundamental– de su historia. ¿Puede un hijo renacer en nombre de un
padre, de una madre? ¿Pueden los padres renacer en sus hijos? Algo de eso ha
habido en estas experiencias. (Sin olvidar a los padres adoptivos, que en este
caso, según lo dicho por Ignacio, son personas que lo criaron con gran amor). Suelen
faltar las palabras para encarar lo que implica la ignorancia, la ausencia y,
también, la historia anterior. La que en permanencia pide ser escrita,
reescrita no sólo porque siempre parece faltar algo sino también, y sobre todo,
porque esa historia sigue su curso. Extrañamente sigue su curso hacia atrás y
hacia adelante. Tampoco es la manera de decirlo pero se puede intentar.
Hacia atrás: porque nuestro
conocimiento de las cosas del pasado no es algo que podamos dar por cerrado. No
es un envase que se pueda “llenar” con más o menos elementos. Sin duda el
conocimiento requiere herramientas precisas pero esas herramientas no están dadas
de antemano ni son independientes de lo que se quiera saber. Por lo cual, antes
de determinar qué es lo que “podemos” conocer, habría que preguntar qué es lo
que “queremos” conocer. Ese es el orden. O pareciera ser. Según el objetivo,
los medios. Es cierto que a lo mejor, hoy, no puedo saber en qué circunstancias
murió tal persona. Pero a lo mejor puedo saber cómo vivió. Y ése es, también,
el sentido de una iniciativa como “Los latidos de la memoria” llevada a cabo,
en Chile, por Paulina Pavez y Karen Bascuñán, patrocinada por Radio Universidad
de Chile. Me refiero a las capsulas radiales dadas a conocer hace unos días: se
trata de micro-relatos que evocan lo que una persona (ejecutado político o
detenido desaparecido) fue en vida. Iniciativa relevante que permite asociar a
un nombre, un pasado anterior al crimen, revelar una forma de ser, un vínculo,
un entorno y una idea que todavía no ocupa el lugar que se merece. Y es que los
ausentes, víctimas del terrorismo de Estado, nos faltan a todos. Nos faltan con
nombre y apellido, en tanto individuos. Y nos faltan como parte de un conjunto
que fue un ideario político.
Hacia adelante: nunca podremos
decirle a Laura Carlotto y a Oscar Montoya que el hijo que les nació, en medio
de esperanzas y combates, se convirtió en un hombre. Que ese hombre ha sido una
persona de trabajo y de talento. Que eligió desandar el camino y remontar hasta
el origen de una historia que, siendo suya, era la historia de muchos. Y sin
embargo este episodio es parte de la historia larga donde todo cabe, incluso lo
mejor.
Hay una foto que ha circulado en
estos días. Se ve a Ignacio con su mujer, al finalizar la conferencia de
prensa. La expresión de ella dice cuanto costó llegar hasta ahí, cuanto cariño
hay de por medio. La expresión de Ignacio… no se puede nombrar. Confío en que,
escasos de palabras para decir la esperanza, iremos aprendiendo.
(PD. Hace unas pocas horas, según
declaración por radio de Estela de Carlotto, trascendió que Ignacio habría
decidido agregar a su nombre actual, el nombre de Guido).
Antonia Garcia Castro
VER LA CONFERENCIA DE PRENSA COMPLETA DE IGNACIO: PULSAR AQUI