martes, 12 de junio de 2018

Æeternitas


Amor
otra vez atacaste.
Artero, impiadoso, traicionero...

Una vez me hirió tu envestida.
Cerró la herida pero dejó su marca,
terrible grito callado.
Después supe de tus disfraces,
múltiples artificios...
Eludí tus anzuelos
-fogosidades, languideces juveniles
o crepusculares-
pasé entre ellos.
Te recordé con temor.
Por esquivarte pacté,
concedí pasajeras melancolías
o bellezas evitables.
Y para calmarte fui duro,
ejercí ternuras, bondades previsibles.
Acepté novedades,
algún brilloso cotillón.
Fui prudente.
Por no tentarte,
mi tristeza, mi hastío, mi indiferencia.
Vigilabas,
pero mi corazón seco como hojarascas de invierno.
Espiabas,
aunque yo, ciego de hermosuras, mudo de decires o cantares.
Veías
qué inmune a la primavera y sus perfumes,
qué inhibido de placeres...
Te creí saciado de mi, de mi amargura.
Me creí olvidado de tus trabajos.
Pero un día descubriste, en una partícula
de un átomo
de mi corazón estragado
-única sobreviviente
del último naufragio-
un latido tenue, pequeño, escondido.
Persistente...
Fue suficiente.
Te moviste sutil, efectivo, ágil.
Encontraste, lo justo
necesario.
Un reflejo, una mirada escondida,
un instante en el atardecer....
Casi con displicencia arrojaste
tu dardo invisible, secreto,
silencioso.
Te fuiste seguro de vos,
de tu crimen, de mi desastre, mi endeblez,
desnudo de defensas,
desguarnecido,
desamparado.
Ah!
Otra vez el desasosiego, ansia, desesperos,
desdormires, tristes atardeceres,
noches muertas.
Tu veneno Amor, que no mata pero duele,
hiere pero cura, incita pero ridiculiza,
abuena pero castiga, ilumina pero ciega.
Otra vez la espera,
un signo
una mirada
un gesto.
Lágrimas secas.
Inviernos grises,
lloviznas de melancolía,
soledades.


"Déjame en paz, Amor tirano, déjame en paz..." 
 

 Profe