viernes, 24 de agosto de 2018

Sobre Danilo Bahamondes y la Brigada Ramona Parra

Reproducimos un homenaje escrito por Patricio Madera, compañero de andanzas, muralista

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Tratar de contar algo de su gran aporte se debe mencionar que nació en Valparaíso, hijo de un regidor del puerto, militante del partido comunista de Chile.

De muy joven fue audaz y temerario su primer acto de valentía fue en plena guerra de Vietnam, en Valparaíso se encontraba la escuadra unita de Estados Unidos de visita en Chile en maniobras con la armada nacional. Danilo tomo en forma solitaria un bote y abordó el barco insigne de la armada norteamericana subió a bordo en forma silenciosa se dirigió al estandarte mayor y arrió la bandera norteamericana y la cambió por una bandera vietnamita (todo sin ser visto por nadie).

Al otro día en Valparaíso no se hablaba de otra cosa que no fuera el papelón que sufrió la escuadra norteamericana. Él se dirigió a las organizaciones que solidarizaban con la lucha de Vietnam y les entrego la bandera norteamericana.

Participó de la gran marcha de solidaridad con el pueblo vietnamita que organizaron las organizaciones juveniles de la época, Danilo junto a un grupo de jóvenes comenzaron a pintar consignas de rechazo a la guerra con Vietnam en todas las rocas y muros que encontraron en la carretera camino a Santiago.

Él no dimensionó que de ahí surgirían con la brocha y la pintura elementos de comunicación, que más tarde llenarían el país de colores y consignas, esto permite que surjan las futuras Brigadas Ramona Parra.

En Santiago se gestaba lo que sería la unidad popular, el partido comunista nombró a Pablo Neruda como su candidato. Danilo junto a un grupo de jóvenes de inmediato salieron a la calle a pintar el nombre de Neruda.

En las calles había que competir con el poder del dinero que poseían los partido de la derecha chilena. Me recuerdo, que en la Alameda se construía el metro en su primera etapa, desde Estación Central a Plaza Italia, existía muros de protegían al zanjón por ambos lados. En esos tiempos había que huir de la represión policial y el poder que ejercían los candidatos de derecha. Ahí fue donde los muchachos descubrieron la forma de trazar el muro sin necesidad de fondear, y en forma simultánea ejecutar el rayado, es decir que antes de trazar la consignas, se dividió la brigada en un trazador, rellenadores de letras y fondeadores, todo con tres colores, permitiendo un trabajo infinitamente más rápido, así se ganaron las calles y nadie podía competir en rapidez y calidad.

Una de las cosas más sobresalientes fue la creación de una tipografía única, Danilo estuvo varias jornadas creando estas letras, lo que permitía saber desde lejos aún sin saber lo que estaba escrito que pertenecía a las brigadas Ramona Parra.

Yo creo que los grupos pintores de los partidos de la derecha, nunca descubrieron estos métodos utilizados en la arteria principal (Alameda) se competía los muros por hora ya que por ahí transitaba mucha gente, fue así que se ganaros todas las calle de Santiago, se crearon en todos los organismo (comité local y regional) de la jota una Brigada, estudiantiles, poblacionales y trabajadores.

Me tocó junto a Danilo llevar esta experiencia al resto del país, fue así como se crearon las Brigadas Venceremos. Él se dirigió al sur de Chile y a mí me correspondió el Norte del país, compartimos toda nuestra experiencia con los jóvenes de provincias, testimonio de esto es el relato de Güito García que a través de un cuaderno de apuntes, se convirtió en un libro RELATO DE UN BRIGADISTA.

Fue así que en septiembre de 1970 triunfó Salvador Allende, razón por la cual nos preguntamos qué haríamos con las Brigadas Muralistas, estas habían acumulado mucha experiencia, sentido de trabajo con mucha audacia, confianza con el muro, y allí surgieron tímidamente los primeros trazos de un mural, cambiamos las letras por símbolos, se comenzó a cambiar las consignas por figuras, un puño, una paloma, una espiga de trigo, que interpretaban los caminos al socialismo.

La técnica del trazado negro que delineaba las letras se trasladó al mural, fue así como esta vez todo el país, se llenó de murales, esto llamó la atención de artistas plásticos de renombre mundial, porque era la primera experiencia de este tipo en el mundo, por no ser de academia, como lo es el muralismo Mexicano.

Todo esto fue interrumpido por el golpe militar el año 73, Danilo para salvar su vida tuvo que partir al exilio primero a Cuba después a Canadá, país donde tuvo una gran participación en el trabajo solidario con Chile. Realizó innumerables exposiciones de pinturas con sus obras, combinó el muralismo con las telas de sus cuadros.

Por los años 80 regresa a Chile y de inmediato se pone al servicio de la lucha de nuestro pueblo, con el fin de recuperar la democracia, forma junto a otros compañeros un taller de serigrafía, al alero del taller el SOL, realizando innumerables trabajos de afiches con las primeras imágenes de Víctor Jara, Pablo Neruda y Salvador Allende, pero sin duda, lo más importante de la vida de Danilo en dictadura, es la creación de la Brigada Chacón, que con sus papelógrafos aportó a la denuncia de las violaciones de los DD.HH, usando la ironía, con frases muy cortas, despertaba la simpatía de los lectores, esta acción significaba un gran riesgo a su integridad, debido a la gran represión reinante.

Danilo también se puso al servicio de los movimientos más arriesgados contra la dictadura con valentía coraje colaboró y apoyó como propagandista al recién creado FPMR.

Juntos realizamos exposiciones colectivas, en la Comisión de Derechos Humanos, Taller Amistad y Centro Cultural Mapocho.

Trajo en sus maletas, producto del exilio gran cantidad de ritmos de Salsa, cuando esta música recién surgía y se difundía por las radios en nuestro país, esta fue compartida con los amantes de este ritmo que concurrían a las primeras Salsoteca de Santiago, entre ellas era el Tucan , ubicada en el barrio bellavista.

Danilo alto, moreno, siembra de negro, el gitano, el loco por sus impulsos muchas veces temerario, al hablar del Gitano, es hablar de la historia reciente de nuestro pueblo, su ejemplo aún perdura cada vez que tomamos una brocha para hacer un mural en forma colectiva.

Año 2001 producto de un ataque al corazón ese mismo corazón que puso en cada tarea y proyectos que creó en su vida, permite que cada vez que se hable de Muralismo callejero, su nombre estará presente, porque sin duda alguna a Él le corresponde el nombre de fundador del movimiento político muralista de Chile no solo del partido comunista sino de todos los partidos populares que tuvieron brigadas de muralistas que hasta el día de hoy perduran.

Para mí es un gran honor haber compartido una parte de nuestra historia, nos entregó un gran ejemplo de vida y consecuencia y él es meritorio de todo homenaje.

Patricio Madera M.


Santiago de Chile, 23 de agosto 2018
Crónica Digital

Ver también en este blog: Nosotros

viernes, 17 de agosto de 2018

La dignidad de una voz


No hay imágenes, es tan sólo un audio que deja ver muchas cosas si, como decían mis abuelos, se abren bien “los óidos”. La que habla es una mujer de treinta años, F., madre de “cinco hermosos, maravillosos hijos”. Ella trabaja en un programa estatal que fue creado, en el año 2006, por el gobierno popular y que, milagrosamente, aún se mantiene en pie: la función de F. como “facilitadora” consiste en acompañar a las familias con hijos de 0 a 4 años para brindarles asesoramiento en la crianza.      

Dicho así, puede perderse en la vaguedad de una nebulosa sin cable a tierra, pero F. enseguida aclara que su labor en los barrios pasa por enseñar cosas tales como nutrición, amamantamiento, calendario de vacunas, y varios ítems más, pero también a “que sepan la importancia que tiene un libro, de leer un cuento a sus niños, de tomarse ese tiempo”.

La voz de F. se detiene, parece que vacila, y luego arranca de nuevo porque necesita decir lo que ella misma aprendió enseñando a otras mujeres: “Aprendí a escuchar a mis hijos, a compartir más momentos, a sentarme a leerles un cuento, a jugar -sobre todo a jugar-, a cocinar sano. Aprendí a ser compañera, una mejor esposa, una mejor mamá, una mejor hermana, tía, amiga, a escuchar a los demás”.

Dice que antes no era así, ella no escuchaba, y retoma el tema de los libros: “Mis hijos agarran libros, antes no, y leen sus propios cuentos, se leen unos a otros, éso no lo hacían: lo hacen porque me ven a mí ahora, antes yo no lo hacía. Antes me decían: ‘Má, ¿me comprás ese libro?’, y yo les decía: ‘¿Para qué querés ese libro? Dejá de joder’. Y ellos me miraban como diciendo: ‘Es más rara mi mamá’”.

“Pero hoy sí tengo, tengo una biblioteca enorme en mi casa, muy linda, donde comparto todos esos libros con mis hijos; tengo también libros que me han dado en el Programa para trabajar con las familias, y que yo les leo a mis hijos siempre: ya dejé de ocuparme tanto de mi casa, de lavar, de limpiar (un poco), y me ocupo más de mis hijos, trato de darle más tiempo a ellos”.

El primer audio termina con F. agradeciendo, muy conmovida, a todas sus compañeras y a todas las integrantes del equipo técnico por haberle cambiado la vida. Pero se ve que no se quedó conforme y vuelve a grabar sus impresiones, esta vez con voz más firme, y ella más suelta, mientras por detrás se escuchan los gritos de sus hijos más chiquitos, y el ladrar de unos perros en una típica estampa conurbana.

Dice que el dinero de la beca le viene bien, pero que no lo hace sólo por eso: “A mí me gusta mucho el Programa, me siento bien. No veo la hora que llegue el martes para ir, salgo, me despejo. Me gusta compartir con las chicas, escuchar lo que hablan: a veces no soy mucho de hablar, soy vergonzosa, cuando hablo se me enciende la cara, pero de a poco estoy perdiendo la vergüenza, y eso también lo estoy aprendiendo”.

“Soy feliz haciendo las planillas (donde vuelca los resultados de sus entrevistas con las familias), me siento orgullosa, me siento ‘importante’; es más: me armé un oficina en mi casa, una mesa donde tengo todos los papeles, todas las planillas, todos los libros y cuadernillos que nos dieron. El otro día me regalaron una silla de esas de oficina y la puse ahí; mi marido se me caga de risa: ‘Toda una empresaria, Mami’”.  

“Él se da cuenta que a mí me gusta, y me acompaña siempre, me incentiva a hacer esas planillas, y me dice: ‘¿Querés que te ayude?’. Y cada martes cuando vuelvo, me pregunta: ‘¿Y? ¿Cómo te fue? ¿De qué hablaron? ¿Te dieron tarea?’. Y es que yo siempre hago cosas: no nos piden, pero yo hago igual porque cuando voy a visitar a mis familias siempre les llevo algo. La otra vez hice recetarios, como un souvenir”.

Ya sobre el final, F. rescata el apoyo de su compañero: “La verdad es que también tengo el acompañamiento de mi esposo, que él siempre me ayuda, y siempre me dice que si no fuera porque tiene vergüenza de estar entremedio de todas las mujeres, ya estaría participando del Programa. A veces me dice: ‘¿Por qué no te quedás vos acá, y yo voy al Programa? Yo voy y te reemplazo’. O ve que no me sale un dibujo, y me ayuda”.

Como cierre, F. reitera su agradecimiento, pero también habla de su dignidad: “Quiero que sepan que estoy orgullosa de mí, y de todo lo que aprendí, y que todavía tengo mucho para dar, para brindarles a mis compañeras, al grupo técnico, a mis familias, a todos. Y muchas gracias”.


Carlos Semorile

martes, 14 de agosto de 2018

El puesto escritor


La primera foto da lugar para imaginar cualquier cosa. Un grupo de niños rodea a un adulto que, a primera vista, no tiene nada. Nada especial. No usa peluca, no tiene un traje sobresaliente. ¿Será que hay algo que no podemos ver porque los niños lo esconden? ¿Qué? ¿Un pollito recién nacido? ¿Un juguete de esos que regularmente se ponen de moda y tienen nombres complicados? No. Porque la visión del pollito les arrancaría, quizás, una sonrisa, alguna expresión de ternura y un juguete de aquellos… provocaría otra disposición. Los rostros están serios, concentrados. Los cuerpos quietos. Sea lo que sea que haya ahí, parece digno de atención y de espera. ¿“Truco mágico, ilusión”? como diría Tuñón y tiene que ver… Casi, casi.

Foto: La Musaranga

Lo que hay ahí, como se revela en otras fotos, es una máquina de escribir. Y eso, todo eso, la mesa, el banquito, el hombre, los niños es “el puesto escritor”. El puesto escritor de la Compañía nacional de autómatas La Musaranga*, tal como se presenta en el “parque de atracciones”. Es decir en el marco de un conjunto de actividades, desarrolladas al aire libre, que comprende juegos mecánicos de kermés, números de pantomima, ventriloquía, autómatas a moneda, espectáculos de marionetas, etc.

En el puesto escritor se recogen palabras, relatos, historias. Se las recoge a mano. Letra por letra. Y que nadie se vaya a guardar una sola… se revisan los bolsillos a la salida… (eso lo estoy inventando).

Estamos en el año 2018, las fotos son del año 2015, muchas otras máquinas han ocupado los espacios donde se mueven, entre otros, los niños. Sin embargo, esta máquina –una Olivetti tenía que ser…– llama la atención. No es para menos. Si alguno no lo sabía, y muchos no lo saben porque ciertos cambios tecnológicos tienen la extraña virtud (¿?) de no dejar rastro de otras formas de hacer las cosas, en el puesto escritor se puede descubrir que cada letra tiene su tecla, que cada tecla es un sello y deja una huella en el papel. Es cosa que Alejandro (el señor sin rasgos particulares pero solo a primera vista) se siente en el puesto escritor, o cualquier otro integrante de la compañía por ejemplo Paz, que tampoco tiene rasgos particulares (pero solo… etc.), para que, invariablemente, los chicos que andaban por ahí tratando de identificar qué cosa es eso… el conjunto de metales, piezas, telas, objetos que una vez reunidos formarán uno de los circos –por usar una palabra conocida que no les rinde justicia– más bellos del mundo… es cosa de sacar la Olivetti, digo, para que los chicos que andaban por ahí se reúnan en torno al puesto escritor. Como si la Olivetti, formando un todo con Alejandro y Paz, fuera un imán.

Pero quizás el poder de atracción no sea tanto el objeto, sino el pedido, una mezcla de ambos: la invitación a contar. Y el descubrimiento… de que las historias que se cuentan no han sido todas escritas, que todavía hay historias por escribir, que todos y cada cual puede tener las suyas, y que hay alguien (que a lo mejor sí tiene rasgos particulares) dispuesto a escuchar, a registrar y difundir.

Como nos cuentan desde La Musaranga:

“La revista Títer es una revista trimestral, órgano de difusión literaria de la Compañía que empezamos a publicar en 1996. Contiene una selección de historias que se recopilan en el Puesto escritor, desarrollado en el marco del PARQUE DE ATRACCIONES MUSARANGA (…).

Con una máquina de escribir Olivetti, se juntan historias de la gente del lugar donde se desarrolla el PARQUE. A cambio de la historia contada, se entrega el último número de la revista Títer (con textos recopilados en otros barrios, en PARQUES anteriores). De esa manera circulan las historias.

El nombre de la revista lo tomamos de un pibe de 9 años, Ezequiel “Cachalito”, que en los talleres de armado de muñecos, de dibujo y de escritos que daba Pedro [Hasperué] en el barrio San Roque de San Fernando (que es donde nacen los títeres de la Compañía), cada vez que Cachalito lo veía, le decía entusismadísimo, todo colorado y transpirado:
–¡Pedro!... ¿hoy hacemos títer?...

En septiembre de este año editaremos el número 95”.

Si bien los niños tienen predilección por el puesto escritor, también se arriman los adultos. El puesto se dirige como todo lo que hace la Musaranga (y hacen mucho, si no lo saben, busquen) a las familias. Por lo mismo, también se recogen relatos de personas de otras edades, de muy variadas experiencias. 

Fotos: La Musaranga

La revista Títer tiene un editorial y un epílogo. En el medio, junto con una selección de los relatos del puesto escritor, puede haber otros escritos solicitados a diversos colaboradores de la compañía. También contiene dibujos. Y está cosida a mano. En ese recoger palabras, historias, cuando se trata de niños, se dan algunas indicaciones: no vale contar de hadas y ogros. La idea no es censurar a los niños sino evitar que se vayan por la fácil, por lo que no es propio, que busquen, que busquen qué cosas tienen adentro. De ahí quizás las caritas, tan especiales, tan elocuentes ellas también, como todo en estas fotos.

“Mis primeras vacaciones

En vacaciones fuimos a Entre Ríos. En Entre Ríos hay una ciudad que se llama  Federación. Ahí conocimos a Estela la mamá y a Sofía la hija. Y ahí nos hicimos amigas, mi mamá con Estela y yo con Sofía… y después de conocerla la quise como a una hermana.  Cuando volvimos la fui a visitar a Zárate, porque ellas eran de Zárate. Fueron mis primeras vacaciones. También fuimos  a conocer la fábrica de alfajores y la de miel que tenía colmenas y ahí nos hicieron probar la miel".

Abigail, 9 años, San Fernando

Revista Títer
Año 22 – No. 92, diciembre de 2017

 
Foto: La Musaranga

Insisto en un dato. La fecha. Esto sigue sucediendo en el año 2018 y viene sucediendo desde el año 1996. En un ahora que se prolonga. Quizás las cosas más increíbles, más sorprendentes, son también las que se producen ahí donde la gente se sale al encuentro y descubre, con apenas un empujoncito, toda esa magia que tiene adentro.  

AGC


* Sobre La Musaranga, ver más información ACÁ. Además de sus actividades regulares, que viene realizando desde hace más de veinte años, La Musaranga ha trabajado con el Tata Cedrón, con el Cuarteto Cedrón, en el marco de un espectáculo llamado Puchero Misterioso. Espectáculo que rinde homenaje a la poesía de Tuñón, entre otros poetas. Las fotos fueron tomadas en el marco de una presentación del Puchero, en el año 2015, en un barrio de zona norte. Agradecimientos a Alejandro Cantarella y Paz D'Alessandro.