viernes, 12 de julio de 2013

"La lectura da resultados a lo largo del tiempo"



“La lectura da resultados a lo largo del tiempo”
Por Alfredo Dillon

La escritora cordobesa, ganadora el año pasado del Premio Hans Christian Andersen, habló con Clarín Educación sobre su obra, el lugar de la literatura en la escuela y la importancia de construir lectores y escritores desde el aula.

Narradora, poeta, docente y capacitadora, especialista y difusora de la literatura infantil y juvenil: la mujer en cuestión es María Teresa Andruetto, escritora nacida en Córdoba en 1954 y ganadora en 2012 del Premio Hans Christian Andersen, equivalente al Nobel de la literatura para chicos, que nunca antes había quedado en manos de un argentino.

Andruetto es autora de decenas de obras para niños y jóvenes, además de libros de poemas, ensayos y novelas para adultos. Traducida al alemán, gallego, italiano e inglés y ganadora de varios premios nacionales e internacionales, la escritora habló con Clarín Educación sobre su obra, sobre el lugar de la literatura en la escuela y la importancia de construir lectores y escritores desde el aula.

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–Has trabajado mucho en la difusión de la literatura infantil y juvenil. ¿Qué rol tiene la escuela en esta tarea?
–La escuela es la gran ocasión, como dijo Graciela Montes. Uno se puede formar como lector en la casa y llegar a la escuela con un capital lector. Pero la escuela es un lugar igualador, un lugar de acceso al libro y a la cultura escrita, un lugar de intercambio con otras personas. La escuela es una gran oportunidad, es la gran oportunidad social. Sobre todo, la escuela pública.

–¿La literatura que se escribe hoy en Argentina llega a las escuelas?
–Sí. Yo antes de ir a las escuelas como escritora, fui como formadora de lectura, como capacitadora, como docente de talleres de escritura creativa. Yo veo un crecimiento enorme en la realidad escolar argentina. Sobre todo un crecimiento de conciencia muy grande en los docentes, acerca de la importancia del libro y de la literatura. Veo un crecimiento en la capacitación de los maestros; veo prosperar ferias del libro en muchos lugares del país. También veo un crecimiento muy grande en la dotación de libros por parte del Estado a las escuelas. Hay mucho por crecer todavía, porque nuestra sociedad es muy desigual en muchos aspectos. Y la lectura, el acceso al libro y al conocimiento, forma parte de esa desigualdad.

–¿De qué manera pueden contribuir los docentes a formar lectores?
–Un maestro constructor de lectores, para empezar, tiene que ser un apasionado lector, de manera que pueda elegir libros que sean interesantes, diversos, y que pueda ir llevando distintos materiales que a él le gusten y que quiera compartir con el grupo. Ahí está el saber importante de ese maestro, que se refleja en esa selección de libros que lleva. También tiene que ser alguien muy convencido de lo que está haciendo, para sostener ese espacio de lectura frecuente en la escuela, en el grupo o en la biblioteca. Esa lectura se va enriqueciendo: si uno ha leído 50 libros, el libro número 51 lo lee de otra manera que cuando ha leído dos. Eso va a dar resultados a lo largo del tiempo. Y esos resultados se pueden ver en muchos lugares: se van a ver en la clase de Lengua, porque va a mejorar la relación con la lengua; se va a ver en el uso de la biblioteca en la escuela, porque seguramente esos chicos van a buscar más libros prestados; se va a ver en el uso de la palabra oral y escrita de ese chico en los distintos espacios de su vida. También me parece que se puede ver en la autestima de los chicos. Un chico acostumbrado al tránsito por los libros es un chico que se siente más seguro de sí, de la palabra que usa y de la relación con los otros.

–¿Qué valor tiene el taller de escritura, y qué lugar debería tener en la clase de Lengua?
–Para mí el espacio de los proyectos de lectura, la construcción de hábitos lectores y los talleres de escritura creativa deben separarse de la clase de Lengua. Lo que sucede habitualmente es que la enseñanza de la lengua en la escuela requiere de tanto tiempo y tanto esfuerzo, que se come los otros espacios.
Un niño o un joven tiene en la escuela espacios para aprender muchas cosas, pero pocas veces se presenta un espacio para saber acerca de uno mismo. Un taller de escritura creativa tiene que ver con eso: un espacio de introspección con las palabras; un espacio que a través de ciertas técnicas y ciertos estímulos de un coordinador permita un encuentro de cada uno consigo mismo; un espacio que va armando un empoderamiento –por traer una palabra muy al uso–, una conciencia de sí y una construcción del pensamiento. Y también es un espacio de construcción de las emociones, de lo que se siente y lo que se es.

–En cierta literatura infantil existe la idea de que tiene que haber una moraleja… ¿Qué lugar deberían tener los valores en la literatura infantil?
–En la buena literatura los valores, las ideas, las ideologías no se notan, no se explicitan. Entran en la trama de un modo natural, le pertenecen absolutamente al relato, de modo que no se pueden aislar a la manera: “Este libro enseña tal cosa o tal otra”. Yo creo que la literatura nos puede enseñar muchas cosas sin que seamos conscientes de eso, porque lo que nos enseña, en todo caso, no es lo mismo para cada lector y no es una sola cosa. Si algo nos enseña fuertemente, es a hacernos preguntas. No nos da una respuesta. Una novela, un cuento, un poema nos obliga a preguntarnos, nos pone en la encrucijada de cuestionarnos a nosotros mismos, seamos niños, jóvenes o adultos. Preguntarnos acerca de lo que somos, acerca de lo que hacemos, de mil maneras y de maneras muy distintas para cada lector. Si algo tiene el arte, es esa capacidad de plantarnos en la incerteza.

– Para terminar, ¿qué libro debería leer todo estudiante en su paso por la escuela y por qué?
–Si yo cierro mis ojos y veo mi relación con los libros, veo como un abanico, una multiplicidad. Siempre he sentido que la lectura era eso: un tránsito por muchos libros de distintas calidades, intereses, temáticas, editoriales, edades. Pienso en la calidad, pero también en la diversidad. Yo alimentaría el deseo, el interés de un chico. Cuando he tenido un grupo de jóvenes conmigo, he alimentado lo que veía que aparecía como interés en ese chico, y a su vez he intentado acercar algunas otras cosas para ver si ese campo de lectura se abría. Desde la historieta de calidad, hasta la historieta alternativa, los libros ilustrados, los libros álbum, los clásicos, lo muy contemporáneo, la poesía, la ruptura. Yo fogonearía con una gran diversidad de materiales.
Leer es también un acto de arrojo, es como abrirse al mundo y sentirse en libertad de desechar materiales. Es un ir buscando las palabras de otro para encontrarse a uno mismo. Porque lo que uno hace cuando lee no es entender al que escribió, sino entenderse un poquito más a uno mismo y al mundo en que uno vive. Respondiendo  aquella pregunta que nos hacíamos cuando yo estudiaba, en los setenta, de “¿Para qué sirve la literatura?”: bueno, para conocernos a nosotros mismos. Para conocer nuestra condición humana un poquito más.

Para saber más sobre María Teresa Andruetto: www.teresaandruetto.com.ar.

Nota publicada el 11/07/2013 en Clarin.