jueves, 31 de mayo de 2018

Gustavo Roldán y la estirpe del dragón


Existe una suerte de malentendido persistente en torno a la literatura llamada infantil y juvenil. En primer lugar, mientras más chicos son los niños, más intervención hay del adulto. Los chicos, muy chicos, no leen solos. Así, los libros "para niños" tienen esa bellísima característica de tener dos lectores en simultáneo. Ya de por sí esa doble lectura es un poema. Pero hay más. En los últimos… 40 o 50 años, esa literatura sufrió (no es la palabra) una verdadera revolución en el mundo entero. En el caso específico de Argentina, si me empujan un poquito, diría y lo asumo… que lo mejor de la literatura se desarrolló quizás ahí, precisamente ahí. No quedó nada de los viejos paradigmas. O más bien los viejos paradigmas fueron llevados a lugares insospechados. Incluso… incluso… diría que la literatura "infantil" (tan y tan despreciada por algunos, tan poco visible para otros; sigue existiendo la idea de que si uno no tiene hijos para qué va a leer tal o cual cuento… y es cierto que no es fácil aproximarse si un chico no te invita, no te lleva) es uno de los pocos reductos donde viven las más bellas utopias. Bueno, para ir al grano: se puede vivir sin esos autores, que son muchos, todos maravillosos artistas... se puede vivir, por ejemplo, sin Gustavo Roldán... pero mejor no hacerlo. Y aunque cometió la travesura de morirse, además de los libros, nos queda también su voz, su manera de expresarse, su experiencia. Por ejemplo en este corto documental que recomiendo enfáticamente. Quiero creer que existe la estirpe del dragón… y que somos parte de ella.

C.

(no sean vagos... después de la parte 1 está la parte 2, el conjunto pide veinte minutos y... la vida cambia)