Recién sentimos unos golpecitos en la puerta. Muy característicos de cierta vecinita nuestra que está por cumplir cuatro años, pero le pregunté si cumplía diez, y ahora dice –rotundamente- que tiene diez.
Vino a mostrarnos su vestido “nuevo”, que se lo pasó una amiguita a la que quiere mucho, y que le queda pintado. Lo modela junto con unos zapatitos de taquitos, por lo cual taconea de ida, y taconea de vuelta.
Le decimos que está muy bonita y le preguntamos cómo anda, pero se pone tímida y nada dice. Nos acepta una barrita casera de cereales, y luego, de puro contenta, se pone a bailar y a dar saltos.
Para no dejarla en banda, también brincamos y hacemos algunos giros en nuestra parte de la puerta/frontera a través de la cual nos miramos con contento, y con falta de palabras para expresarlo. Ella se ríe, con esa risa cómplice de los chicos cuando encuentran adultos que andan medio “locos” y que se prenden en sus juegos.
Niña al fin, Lara se salta todos los “protocolos”, pasa sobre “el foso” y, por turnos e impulsos, nos abraza a la altura de las piernas. Como dice la poseía del trovador, hoy nuestra casa “ha sido tomada por las flores”.
Carlos Semorile