En efecto, ¿qué dicen los lectores? A menudo cuentan historias
de fragmentos, de pedacitos que van recogiendo aquí o allá, a lo largo de los
libros recorridos. “Mi itinerario como lector podría resumirse en veinte citas”
dice Matoub, un gran lector. Evocan algunas páginas, una imagen, impactantes, con
las que pudieron recomponer sus maneras de representar el mundo o redibujar sus
contornos. Esos fragmentos fueron un viático para pensar su propia experiencia,
darle un sentido. A veces, incluso, es una sola frase, anotada en un cuaderno o
en la memoria, o incluso olvidada, lo que volvió el mundo más inteligible. Una
sola frase que golpeó aquello que estaba como detenido, y lo devolvió a la vida.
A cualquier edad, los lectores escriben su propia historia
entre las líneas que leen.
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Cuando leo (…) tomo tal pedacito, levanto la nariz, me lo
llevo en mis pensamientos, lo combino con otros fragmentos. Con todos estos
materiales en préstamo me hago un lugar donde vivir, donde –momentáneamente– no
dependo de nadie. Al igual que el agente forestal, ya mencionado, borro todas
las huellas frente a mi casa, me olvido de la mayor parte de lo que leí: no
hice más que pasar por el texto. Y la lectura es también ese olvido.
Michèle Petit
* Eloge de la lecture. La construction de soi, Paris, Belin, pp.
21-22.