SUDESTADA
Látigo del viento
que azulado conmueves las copas de los pinos.
¿De qué vientre sale este viento que barre los ranchos
y fanático envuelve a esos niños azorados pidiendo
bajo la lluvia?
Viene nomás como un eco, a susurrar la crueldad
¿De qué materia es el mar que se contagia su rencor
plomizo?
Entrañas femeninas, las del océano
Ya esa devastación fundamental barre la cosa en el
crepúsculo
Con respeto supersticioso, los Caseríos se alejaron de
la costa
Lugar
deshabitado refugio de pájaros excéntricos,
donde sólo se atreven los dementes y los niños…
agresivo invierno el de Camet… y sus duendes…
Un pozo era el cielo, que teñía la noche con su miedo
antiguo…
Y las
moles de los árboles custodiando mi regreso…
Un
niño en el camino, triste y su caballo emblemático
una lenta amistad los une, dudosos los dos, como
sombras…
¿Qué sueños, qué pensamientos ahora?
rostros curtidos por la inclemencia, del desprecio
(vuelven de la ciudad)… y yo aquí sin una canción…
Silbo un tango para ahuyentar el miedo
Y me responde la espada de la noche, como un espejo
roto…
…silencio…
Una noche sin fin nos separa del mundo
El desprecio y la crueldad del cielo es lo único que
obtenemos
¡Arrogantes… hasta cuándo vuestra vehemencia asesina…!
agazapados en vuestra cobarde mediocridad, vuestro
futuro es sequedad…
vuestros hogares, sepulcros…
…vuestras palabras, carroña maloliente…
(Del otro lado del monte, ahora ellos duermen todos
juntos acurrudacitos
con su madre
“…las casas de madera son las más calentitas…”)
Camet, junio de 1991
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Valoro la poética de Rosita Cedrón, sus indiscutibles
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N. Ulla