Hace unas semanas leí que habían traducido otro trabajo de la estadounidense Jane Lazarre, que es la autora del que a mi entender es el mejor libro que se haya escrito acerca de la maternidad, “El nudo materno”. En este caso se trata de un trabajo que reúne una conferencia que dio en Barcelona en 2008 y un ensayo de 2022 que da título al libro, “Una escritora en el tiempo”, que sigue siendo “la hija del comunista”, blanca y judía, que se casó con un hombre negro y tuvo dos hijos negros.
Su planteo acerca de la constitutiva ambivalencia de ser madre es una idea emancipatoria porque cuestiona todos los mandatos que atraviesan a las mujeres que, desde el momento en que se convierten en madres, cargan con ellos lo sepan o no. Además, como descubrí hace poco en unos videos de iutú, Lazarre es muy simpática y una gran conversadora de esas que no se guardan nada y que en su generosidad recomienda leer ciertos libros, ciertas autoras y autores.
Fue así que llegué a la para mí desconocida Jeanette Winterson y a su libro “¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?”, frase con la que su madre de adopción pretendía reconducirla al camino recto de su desoladora visión del mundo. Cuando la inglesa Jeanette abordó por primera vez el vínculo que mantuvo con la señora Winterson, lo trabajó como una novela –“Las naranjas no son la única fruta”- que la consagró como escritora y sobre la que luego la BBC hizo una miniserie.
Tuvieron que pasar 25 años, y varios dolorosos aprendizajes acerca de la necesidad de ser amada y de aprender a amar, para que Jeanette Winterson escribiera estas memorias que, al igual que Lazarre, tampoco se guardan nada. Se trata de un libro extraordinario en el más cabal sentido de la palabra: mientras su madre adoptiva bregaba por condenarla a lo establecido, Jeanette descubrió, a través de la lectura, que había otros mundos disponibles. Luego, claro, necesitó escribir.
Al pergeñar estas líneas me obligo a ejercitar la cautela para no revelar más que lo estrictamente necesario a quienes se decidan a leerlo. Pero no puedo dejar de mencionar una cita que ella hace de Mircea Eliade, cuando “en una frase encantadora llama al hogar ‘el corazón de lo real’”. Porque sólo el coraje de esta mujer insumisa pudo obrar el milagro de hacer que, narrando años de desdicha programada, sintamos que nos invita a habitar un hogar donde palpita “el corazón de lo real”.
Carlos Semorile