jueves, 16 de mayo de 2019

El astronauta y el sapo

Hace unos días, mandé una nota informando que retomábamos el taller que alguna vez se hizo en el patio de la casa. Ahora con variantes, porque no estoy sola en la aventura, sino que es un proyecto compartido con un ser hermoso llamado Laura y también porque este año el taller –que gira en torno a los libros– se dirige a niños que no tienen un gusto especial por ellos. Los reacios. Los dudosos. Los escépticos. En ese correo yo hacía un pedido a los amigos. Para que alguna vez, cuando se pueda, sin apuros, participen aportando quizás un pincel, lápices, colores, y otras cosas, para realizar actividades con los chicos. Hoy sucedió que uno de mis amigos atravesó la ciudad en bicicleta para traer los materiales que había juntado su compañera. Había ahí adentro grandes rollos de papel, pinceles, pegamento (justo hoy había dado por perdido el mío y estamos por iniciar un collage), colores y varias cosas más (¡hasta un almohadón!). Mi amigo, entonces, atravesó la ciudad en bicicleta con ese material a cuestas, con casco, y cuando llegó y le abrí la puerta, tuve toda la impresión de estar frente a un astronauta. Me pareció que venía… no de un barrio lejano pero dentro de todo conocido, ubicable en un mapa… sino de otra galaxia… y eso que este amigo y yo nos conocemos hace mucho, que somos amigos sin exclusividad, en medio de otros amigos y seres profundamente queridos, que es una amistad totalmente ordinaria en algunos aspectos, pero extraordinaria en otros, como por ejemplo, hoy. Con ese casco de astronauta y esa sensación de que para llegar hasta casa a traer el material que nos enviaba su compañera, él había tenido que atravesar quién sabe qué abismos, subir quién sabe qué cuestas, qué cerros, qué cordilleras… obviar los pozos, incluso la piedrita traicionera, esquivar cantidad de obstáculos visibles, invisibles, para… ¿Para qué? Para los niños, por supuesto. Sin embargo, yo me acordé de Gustavo Roldán, a quien este taller debe mucho. “Lo que más me gusta es volar”, dijo el sapo. Y entonces pasa que sus amigos… (leer el cuento…o escuchar acá).

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PS. Roldán, si lo leí bien en sus textos para grandes, pensaba que el mundo mejor estaba hacia adelante y que uno podía aportar su granito de arena. Con el mayor de los respetos, yo creo que el mundo es mejor aquí y ahora cada vez que se expresan nuestras fraternidades, nuestras hermandades. Y aunque solo se vean dos en las fotos, hay por lo menos cuatro, en realidad cinco, y si contamos a los chicos, etc. Ojito. Somos un montón...