jueves, 19 de julio de 2018

Sobre cartas y franqueos

Por sugerencia del Profesor, inaguramos una nueva sección que tendrá el mismo nombre que esta entrada. Lo que sigue es un fragmento de correspondencia.

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11/04/2015 a C. Semorile

Del “buen hablar”, o “conversar” se desprende la idea de intercambio, exposición, confrontación, conocimientos expuestos como útiles diversos para comparar y divergir, discutir.

Bueno,

El correo, junto con el ferrocarril, fueron dos de los grandes vectores de la mitológica idea de modernidad del siglo 19, ¿no? Entre el liberalismo -destructor de las grandes empresas estatales- y los adelantos tecnológicos, E-mail entre otros, se van perdiendo ciertas mitologías. Como ejemplo una historieta. Oí contar a un conocido la historia de alguien, casado "Institucionalmente", digámoslo así, que tuvo la suerte, la desgracia, o las dos cosas, de enamorar y enamorarse de otra mujer. Romance intenso con producción de misivas llenas de pasión romántica, amén de encuentros furtivos, fugitivos y siempre breves para los amantes. En un momento de la historia se plantea el problema de las cartas. ¿Dónde esconderlas? ¿Llevarlas consigo? Eran mucha y continua la producción literaria. ¿Destruirlas? Sería destruir, matar ese amor, esa pasión honda. Además, esta última solución era arrugarse e indigna del, en ese momento, gran amor. Esta es una historia de los años 60, del siglo pasado (como suele decir el Tata), y en esa época esta expresión literario-amorosa se realizaba sobre hojas de papel con escritura a tinta; ni lápiz, ni birome era digno de esos sentidos amores. El enamorado encontró una solución de compromiso para conservar la encendida correspondencia que permitía alimentar ese amor “ilegítimo” (¡como si un amor pudiera serlo..!) y que, con el tiempo, permitiría la nostalgia de “lo que no pudo ser”. Y sobre todo que su legítima, en caso de descubrir el bagayo, pudiera ser asegurada del porqué de esos papeles borroneados y arrugados con cualquier explicación que distrajera del verdadero tenor del objeto. La solución consistió en el simple gesto de sumergir brevemente las cartas en una palangana llena de agua, cuestión de lograr su ilegibilidad por concisos arrugamientos y borroneos. No niego ni repugno de los avances tecnológicos, ni su variable y veritable utilidad. Pero en lo que concierne a los sentimientos, al misterio de los encuentros siempre inesperados, imprevisibles, entre los seres humanos y sus pasiones, cuestión romanticismo el E-mail, cero al as.
Un abrazo
elprofe