lunes, 19 de noviembre de 2012

"Hannah, can you hear me?"



Hay algo terrible en esta escena tan famosa, tan justamente famosa, tan importante. No es el discurso de Chaplin, no son sus palabras. Sucede acá en el minuto 4.19. Es el aplauso. El aplauso de una masa que no es probablemente (todavía) el pueblo que invoca Chaplin y que sigue teniendo algo del rebaño que muge… como años después dirá Alekos Panagulis cuando daba su lucha, que era la misma lucha… Algo del rebaño siempre dispuesto a aplaudir al que habla más fuerte, más lindo o mejor… Personalmente tengo cierta preferencia por el minuto 4.42. Porque es el momento en que un hombre le habla directamente a otro hombre… que más encima es una mujer. Y ese hombre que es una mujer escucha… Cosa milagrosa. Realmente milagrosa. Alguien escucha. Y eso que pareciera -ya al final de la escena- que todo no era más que silencio. En eso radica la esperanza, se me hace. Escuchar incluso cuando pareciera que no hay nada que escuchar… Ni el grito de desesperanza, ni la queja muda de los que mueren con la boca cerrada (AGC)