martes, 6 de octubre de 2020

“Mundos dignos de ser vividos” por Rubén D. Barqui

 

En distintos partes del mundo, personas se han organizado en cuarentena para compartir propuestas culturales, desde balcones, ventanas y otros espacios, con sus vecinos. En Buenos Aires, una de esas iniciativas es “muestras al paso” y ofrece exposiciones de pintura, obras y objetos varios, poesías al paso, libros al paso, canciones al paso, entre otros. En el barrio de Santa Rita, Rubén D. Barqui es uno de los participantes. Todos los fines de semana expone sus cuadros desde su terraza y en una de sus ventanas. Se trata de obras suyas y la muestra es diferente cada semana.

La aparición de los cuadros de Rubén ha cambiado el paisaje de la cuadra. Cada una de sus obras es a su vez como una ventana abierta hacia otros paisajes, otras realidades. El efecto se multiplica por el hecho de que algunas obras representan ventanas abiertas. Y es así como los vecinos espectadores viajamos, sin movernos, gracias al gesto de Rubén. También lo hacen los niños que han podido acercarse, tan observadores, que han descubierto las tramas: las texturas. Cada descubrimiento genera pequeños gritos de sorpresa. Y “mira esto” y “mira lo otro”. También le debemos a Rubén esos descubrimientos. Por unos minutos, estos chicos pueden pensar en otras cosas, aprender otras cosas, mirar con atención los trazos del pintor. 

 

Desde este espacio, le pedimos un breve relato, una suerte de autorretrato con motivo de esta experiencia de exponer al aire libre para los que pasan.

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Mi nombre es Rubén D. Barqui. Soy técnico radiólogo, licenciado en producción de bio-imágenes (Universidad Nacional de Lomas de Zamora) y profesor universitario (Universidad Maimónides). Mi inclinación por la pintura se remonta al año 1996. Cuando comienzo a dar clases como docente en la carrera de técnico radiólogo en varios institutos terciarios (Cruz Roja Argentina, Instituto Superior de Ciencias de la Salud, Centro de Diagnóstico SAR, Instituto Superior Mitre). Allí, en el marco de mis clases, dibujaba en el pizarrón y en cartulinas, imágenes anatómicas, sobre distintas partes del cuerpo (brazo, cabeza, etc.), en correlación primero con zonas a radiografiar. En el año 2009, cuando me jubilé a los 56 años, por el tema de haber trabajado con radiaciones y diagnóstico de imágenes por más de 38 años, empecé a vislumbrar mis dotes pictóricas. Tomé clases y sigo tomando con Martha Bahía, una prestigiosa artista plástica de reconocida carrera en nuestro país.

La gran mayoría de mis cuadros surgen por inspiración propia, otros por escenas de la vida real y la parte más importante, por fotos que logré tomar en mis viajes dentro del país y otras en el extranjero (Rusia, Egipto, Europa, China, India y Japón). Debo sentir la foto o imagen a interpretar.

A veces, para una persona no significa nada pero en la esencia de la misma el valor es otro. Un árbol, una flor, una nube, una persona al azar, puede decirnos varias cosas; está en nosotros poder interpretarlas y llevarlas al arte. Siempre digo que nuestros pinceles, colores y las manos son las alas maravillosas que plasman lo que el alma siente. Creo no equivocarme. 


Primero observé a pintores como Velázquez o El Greco, pero vi en ellos imágenes claras en fondos oscuros. Después observé imágenes de cubistas, abstractos, impresionistas, surrealistas, arte naif… y me inclino por una mezcla de surrealismo (Salvador Dalí) con mi propia impronta que es el figurativo.

Trato de usar imágenes que un poco escapan a la comprensión humana, le agrego elementos como vidrios, resortes, relojes, luces, texturas poco usadas en dicho arte pictórico.

Mi experiencia ha sido muy fructífera con respecto a las diferentes muestras que los vecinos tratamos de exponer en nuestros frentes (terrazas, ventanas, puertas) y las mismas crean un espacio puro de oxígeno, por así decir, que hacen más armonioso el volver a vivir, dentro de un aire de ciudad a veces muy contaminado y lleno de prejuicios. 


Esta pandemia es un fiel reflejo de que todos somos mirados como una amenaza para los demás. El barbijo a veces nubla nuestra mente y nos hace pensar que el que está adelante nuestro es un enemigo y que viene a contagiarnos alguna peste. Pero no es así. Él también merece nuestro respeto. La dignidad y la humildad no se debe perder por sobre todas las cosas.

Mis manos, vuelvo a decir, son elementos capaces de llevarnos a mundos dignos de ser vividos. Está en nosotros ver que eso suceda.

 

Rubén D. Barqui