Hace
ya más de veinte años -parece mentira!- un grupo de futuros astrólogos nos
propusimos algo inaudito: convocar a los estudiantes varones de la Escuela de
Astrología Casa XI alrededor de una esfera terrestre, en vez del habitual Mandala
celeste. Tres de los organizadores teníamos Ascendente en Géminis y, como
buenos hijos de Mercurio, quisimos dejar por escrito tanto los alcances de la
iniciativa, como los imaginarios logros de un equipo mítico: “Los Desamparados
del Mandala”. El primer volante ya se apartaba largamente de las pautas de la institución,
y proponía lo irreflexivo como camino al Conocimiento:
“Varón de Casa XI, ¿recuerdas tu primer Mandala? ¿Aquellas
tardes en que supiste ser feliz corriendo detrás de un balón, mientras gritabas
como un energúmeno? ¿En fin, las verdaderas pasiones?
Sí, es el fóbal que ha llegado a este antro de reflexión, para que
trabajes lo único que a esta altura te queda en la Sombra: tus músculos.
Sumate a uno de los equipos existentes, o
forma el propio, o simplemente acercate los miércoles, minutos antes de las 22 hs., a Boedo 33, donde un grupo de forajidos hace correr el
esférico con elegancia digna de mejores fines. No te pierdas el placer del
vestuario, pleno de misoginia alegre e irreflexiva, con los mismos comentarios
sabihondos de siempre. Acercate a vivenciar cómo los tránsitos concretizan
adiposidades varias en el plano de la más burda materia. Participá de los
festejos a lo
Ramiro Bebeto, de
las atajadas intuitivas de
Eugenio, y ampliá tu nivel
de conciencia viendo a esa aplanadora que son Los Desamparados del Mandala.
Atenti: durante el transcurso del match es
prohibido hablar en código astral. Quien lo hiciere sufre la expulsión
temporaria del terreno de juego y está obligado a cantar el Himno de Los
Alquimistas Eslovacos -versión original y remix-.
Neptunianos: sobre el final control
antidoping, never efedrinas, Rescue Remedy ni Flores de Beethoven.
¡¡¡Macho, vení o acumulás Karma!!!”
Como
pensábamos que todo era válido para sacar a nuestros congéneres de su divagar
por las inmensidades, el segundo volante incluía desde una cita erudita, hasta
una velada amenaza plutoniana:
“Tenemos el destino que
somos y somos el destino que tenemos”. José Saramago.
“Por eso, ahora: Fútbol para Astrólogos.
Los miércoles de Luna
llena nos juntamos con corazón y pases cortos a patear el Mandala en Boedo 33,
minutos antes de las 22, Hora Sideria Local GMT.
Animate, somos todos Plutonianos.
Invitan: Los Desamparados del Mandala, amor por la redonda y tribu de
comportamiento Neo Rudhyariano.”
En la tercer convocatoria (que titulamos “Los
machos”), directamente apelamos a tocar la fibra más rudimentaria de los
compañeros, su costado menos sofisticado y pulido. También se puede leer allí,
como marca de época, una velada crítica al menemismo imperante;
“Los
machos gritan, traspiran, pelean, son soeces, maleducados y vulgares. Pendencieros,
roñosos, feos, inmorales y pervertidos. Con el tiempo llegan a ser médicos,
capataces, abogados, estibadores o ingenieros. Algunos se vuelven astrólogos.
Tenemos motivos para pensar que esto último es un error, un camino extraviado
en los confines del universo.
Estás
a tiempo de enmendarlo. Si tenés entre 17 y 70 Revoluciones Solares encima, vení
a jugar al fútbol. Todos los jueves en el Open Gallo
-Gallo al 200-, sacamos a pasear nuestros perdidos
instintos, para decirnos las peores cosas con la mejor cara. Para entender de
una vez por todas que la mejor patada es que la que se da con amor. Para gozar
como chinos taoístas, tanto con nuestras victorias como con las derrotas
ajenas. Es tiempo de solidaridad.
Invitan
-una vez más- Los Desamparados del Mandala,
titulares de la Copa Stephen Arroyo del ´94. Cada año más tristes, cada vez más
solos.”
Pese a todos estos llamados, no pudimos sostener la
experiencia futbolera en Casa XI, y la misma, al menos hasta donde sé, no hizo
escuela. Pero la gozamos como pibes, nos permitió hermanarnos en el juego, e
inclusive inaugurar una variante insospechada del periodismo deportivo: el análisis
astrológico de las alternativas del fulbito. Y ahora, releyendo estos apuntes
cachafaces, me doy cuenta que aquel disfrute lo prolongamos de la mejor manera:
riendo y escribiendo.
Carlos Semorile