“Ayer
pensé mucho en usted”, escribió.
Qué
responder...? Que desde que la conozco,
cada
minuto de cada hora de cada día
no
dejé de pensar en ella..?
De qué
serviría..?
Extraña soledad la de tanta presencia, que no da un instante de respiro...
Su
imagen, infinita de gestos no me deja solo...
Su
recuerdo.
Su voz o
sonrisa, momentos iluminados de gracia,
su
contorno de niña mujer, de mujer fuerte o apenada,
inalcanzable
mismo tomada de mi brazo,
nunca tan
mujer ser humano como cuando mira a los ojos...
Y las
palabras dichas de voz o escritura...
Es así
todo el tiempo, cuando amanece o las noches, oscuridades,
o
cerrando los ojos para olvidar o borrar, pero es peor...
O su
silencio, en medio de los insomnios, o andar por
amadas
calles que me conocen...
Y hablar,
comprar mi pan, beber mi vino, leer el diario, opinar...
Como si
importara o valiera la pena...
Pensar en
la nieve que quizás caiga, cuando vuelva,
inventar
gestos cotidianos
para
distraerme de su imagen...
Digo,
me
digo,
le digo
cosas,
frases
cortas o palabras bellas...
No
responde nunca, pero escucha con atención,
a mi
lado, cuando mi cabeza decide que marchamos juntos,
lentamente,
hacia ninguna parte,
su apenas
sonrisa cuando respira hondo y me mira,
como si
me nombrara... en silencio...
Se
queda,
mi
sombra...
Mi
soledad...
El Profe
Café El
Atilano, Freire e Iberá